
Rocío Pardo vive un momento de felicidad plena y lo transita con la tranquilidad y la templanza de quien no quiere tocar nada para no arruinarlo. Y alerta a que nada ni nadie se interponga en el asunto. Faltan poco más de dos meses para su casamiento con Nicolás Cabré, ese amor que la sorprendió durante un verano y desde su hora cero se volvió indestructible. Al punto que además de proyectar la vida juntos, de formalizar la relación y de desarrollar el vínculo con Rufina, la hija del actor con la China Suárez, va a encarar en el verano su gran desafío profesional.
Con un largo camino en la industria artística, se prepara para dirigir en Carlos Paz la comedia Ni una palabra, que su novio protagonizará junto a Mariano Martínez. Será el regreso a las tablas de aquella recordada dupla de Los Marquesi, surgida en el 2002 en Son Amores, y que con la compañía del Bicho Gómez se proyecta como uno de los atractivos para la temporada de la villa. Y más allá de lo que ocurre en las boleterías, será una prueba de fuego, una más, para su relación.
Pero allí no se termina su agenda. También se va a encargar de la producción de Pretty Woman, el musical con Flor Peña del que fue parte en el Astral y que se muda a Mar del Plata. Y proyecta otra apuesta para el 2026 de la que se contiene para no hablar de más. “Es un musical clásico para el que vamos a hacer nuestra propuesta escenográfica, de vestuario, Nico va a hacer la dirección de actores. Va a ser algo muy grande”, se entusiasma la actriz en un mano a mano íntimo con Teleshow, sin soltar la sonrisa que la va a acompañar durante toda la charla.

¿Quién esta chica que sueña a lo grande y que parece obtener todo lo que se propone? Con los recaudos del caso, pensando cada palabra y sabiendo cómo manajear los silencios, Rocío abre las puertas a su vida de película. Como en las contadas veces que el destino muestra sus cartas de antemano, supo desde muy chica y casi sin darse cuenta que iba a transitar su camino por el sendero de lo artístico. Nacida en Villa Carlos Paz, hija del productor Miguel Pardo, una figura clave del espectáculo en la región, Rocío y sus cinco hermanos se criaron en un teatro. Para ellos no había plazas, ni parques ni juegos de mesa ni las todavía incipientes pantallas.
Ella veía pasar los elencos temporada a temporada, y contemplaba todo con una mezcla de fascinación y compromiso laboral, siempre dispuesta a arremangarse y dar una mano en esa pyme familiar que se hacía bien de abajo. “Preparaba pochoclos, acomodaba al público, veía como se manejaba una consola de sonido, repartía volantes. Eso me dio mucho aprendizaje, tanto a mis hermanos como a mí, porque vivimos el teatro desde todos los puntos de vista. Y mi viejo siempre nos marcó que primero tenés que empezar por abajo para ver cómo funciona, porque ya te va a llegar el momento de subirse al escenario”.

No había otra chance para el futuro, ni ningún conflicto con mandatos o imposiciones, que no sea seguir jugando en ese parque de diversiones, con tantas atracciones y caminos por recorrer. “Arranqué de muy chiquita, era muy disciplinada y siempre tuve mucha pasión por lo que hacía”, explica. Y convida un recuerdo que hizo público y que ayuda a entender la dinámica familiar y su corazón de artista.
“Cuando tenía 6 años, y me subí a un escenario por primera vez, tenía miedo de caerme, miedo de equivocarme, miedo de que todo salga mal. Y cuando creía que no podía hacerlo, él estaba ahí. Para enseñarme que seguramente todo eso iba a pasar, pero que era parte del camino. Y para enseñarme a que nadie me iba a regalar nada. Ni siquiera él. Porque a él nadie se lo regaló. Y esa es la mejor manera de enseñar”.
El consejo, uno de los tantos que siempre tenía a mano papá Miguel, lo tomó al pie de la letra. Y así encaró una carrera en la que paseó por diferentes vertientes artísticas, como un zigzagueo que iba mutando según su curiosidad o sus estímulos. Al principio fue por el baile. Se recibió con Lidia Segni, directora del Teatro Colón, y ratifica todos los mitos y creencias alrededor de la disciplina. “El ballet tiene muchas horas de estudio, es una carrera muy solitaria, viajás por el mundo. No sé si es lo que más me apasionaba, me gustaba, pero enseguida supe que no era por ahí. Hoy ya no lo elijo, pero siempre está”, justifica.
Con estas convicciones fue construyendo su camino. Cuando la bailarina dejó de representarla, la actriz se impuso casi sin buscarla, respondiendo más al deseo por la aventura que descansar en la zona de confort. Y un día encontró una historia, un escenario y una motivación para canalizar todas esas experiencias. Durante un viaje por Europa, descubrió en el teatro inmersivo una experiencia que no había sentido nunca. “Esto lo tengo que hacer en Argentina”, pensó. Así empezó a gestar Pabellón Tornú, la obra que estrenó hace diez años, que escribió, dirigió y eventualmente protagoniza, con quince actores en escena y con una historia que se escribe en cada función, casi en tiempo real. Y que transcurre en la abrumadora escenografía del Hospital Colonia Santa María, un neuropsiquiátrico abandonado entre Córdoba y Carlos Paz.
Pabellón Tornú fue su propia revolución como artista integral. “Como actriz es una experiencia completamente distinta a lo que había visto en un escenario. Tenés el público ahí con vos, y la escena se termina de formar con lo que proponen los espectadores. Como directora es un desafío gigante porque tenés que armar quince obras en paralelo que tengan un hilo conductor”, rememora. Pero lo más interesante ocurrió con la producción, que eligió encararla despojada de la estructura familiar.
Acá quedaría lindo escribir que en un acto de rebeldía resistió la tentación de pedirle ayuda a su padre, pero sería incurrir en un error. Porque no existió tal tentación. Se trató, en cambio, de seguir aquellas enseñanzas familiares que se volvieron un lema para cada instancia de la vida. Entonces, la ruptura fue más bien simbólica y quizás con un dejo psicológico. “Creo que busqué un espacio bien distinto. Es loco, porque me crie en un teatro y la primera obra que dirijo es en un neuropsiquiátrico, no tiene mucho sentido", razona a la distancia. “Lo tomé como un desafío, era la primera vez que hacía todo por mi cuenta. Y cuando vi que iba creciendo, recién ahí metimos a los viejos”.

Después de desplegar las alas propias, Rocío volvió al nido para convertirse en una pieza clave de Pardo Producciones. En Kinky Boots trabajó por primera vez con Ricky Pashkus y los musicales, y descubrió ese universo fascinante. Luego se sumó Flor Peña, con quien proyectaron primero Mamma Mia! y ahora Pretty Woman, donde se dio el gusto de volver a bailar en el escenario. “Fuimos armando un equipito relindo, en el que siempre estamos buscando proyectos, viendo obras y trabajando muy bien juntos”.
—¿Cómo fue volver a trabajar con tu papá, después de haber hecho todo este camino?
—Nos llevamos muy bien y pensamos parecido, porque aprendí mucho de él y de su forma de producir, y hoy la estoy aplicando. A los dieciocho años estaba trabajando como su mano derecha hasta que en un momento le digo: “Quiero hacer mi camino como artista y más adelante, cuando tenga ganas, vuelvo”. Él me insistía en que me haga cargo de la productora, y recién este último tiempo sentí que era el momento. Me da mucha libertad para tomar decisiones, confía mucho en mí. Y siento que al escucharnos tanto los dos hacemos un buen equipo.
—Ahora con Nico te va a pasar un poco lo mismo en esto de trasladar una relación personal al ámbito laboral. ¿Cómo lo están llevando?
—Es un desafío hacer la dirección juntos y creo que armamos un buen equipo en el que cada uno se enfoca en lo que al otro no le gusta. Es un trabajo complejo, pero así vamos armando las piezas. Nos llevamos bien, pensamos muy parecido y todo fluye naturalmente.

Acá se impone hacer un alto en su relato y proponerle viajar otra vez en el tiempo para entender este presente. En el verano del 2023, Rocío pasó por Carlos Paz, su ciudad natal que había dejado a los 17 para hacer su propio camino. Estaba viviendo en España, con la posibilidad latente de volver al país para encarar la producción de Mamma Mia! En la siempre agitada noche de la villa se cruzó con Nicolás Cabré, quien protagonizaba Los Mosqueteros del Rey.
Aparecieron algunas fotos, filmaciones, comentarios tras bambalinas, declaraciones ambiguas a la prensa. El rumor de “la nueva novia de Nicolás Cabré” corrió por las redacciones y los programas de espectáculos. Él tenía 44 años recién cumplidos y llevaba un par soltero luego de su separación de Laurita Fernández. Ella tenía 27 y era casi una desconocida por fuera de su provincia más allá de un romance mediático con Ulises Bueno, otro apellido ilustre del espectáculo cordobés.
Lo que podría haber sido un romance pasajero propio de las temporadas de verano mutó en una historia de amor con turno en el registro civil y reservas para una fiesta de ensueño. Para sorpresa de extraños, pero también de propios según la confesión de una de las partes: “¡Mirá hasta donde llegamos, por Dios! A mí también me sorprendió”, dice la actriz antes de recapitular este año y medio.

—¿Fue amor a primera vista?
—La verdad es que desde el día que nos conocimos hasta hoy no nos despegamos. No estaba en mis planes tener una relación así o casarme, o proyectar tanto con una persona, pero se dio de esta manera y hoy tenemos una relación realmente muy sana, muy linda, con mucho respeto y sin conflictos. Somos muy compatibles también como pareja. Creo que a medida que vas creciendo, buscas una persona que te dé armonía, que no te genere problemas, que nos llevemos bien. Y creo que lo logramos.
—La diferencia de edad no fue un problema por lo que decís.
—No. Somos los dos muy tranquilos, sobre todo. Y el estilo de vida que cada uno llevaba por su cuenta, cuando nos conocimos, nos dimos cuenta que éramos extremadamente parecidos y cualquiera que nos ve dice: “Claro, ustedes tenían que estar juntos”. Porque nos ven y somos tal para cual en un montón de cosas. Obviamente, tenemos nuestras diferencias, pero nos alimentamos mucho juntos.
—¿Te ayudó conocer el ambiente desde muy chica para enfrentar la exposición mediática?
—Es que no sé si estaba en mis planes estar con alguien del medio (risas). Pero surgió, lo conocí a él y no tengo dudas de que es la persona con la que quiero estar. Lo bueno del amor es que cuando aparece, atropella con todo y derriba esas cosas que uno siente que tiene firmes.
—¿Y tu familia qué dijo?
—Tanto mi papá como mi mamá me apoyan en todo, son personas que nos acompañaron a mis hermanos y a mí en todas las decisiones. Entonces, mientras me vean feliz, me van a apoyar. Y a Nico mi familia lo ama, él ama a mi familia. Imaginate que nosotros somos muchísimos, somos seis hermanos, cada uno con su pareja. Entonces, cada vez que nos juntamos todos es un montón y a Nico le encanta, está feliz. Estamos todos muy unidos.

—Y casi sin darnos cuenta aparece un casamiento en el horizonte. ¿Qué podés contar de la fiesta?
—Va a ser en un bosquecito precioso que está muy cerca de Carlos Paz. Desde el día que lo vimos supimos que iba a ser ahí. Tiene arbolitos por todos lados, un lago, es perfecto. Literal, es un cuento de hadas. La idea es hacer algo bien íntimo y apuntamos a eso.
—¿Te costó mucho decidir el vestido?
—No, fue muy fácil, porque yo quería algo re básico. Lo diseñamos con Ana Pugliesi, que es una genia. El primer día que fui no me lo quería probar, y ella no lo podía creer. “Rocío, sos la primera novia en el mundo que no se quiere probar el vestido”, me decía. Obviamente, después nos reíamos, pero te lo cuenta para ver el nivel de tranquilidad y de confianza en lo que armamos.
La palabra tranquilidad que Rocío repite como un mantra en sus palabras, la transmite también con su lenguaje corporal. Así se refleja este momento de plenitud personal y profesional que también deja ver Nicolás en sus entrevistas. Una armonía que va de la casa al trabajo y del trabajo a la casa y que cada tanto tiene que surfear algún torbellino mediático que los agarra de rebote, como los que orbitan todo lo que tiene que ver con la relación de Cabré con la China Suárez, madre de su hija Rufina.

—De afuera da la sensación de que tomás muy relajada estas situaciones. No sé si va por dentro la procesión.
—La llevo muy bien de verdad, porque hay mucha armonía entre nosotros, estamos, con el plan del casamiento, los viajes, proyectos que van más allá de la obra. Armando nuestra vida juntos.
—Digo porque cada tanto aparece tu nombre en tormentas que no son tuyas y que por ahí te llevan a abrir el paraguas.
—Yo creo que no hay que abrir ningún paraguas, porque cuando uno sabe cómo funciona todo por dentro, tiene esa tranquilidad. Después, obviamente se arman mil historias y películas que no son muy reales, pero quedan afuera de mi vida.
—¿Alguna vez sentiste el impulso de contestar?
—Bueno, por momentos dicen cosas que... Por ejemplo, que íbamos a cobrar la invitación de casamiento. Dije: “No, esto es mentira”. Y Nico me dice: “Pero ni te gastes en desmentir, si nosotros sabemos que es mentira”. A veces me dan ganas de salir a gritar, pero al final pienso: “¿para qué me voy a meter?” Si ya sabemos cómo son las cosas. Quizás les llega la información distorsionada a la prensa y ellos simplemente lo comunican y no podemos estar desmintiendo todo. También estoy muy bien acompañada. Nico sabe muchísimo de cómo manejar estas situaciones, me da su consejo y lo tomo. Creo que es la persona indicada para consultarlo (risas).

—¿Cómo fuiste construyendo el vínculo con Rufina?
—Rufi es un ángel, es espectacular, siempre lo digo. Y nos llevamos rebién, nos divertimos mucho, hacemos videos de TikTok (risas) Creo que es una relación hermosa, desde el primer día fue así y cada día es más fuerte. Obviamente, siempre con consejos y escuchándola, pero ocupando el lugar que me corresponde como la pareja de su papá. Somos muy felices.
—¿Y tenés ganas de ser mamá?
—Por el momento estoy bien así. No tengo muy presente ese deseo y creo que nos vamos a mantener así como estamos. Obviamente que si yo cambiara de opinión, Nico me acompañaría. Pero hoy estoy bien así.
—¿Y eso tiene que ver con una cuestión profesional o más personal?
—Personal. Desde muy chiquita supe que no quería ser mamá. Después por ahí uno se lo va cuestionando pero por el momento, no y en eso él me acompaña en todo lo que yo decida.
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