
“Tengo toda la pierna caliente casi todo el día, tampoco la puedo meter abajo del agua... Es todo calor. La pierna por momentos se me pone violeta, Dios, es horrible”, relata María Julia Oliván en diálogo con Teleshow, mientras atraviesa los días posteriores a salir del sanatorio. La periodista explica que su cotidianeidad se transformó y la obliga a enfrentarse con el dolor físico, la recuperación y una autonomía forzada: “En casa, es como estar internada sin ayuda permanente. Tengo un enfermero que viene cada dos días. Pero después, la idea es que yo sola me arregle, porque para eso te externan”.
Durante la entrevista con Teleshow, recuerda una y otra vez la escena que marcó un antes y un después en su vida, a la que llama “el hecho más inesperado” y “un milagro”, y detalla: “Yo no me termino de explicar cómo, porque me acuerdo que tenía el cuerpo encendido... al sacarme la ropa rápido, el fuego no pasó a mi piel, en algunas partes. Fue un segundo...”. El fuego, relata, “me llegó hasta la cadera, la pierna entera, pero no me subió más que eso”.
Por momentos, la crudeza de lo vivido se convierte en reflexión sobre la supervivencia: “No sé si es que estuve cerca de la muerte, pero lo que tengo para pensar es que es un milagro que esté viva”.
Mientras habla, Oliván oscila entre la perplejidad, el humor negro y la obstinación de quien jamás pudo frenar del todo: “Siempre estoy en riesgo, porque estoy haciendo más y más cosas. Desde chiquita siempre estuve con quilombos o con cosas. No puedo creer cómo me pueden pasar tantos episodios”.

Una quemadura que cambió todo
—¿Cómo fue el momento en que te quemaste?
—Era el mes de junio, estaba con frío. Tengo una chimenea que, al agregarle repetidas veces etanol, provocó una llamarada gigante. El fuego me tomó todo el cuerpo. Me saqué la ropa rápido, no sé todavía cómo reaccioné tan rápido, porque generalmente, en una situación de estrés me paralizo, y después tomo todo con calma. Pero ahí, no sé, fue en un segundo y con la ayuda de Valu Bonadeo, que estaba conmigo trabajando.
—¿Sabías de la gravedad mientras transcurrían las primeras horas en el sanatorio?
—No, porque en el momento estaba en shock. Me acuerdo que tenía una herida abierta en el muslo, en el glúteo, que era un desastre, porque imaginate: me ponían de costado, sin poder levantarme, con una sonda para hacer pis. Pero me doy cuenta ahora, cuando veo el sillón quemado, el lugar donde explotó todo, lo cerca que estuve. Es un milagro que no me haya prendido fuego entera.
—¿El dolor apareció de inmediato o después?
—Al principio no fue tanto el dolor físico por la quemadura como el shock. Pero después, lloré de dolor. Lloraba... no porque pensaba ‘me quiero morir’, era por el dolor que no podía soportar. Y cuando vine a casa siguió el proceso. Es un estrés postraumático. Estoy tratándolo desde ese lugar, porque es impresionante todo lo que viví y transité en este proceso.

—¿Cómo es tu rutina hoy con las quemaduras?
—La temperatura de la pierna es mucho más elevada que el resto del cuerpo. Estoy permanentemente mirándome las heridas y padeciendo el dolor. Me pongo cremas todo el tiempo. Me arden las manos. El dolor sigue y lo tengo encima, es imposible eludirlo. Tengo que mantener la pierna alejada del agua. Me baño con una mitad del cuerpo en la bañera, parada y la otra mitad afuera, un lío. Me curo muchas veces por día, tres, cuatro, a veces a la noche dos veces. Me salen ampollas, me arde todo. Uso ropa ancha porque me pica todo.
—Sentís que la vida te da todo el tiempo giros inesperados y desgarradores...
—Estoy acostumbrada a los cambios de ritmo fuertes en mi vida. Lo que no entiendo es cómo me pueden pasar tantas cosas. No sólo lo del autismo de Antonio o la quemadura... mi vida siempre ha tenido un montón de ribetes que no son conocidos como estas cosas. Yo no me lo puedo explicar. Estoy siempre en riesgo porque hago muchas cosas, siempre me exijo mucho.
—¿Hubo algún momento donde pensaste en rendirte?
—Nunca, pero sí estuve muy triste. Lloré de dolor, pero no de pensar ‘no quiero vivir más’. Sólo dolor, del que no se puede soportar. Quizás para mí es natural salir adelante, no pienso demasiado cómo hacerlo, simplemente salgo. No me enfoco en el ‘por qué a mí’, ni tampoco en el miedo a la muerte. Trato de poner la energía en vivir, en mis proyectos, en la maternidad. Estoy muy sensible, pero también eso me conecta con la vida.
—¿Cómo procesaste mentalmente todo el shock del accidente?
—No lo decodifiqué. Estuve mucho tiempo en ese estado, muy medicada por el dolor. Tomo metadona, que es una droga muy fuerte. En la terapia intensiva estaba con pensamientos rarísimos por las drogas, llegué a decir cosas desopilantes, insólitas. Pienso todo el tiempo: ¿para qué me pasó esto? Busqué el sentido mil veces... y no lo encuentro. Siempre estoy tratando de encontrarlo, pero sobre todo pienso en salir adelante y en vivir.

Maternar en medio de la crisis
—¿Cómo afectó todo esto tu vida en familia, especialmente a tu hijo Antonio y tu pareja, Ariel?
—Descubrí que puedo estar ausente de mi casa y que Ariel puede hacerse cargo de Antonio y la obra de la casa, del colegio, de un montón de cosas. Esto era algo imposible de pensar en mi vida. Yo siempre me cargué todo encima. Ahora, cuando vuelvo por razones de fuerza mayor, está dividido el esfuerzo con Antonio, porque Ariel ya se puso más canchero en un montón de cosas y ahora tenemos más divididas las tareas. Ariel tuvo miedo, estaba aterrado. Los primeros días que venía a verme estaba desencajado. No es alguien que se lleve bien con el dolor, es muy metódico, y tiene una salud de hierro, nunca le pasan accidentes domésticos. Pero en este tiempo se hizo cargo de todo. Siempre me cargué todo encima, pero ahora aprendí a soltar un poco.
—¿Cómo viviste tu rol de madre desde la internación?
—Cuando estaba internada pasé por bastantes etapas. Primero, como que lo solté un poco. Después, vi que él se alejaba y empecé a llamar, y en los momentos que hacía terapia, llamaba a sus terapeutas y compartía con él las sesiones, aunque fuera por videollamada. Después les pedimos que en vez de hacer terapia en casa, lo trajeran en un auto al hospital y hacía terapia conmigo. De esa manera, no se cortaba la comunicación, seguía estando con él.
—¿Cómo es la convivencia ahora con tu hijo, con las nuevas limitaciones físicas?
—Ahora me curo con él al lado. Todo muy natural. Le pusimos un recordatorio en el cuarto con las terapeutas: ‘Mamá está enferma, pero en casa. ¿Qué puede hacer mamá y qué no puede hacer mamá?’ Él estaba acostumbrado a jugar muy físico conmigo y ahora no puedo correr, aunque un par de días corrí igual. Me jode mucho no poder jugar con él como antes, pero busco las maneras y lo hacemos.

—¿Sentiste miedo de que Antonio no comprendiera tu situación?
—Sí, desde que volví del hospital se me rebeló un poco. Antes le pedía el celular y me lo daba; ahora no. Pero fue muy emocionante ver que armó su propio canal de YouTube mientras yo estaba internada y grababa videos. Está creciendo un mucho.
—¿Cómo es el proceso de recuperación y a cuántas operaciones debiste someterte ?
—Fueron 17 o 18 en ese tiempo, eran dos por semana, y una semana fueron tres. Después de haber pasado tantas veces por lo que ellos llaman curaciones, es muy duro. Nunca antes había entrado tantas veces a un quirófano.
—¿Qué sostiene tu ánimo en estos días de dolor y rutina?
—Hago terapia de trauma desde hace tiempo, es lo primero que hice cuando llegué a la clínica. Antes de la pandemia empecé a hacer terapia de estrés postraumático. Tengo un montón de factores, de traumas, por ejemplo, cuando trabaja en la televisión. Me alejé por lo de Antonio, pero pasé muchos momentos feos ahí, aunque me encanta el trabajo y siento que es algo natural para mí.
—¿Qué rol jugaron tu mamá y tus afectos más cercanos en este tiempo?
—Mi mamá, que tiene ochenta años, estuvo en todas las operaciones conmigo. Me acompañó muchísimo en el hospital, mucho más de lo que podría pedirle a nadie. Durante ese tiempo, parecía otra, como si hubiese vuelto a nacer. Eso me ayudó un montón, podía hablar con ella libremente.

La vida después del incendio
—¿Podés volver a trabajar con la misma energía de antes?
—Todos me frenan un poco porque me dicen que no estoy como antes, que tengo que trabajar menos. Ya había empezado un formato nuevo que requería mucho esfuerzo, pero me dicen: ‘July, frená’. Yo los escucho y les hago caso. Incluso estando internada tuve que pagar los aguinaldos, el sueldo, todo yo misma. Lo hago personal y me ocupo mucho, incluso recién salida del hospital ya volví a la computadora desde la cama.
—¿Cómo gestionaste Border y tu rol al frente del equipo en ese tiempo?
—Tengo veinte personas, dirijo, doy órdenes, organizo. Algunos trabajan desde casa, otros en la oficina. Me dicen ‘la jefa’, pero yo trato de ser cercana, de que todos estén bien. Hasta armamos una habitación para que descansen o estudien si lo necesitan.

—¿Cuáles son tus sueños o proyectos pendientes después de lo vivido?
—Pensé en hacer un podcast, estuve grabando cosas para armar capítulos contando cómo fue cada etapa, porque esto le pasa a un montón de gente. Quiero mostrar lo que viven los pacientes, lo que hacen los enfermeros, el mundo increíble del hospital. Hasta pensaba en hacer una serie o un reality con todo ese material.
—¿Extrañás algo en especial tu vida antes de esto?
—Me da mucha pena no poder ir al mar, porque siempre fui del agua, la playa. Había alquilado un departamento para escaparme a Punta del Este y ahora no puedo. Incluso la playa o la piscina climatizada, con la pierna así no puedo meterme. Miro ropa especial, por internet, mangas largas, calzas, para ver si algún día podré volver a pisar la playa. Pensábamos con Ariel este septiembre irnos a Italia, hacer un viaje largo. Ahora no sé si vamos a poder, pero tampoco me quejo, porque estar en casa también es un placer y estar bien juntos es lo más importante.
Al recordar sus días en el hospital y la importancia de los equipos de salud, María Julia Oliván subraya: “Descubrí un mundo impresionante con un montón de gente increíble que te explica el paso a paso. Yo valoro la acción de los enfermeros, los llevo en mi corazón. Me cuidaron, me consolaron, me bañaron, me hicieron chistes... realmente nos peleamos con algunos también, porque si no me atienden, yo exijo.

Esta vivencia no solo marcó el proceso de recuperación de María Julia, sino que inspiró nuevas inquietudes periodísticas y personales: pensar en proyectos para visibilizar ese detrás de escena hospitalario, escuchar más lo cotidiano y, sobre todo, honrar a quienes, en palabras de la periodista, “son un mundo entero, que sostiene a otros en los peores momentos.
—¿Cómo imaginás el regreso a la actividad plena?
—Me doy cuenta que todavía falta, y mucho. Suspendí la obra de teatro aunque tenía muchas entradas vendidas, pero no puedo estar tanto tiempo parada. El futuro lo planifico, pero aceptando que es un paso a paso muy lento. Me cuesta, necesito mucho tiempo para recuperar la pierna. Los médicos dicen que aproximadamente se necesitan dos años. Algún día quisiera volver a la playa y meter los pies en el mar, aunque sea tapada, sigo soñando con ese instante.
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