El 8 de mayo de 1999, el Estadio Obras Sanitarias fue testigo de uno de los momentos más memorables de la historia del rock nacional. Esa noche, Diego Armando Maradona subió al escenario durante un recital de Los Piojos, cumpliendo una promesa que había flotado entre reuniones fugaces, llamadas telefónicas y una admiración mutua. El vínculo entre el Diez y la banda de El Palomar se selló con una ovación del público, un par de botines y un “Maradó” coreado por miles. Fue más que un espectáculo: fue un nuevo encuentro entre el ídolo y el pueblo.
Durante tres noches consecutivas, Los Piojos llenaron Obras en el marco de la presentación de Azul, su cuarto disco de estudio. Pero fue en la segunda fecha, el sábado 8 de mayo, cuando sucedió lo inesperado. Esa noche, entre las 6000 almas que colmaban el estadio, una presencia cambió el curso emocional del recital. Maradona llegó al recinto como espectador y terminó siendo protagonista.

Según relató el periodista Fernando D’Addario en Página/12, los primeros temas del show estuvieron atravesados por la ansiedad de los músicos: “los primeros nueve temas del show tuvieron a los músicos desconcentrados, mirando para el costado, a ver si llegaba, si no llegaba”. Finalmente, llegó. Y fue entonces cuando Andrés Ciro Martínez anunció: “Vamos a hacer un tema para el más grande del mundo”. Empezó a sonar “Maradó”, el homenaje que la banda había compuesto años antes, y el estadio estalló.
“Olé, olé, olé, Diego… Diego…” fue el grito del público que lo recibió como a un mesías. Diego saludó y agradeció la canción. Pero, como era de esperarse conociendo a El Diez, no todo terminó allí. También pidió el micrófono para sumar otra frase icónica a su historial: “Todos necesitamos un poco de afecto”. Luego, en una escena inolvidable, le regaló a Ciro los últimos botines que usó en Boca. “No es una camiseta, pero son los últimos botines que usé. Esto es de parte mía y de toda mi familia. Dalma y Giannina, que son lo que más quiero en el mundo”, dijo conmovido.
El cantante, visiblemente emocionado, no pudo contener las lágrimas. A partir de allí, todo fue una fiesta, con banderas flameando y una energía que desbordaba. Una imagen que ni siquiera los propios músicos podían creer.
La conexión entre Los Piojos y El Diego venía gestándose desde tiempo antes. Todo comenzó cuando Pocho, el manager del grupo, le acercó a Maradona un casete con la versión inicial del tema “Maradó”, en medio del escándalo posterior al Mundial de 1994. Andrés Ciro recordó años después: “Queríamos saber qué le parecía, porque si a él no le gustaba, no la íbamos a tocar y mucho menos grabar”. Pero a Diego le gustó. Tanto, que Dalma y Giannina la escuchaban siempre en su casa, y él se había vuelto fan de la banda.

El primer intento de encuentro falló. Un allegado avisó que Maradona quería verlos, pero no apareció. A pesar de eso, Andrés confesó, años después, que aún esperaba que El Diez se haga presente en uno de sus shows. El reencuentro informal se produjo en el boliche La Diosa, donde Maradona declaró: “A Los Piojos los tengo acá arriba”. Finalmente, antes de las fechas en Obras, Diego avisó: “Mañana voy”. Cumplió.
El domingo, después de aquel mítico ritual del sábado 8 de mayo, Diego volvió a Obras. Esa misma tarde, tanto el cantante como el exfutbolista compartieron el superclásico en la Bombonera desde el palco de Maradona, donde Boca le ganó a River 2-1 con un jugador menos. Esa noche, Diego Armando se subió otra vez al escenario. Esta vez, para escuchar “El Farolito”, que él mismo había exigido que estuviera en el repertorio. El estadio volvió a explotar.

El vínculo se trasladó más allá de los escenarios. Maradona comenzó a frecuentar la quinta que la banda tenía en Paso del Rey, donde compartían asados, fútbol-tenis, improvisaciones musicales y largas charlas. En una de esas madrugadas, Diego pidió: “Tocá el himno”, y todos en la sala se pusieron de pie como si fuera a empezar un partido. Ciro tocó la armónica, y El Diez, con el puño en el pecho, convirtió ese instante en ceremonia.
Tiempo después, la banda lanzó el disco Ritual, grabado en vivo en varios recitales de ese mismo 1999. Allí quedó inmortalizada la experiencia de aquellas noches de mayo. Como homenaje, le regalaron a Maradona un bombo con el logo de Los Piojos y los colores de Boca, que aunque no pudo recibir en persona, llegó a sus manos como testimonio de esa amistad.
En una entrevista posterior, Ciro lo sintetizó durante su charla con D’Addario: “Diego es el chico que se niega a pertenecer al mundo careta de los adultos”. Y también, durante la entrevista en Caja Negra con Julio Leiva, recordó su abrazo: “Nadie abraza como él. Era un tipo tan expresivo y explosivo”.

En las palabras que Andrés Ciro publicó tras la muerte del Diez, quedó encapsulado el sentimiento de todos los que vivieron aquel instante: “Cantaste tangos con nosotros. Improvisaste un blues. Tocaste percusión. Cuando te fuiste, nos dejaste más llenos de lo que llegaste”. Y sobre todo, esa imagen final: “Cuando ya los vapores confundían nuestras mentes y sentía que solo tu presencia me mantenía algo lúcido, me dijiste: ‘¡Tocá el himno!’”.
El Estadio Obras Sanitarias, apodado el “templo del rock argentino”, fue ese fin de semana mucho más que un escenario. Se convirtió en una cancha emocional donde se cruzaron el fútbol y la música, la admiración popular y el homenaje mutuo. Los Piojos conocieron al Diez, y con él, dejaron una página indeleble en la historia de la cultura argentina.
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