Fue en el fragor de una conversación entre anécdotas veraniegas, risas compartidas y la química innegable de una mesa que ya encontró su ritmo, cuando La China Ansa, con la voz vibrante y emocionada, soltó la noticia que dejó en silencio a sus compañeros. La conductora, que actualmente reemplaza a Nati Jota durante sus vacaciones en el programa de streaming Sería Increíble, confesó al aire que está embarazada por segunda vez.
No fue una declaración planeada. Fue casi una epifanía espontánea, nacida de la memoria de un verano en Mar del Plata, donde junto a sus compañeros Damián Betular, Eial Moldavsky y Homero Pettinato, compartió escenario y días de temporada durante el mes de enero. En medio del recuerdo de esos días maratónicos, de esa especie de festival privado que empezó un martes y terminó un viernes sin reglas, la China se permitió un momento de verdad.
—Después de ese fin de semana alocado… dormí en otro cuarto (con mi marido)—dijo, con una sonrisa cómplice, como quien revela el inicio de una novela—. Y ahí llegó lo más lindo de mi vida. Porque en el hotel, en Mar del Plata… quedé embarazada. Y hoy tengo un bebé.

El estudio se quedó en silencio apenas por un instante. Luego llegaron los abrazos, las exclamaciones, las risas. La China acarició su pancita y aclaró, con ternura y orgullo, que está transitando su cuarto mes de gestación. La fecha estimada de parto: octubre.
China Ansa y su pareja, Diego Mendoza, exfutbolista profesional y actual figura en el mundo del deporte, ya son padres de India, una niña de un año y diez meses que, según ha contado la propia China en varias entrevistas, “le cambió la vida de forma radical”. El deseo de ampliar la familia estaba latente. Hoy es una certeza en crecimiento.
"Queremos tener dos o tres hijos“,dijo sin dudar, mientras el brillo en sus ojos no podía ocultar la emoción.

Es una historia simple y poderosa. En una habitación de hotel, tras jornadas de teatro y mar agitado, entre las sábanas de una noche cualquiera, nació un nuevo comienzo. No tiene la estructura de un cuento clásico, pero contiene todos los elementos de uno: el azar, el amor, la sorpresa. Y ahora, la promesa de una nueva vida.
Mar del Plata ya no será solo un lugar de trabajo o veraneo para ella. Será siempre el escenario invisible de un instante sagrado. Porque fue allí, sin buscarlo, donde su segundo hijo —o hija— empezó a latir.
La China lo dijo en vivo. Con la voz quebrada. Como se cuentan las cosas que realmente importan. Y nadie en Olga olvidará ese momento.
Cabe recordar que en junio pasado, cuando el invierno apenas se asomaba, la China y Diego celebraron el primer año de vida de su hija India. Lo hicieron a su manera: con sensibilidad, dedicación y una estética cuidada hasta el último detalle.
El salón parecía un rincón encantado sacado de un cuento de los hermanos Grimm. Una paleta de colores suaves —rosa, té, blanco, beige, naranja pálido y un amarillo cálido— envolvía cada rincón, desde los manteles hasta la torta. Las paredes estaban adornadas con figuras de honguitos, mariposas, flores secas y pequeños ciervos, como si el bosque hubiera descendido, por una tarde, al corazón de la ciudad.
Los preparativos comenzaron semanas antes y las imágenes que ambos compartieron en Instagram transmitían más que una celebración. Eran postales de un amor que se aprende sobre la marcha, de un crecimiento compartido. China, reconocida por su carisma en Escape Perfecto (Telefe) y su presencia sobria en los noticieros, dejaba ver en cada imagen una faceta más íntima, más blanda: la de madre primeriza profundamente enamorada de su hija.
Diego Mendoza, por su parte, acompañó con esa mezcla de ternura y orgullo que parece ser el sello de los padres que han encontrado su hogar no en una casa, sino en una persona pequeña de un año. Abrazos, juegos, fotos en familia y ese brillo en los ojos que ningún filtro puede fabricar.

Los seguidores no tardaron en reaccionar. “¡Qué belleza de cumple!”, “Parece un cuento de hadas”, “India es una afortunada de tenerlos como papás”, fueron solo algunos de los cientos de comentarios que inundaron sus publicaciones. No eran exageraciones. Las imágenes hablaban por sí solas: amor, cuidado y una ternura que desbordaba las pantallas.
Entre los invitados, amigos íntimos y familiares. Nadie ajeno. Solo los que conocen el detrás de escena: los desvelos, las primeras fiebres, los pasitos dados de la mano y los miedos nuevos. Esa comunidad pequeña pero esencial que sostiene los primeros años de la crianza.
India apagó su primera vela rodeada de flores y ternura. Fue una escena breve, pero cargada de significado. La China la miró y, dicen, se le humedecieron los ojos.
Quizás porque entendió que no hay celebración más honda que ver a su hija cumplir un año y saber que todo, absolutamente todo, ha cambiado. Y que apenas es el comienzo.