El abrazo conmovedor entre Carolina Baldini y Giuliano Simeone luego de su primer gol en la selección argentina se coló entre las postales del histórico triunfo ante Brasil, una de las noticias más importantes de la semana. Entre el juego brillante del equipo, los goles de antología, el “ole” de las tribunas y el picante con el rival de toda la vida, emocionó la secuencia de una madre y su hijo en una comunión sin espacio ni tiempo. Un diálogo tácito y lacrimoso entre el orgullo por el objetivo cumplido y la gratitud por el esfuerzo para que sea posible. Un momento íntimo pero a cielo abierto, con miles de testigos en las tribunas y millones a lo largo del mundo.
Como un abrazo del alma 2.0, la secuencia se viralizó en las redes y sin querer volvió a poner el foco en Carolina Baldini. Pareja durante casi 20 años de Diego Simeone, modelo, empresaria pero, ante todo, madre. Una mujer que supo manejar los flashes y sortear los escándalos entre apariciones esporádicas y largos silencios. Y que siempre tuvo en claro que iba a estar al lado de sus hijos, sin negociar nada a cambio.

Carolina Baldini y Diego Simeone se conocieron en 1992 en San Bernardo, el balneario del que eran habitués y que también frecuentaba otro personaje de esta historia que más tarde cobrará protagonismo. El futbolista surgido en Vélez Sarsfield jugaba en el Pisa de Italia y con 22 años era una de las figuras de la selección argentina en plena renovación. Ella tenía 18 y un breve paso por el universo mediático como parte de las Jau Match, el staff de bailarinas que Mario Pergolini había diseñado en su Hacelo por mí para contrarrestar con una versión más audaz a Las Tinellis de Ritmo de la Noche. Carolina abandonó el superclásico televisivo de los primeros 90, según contó, porque se negó a hacer una producción en la calle en ropa interior. Quince años después iba a jugar para el otro bando, pero esa es otra historia.
En los primeros 90, salvo los contados romances con algunas figuras de la farándula, las esposas de los futbolistas no eran conocidas por el público. No había redes sociales y la época obligaba a seguir el mandato de la ama de casa a la vieja escuela. El término botinera estaba por inventarse. El de influencer, también, mientras Mariana Nannis se preparaba para conformar la excepción a la regla.
“A nosotras no nos llamaban botineras. Yo me siento del lado de Claudia Villafañe, de Ana Laura Goycochea. Nosotras dedicábamos la vida entera a nuestros maridos, éramos unas geishas y no sé si estaba tan bueno porque dejábamos muchas cosas de lado”, explicó Carolina mucho tiempo después, para poner en contexto. En su época, la exposición era mínima, cuidada y avalada: alguna producción para una revista, una presentación casual durante un reportaje. Así llegaron al casamiento, celebrado en julio de 1994, bajo la tristeza todavía latente del Mundial de los Estados Unidos.

En ese panorama, Carolina Baldini no tardó en hacerse un nombre propio, aunque de manera paulatina. Primero pagó derecho de piso con el apodo nada original de La Chola, del que nunca renegó, aun cuando las cosas no terminaron bien entre ellos. Luego, uno mucho más glamoroso, divertido y hasta provocador: Los Beckham argentinos, con el que empezó a jugar en serio el juego mediático y se animó a las tapas de revistas de la farándula.
La comparación con la spice Victoria Adams y el futbolista del Manchester United tiene un poco de ironía y otro de realidad. No había tanto glamour en los Simeone como la mirada atenta de los flashes en la belleza de Carolina, su pelo casi siempre corto, su sonrisa lista. El cruce futbolero entre el Cholo y Beckham en el Mundial 98 que terminó con la expulsión del británico -una escena recreada en su reciente documental- le puso un ingrediente extra a la comparación. “No nos creemos los Beckham argentinos”, sentenciaron en una tapa de revistas en la que lucen llamativamente parecidos a David y Victoria.
El Cholo representó a la albiceleste en 106 partidos, convirtiéndose en el símbolo de una época. Jugó en el Sevilla y el Atlético Madrid de España, y en la Lazio y el Inter de Italia, antes de regresar al país para cumplir el sueño del hincha y ponerse la camiseta de Racing Club. Y por allí anduvo Carolina, dejando en pausa su prometedora carrera de modelo para ser la gran mujer detrás del gran hombre, y formar la ansiada familia con los nacimientos de Giovanni (1995), Gianluca (1998) y Giuliano (2002).
En 2005, los Simeone regresaron a la Argentina cuando Diego firmó para jugar en Racing, y al año siguiente, inició en el club de Avellaneda su camino como director técnico que desarrolló en el país hasta 2011, interrumpido por un paso por el Catania italiano. Por entonces, Carolina sentía que ya había cumplido con los mandatos de época y estaba lista para retomar su actividad personal. El Cholo parecía estar de acuerdo. “Construimos una familia impresionante, y, ahora, yo aprenderé de moda, como ella aprendió de fútbol”, concedió.
Pero la alta exposición de Baldini alteró aquellos planes iniciales. En 2008, la convocó Marcelo Tinelli para Bailando por un sueño. Fue una de las figuras de un ShowMatch de altísimos números de rating y como nunca antes empezó a hablarse de ella. El Cholo la acompañó al piso y por primera vez experimentó el rol de esposo de. Carolina fue tapa de las principales revistas e incluso tuvo un ofrecimiento para posar en Playboy. “Una madre no debe salir desnuda en público”, se excusó.
Pero puertas adentro, el matrimonio no atravesaba un buen momento y ese mismo año Carolina se vio envuelta en un escándalo mediático cuando se la vinculó con un guardavidas al que la farándula apodó He-Man. Primero se los vio en San Bernardo, luego coincidieron “de casualidad” en Playa del Carmen, y más tarde en Brasil. Baldini siempre negó el supuesto romance con Fabián Orlovsky, el bañero en cuestión, a quien definió como “un amigo”. Y justificó cada una de sus acciones.
Ella aseguraba que ambos se eran fieles mutuamente, aunque reconocía que había una crisis con Simeone. “Estamos viendo qué pasa”, dudaba, y asumía que aquellas fotos publicadas en una revista fueron difíciles de asimilar para el exfutbolista. “Fabián y yo somos muy buenos amigos. Creo en la amistad entre el hombre y la mujer. Además, fue un encuentro casual. Yo estaba en la Riviera Maya y él haciendo plata en Playa del Carmen, porque es guardavida. Y como estábamos a 45 kilómetros de distancia, vino varias veces a visitarme. Obvio que no pasó nada, yo estaba con mis hijos. Me cae mal, pero ya me acostumbré a que me inventen romances”. He-Man dio una versión parecida de las fotos. “Yo estaba ahí y ya nos conocíamos de antemano. Y bueno, nos encontramos. Nada más”, minimizó en diálogo con Alejandro Fantino cuando ya habían pasado sus 15 minutos de fama.
Lo concreto es que, ese mismo año, Carolina y Diego se separaron por primera vez. Luego de un impasse, Baldini y Simeone se dieron una segunda oportunidad y parecían muy enamorados al volver de la luna de miel conciliatoria en Miami. En 2011, la familia se mudó a Madrid, donde el entrenador inició su ciclo al frente del Atlético, que todavía continúa. Lo que no tuvo duración fue el matrimonio, que al poco tiempo terminó por desintegrarse definitivamente.
Con la separación, Carolina se enfocó en las campañas publicitarias, mientras acompañó a sus hijos en sus respectivas carreras como futbolistas. Viviendo un poco en Argentina y otro en Europa, según los momentos de cada uno, puso la energía en un proyecto de indumentaria para el que se asoció con una amiga. Y le dio una nota a LAM donde habló como nunca antes se refirió a la separación del futbolista.
“Para los chicos fue doloroso. Nos sentamos los dos. Yo no podía hablar mucho y fue Diego el que lo contó. Giovanni tenía 15 años y se le cayeron algunas lágrimas. El otro miraba y el chiquito daba vueltas por ahí. Pero, para los hijos, ver a los padres tranquilos es lo mejor que puede pasar”, reflexionó con el diario del lunes.
“Estoy tranquila porque di todo en la pareja. Empezamos cuando éramos muy chicos. Yo lo conocí cuando tenía 18 años, y el amor se fue terminando. Hoy, ya está todo resuelto: pasaron más de 10 años”, aseguró. También soltó una sentencia que rebotó al otro lado del Atlántico: “Yo tomé la decisión”.

Para ese momento, Diego estaba en pareja con la modelo Carla Pereyra, veinte años menor y madre de sus hijas Valentina y Francisca. Según trascendió, no le habrían gustado sus declaraciones, por lo que recibió una carta documento. Carolina volvió al piso y dio su versión con la misma naturalidad. “Hace diez años que no aparezco, hablé acá y en una revista, ¿dónde dije algo malo?”, se preguntó y se respondió: “Al contrario, quería presentar mi marca de ropa, sumar algunos seguidores, pero esa es mi vida. ¿Qué problema hay en haber estado casada con él y tener tres hijos divinos? Es obvio que me van a preguntar y está todo bien”, sentenció.
Diez días después, el destino había fijado una cita en la que Diego y Carolina debían estar inevitablemente cara a cara: la boda de su hijo mayor y Giulia Coppini, modelo, actriz y presentadora de televisión. Era tal la tensión que llegó a rumorearse que el entrenador no asistiría a la fiesta realizada en Florencia, Italia. Finalmente, sí estuvieron, aunque no se vio ningún acercamiento entre los ex, al menos entre las que circularon en redes.

Carolina posó feliz con sus tres hijos y con su nuera, con quien la une una gran relación. Lo mismo ocurre con la modelo Eva Bargiela, novia de Gianluca, al punto que fue ella misma la encargada de oficializar la relación cuando todos eran rumores y con Irene Ariza, pareja de Giuliano. Verlos realizarse en lo profesional y en lo humano le dio esa sensación placentera de satisfacción. Y ahora sí, abrirle la puerta una vez más al amor.
Después de afrontar una relación que definió como “tóxica”, una serie de casualidades la puso frente a frente con Pablo Pereyra, capitán de Aerolíneas Argentinas y vecino de Nordelta. Sin embargo, el flechazo ocurrió en Noruega, cuando coincidieron en una travesía en moto.

Fue amor a primera vista, lo que evitó todo tipo de cuestionamientos o incertidumbres. A medida que avanzaba la relación, se animó a compartir imágenes y momentos de la pareja. Sin ocultar ni alardear, en la justa medida que no había podido experimentar hasta entonces. En sus redes sociales, Carolina marca el 11 de junio de 2022 como inicio de la relación. En este tiempo, recorrieron el mundo, ensamblaron familias y compartieron las pequeñas cosas. Y ella lo quiso contar a su manera, desde el tiempo presente pero con un dejo retrospectivo: “Elegirse todos los días no es fácil y todo se resume a que te cuiden. Gracias, amor, por acompañarme en esta aventura de la vida”.