El inesperado reencuentro de dos exparejas de Marcelo Tinelli: risas, tragos y un festejo atrasado

Momi Giardina y Guillermina Valdés se encontraron en un bar de Chacarita. El video

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Momi Giardina y Guillermina Valdes se juntaron a comer (Video: Instagram)

En una vereda del barrio de Chacarita, con las luces tenues del primer piso de un bar filtrándose desde adentro y la brisa suave de una noche de jueves porteña, ocurrió lo impensado. Momi Giardina y Guillermina Valdés, dos mujeres con pasado sentimental en común, por sus respectivas relaciones con Marcelo Tinelli, se encontraron para tener un encuentro íntimo, sólo acompañadas por la dueña del lugar, la empresaria Morena López Blanco.

Del momento solo quedó como testimonio un breve video capturado por la conductora de Luzu TV, en el que las tres mujeres —Valdés, Giardina y López Blanco— disfrutan del encuentro. Lo anecdótico está en el trasfondo: ambas fueron pareja de Marcelo Tinelli, aunque en tiempos y circunstancias muy distintas. Guillermina, durante una década. Con él tuvo a Lorenzo, el hijo menor del conductor. Momi, en cambio, vivió un romance breve, de meses, pero no por ello menos comentado.

En las imágenes tomadas dentro del bar Sofá, Valdés luce impecable. Un conjunto negro monocromático: pantalón, camisa y blazer arena para romper la sobriedad del look. Al despedirse, apenas suelta una palabra, casi susurrada: “Bye”. Se aleja del plano, ligera como el humo. Al fondo, las risas de Giardina y la dueña del lugar, que completan la escena.

El gesto no pasó desapercibido. La publicación inicial de Giardina fue replicada por Valdés, quien acompañó el video con emojis de corazones, gesto virtual que no deja dudas sobre el afecto que las une. No es la primera vez. La exbailarina mantiene una relación estrecha con las hijas mayores de Tinelli, por lo que su presencia en reuniones familiares ha sido frecuente.

La reacción de Guillermina Valdés
La reacción de Guillermina Valdés al video de Momi

Este encuentro, en el que Guillermina pidió un whisky y Momi prefirió una copa de vino, se dio casi una semana después del cumpleaños de la comediante, por lo que se puede tratar de un festejo atrasado, puesto que la celebración oficial se vio opacada por un insólito hecho. El plan era sencillo: celebrar un nuevo año de vida, brindar, reírse un poco. Pero lo que vivió el fin de semana de su cumpleaños fue una tragicomedia urbana.

Un festejo postergado

Tras una jornada de trabajo y algunos trámites, la actriz estacionó su auto como de costumbre en la calle, frente a su casa. A pesar de tener una cochera alquilada por todo un año, la consideraba intransitable: “Lo hice mierda, porque es la cochera más incómoda que hay. Prefiero dejarlo en la puerta antes que dejarlo en la cochera”, confesó, entre risas, al aire de Nadie dice nada, el ciclo de Luzu TV del que forma parte. Precavida, grabó un video marcando la ubicación exacta del vehículo, sabiendo que suele olvidar dónde lo deja. Pero nada la preparó para lo que vendría después.

El domingo, lista para continuar con los festejos, bajó a buscar su auto. Y no estaba. Su reacción fue instantánea: “Ay, la p... madre, me lo llevó la grúa. Qué cagada”, pensó. En vez de dramatizar, decidió seguir con sus planes. Más tarde, cuando la celebración ya había terminado, fue hasta el depósito de acarreo. Dio su nombre, la patente, esperó... pero no figuraba. Le pidieron que recorriera el pabellón. Nada. Lo registró todo en sus redes como si fuera una serie: “Storytime de cuando me robaron el auto”, bromeaba, mientras se grababa caminando entre autos remolcados.

Momi Giardina pensó que le robaron el auto y fue parte de un motín en la comisaría (Video: Luzu TV)

La historia se volvió más espesa. Fue junto a su pareja a una comisaría de la comuna 14 para denunciar el robo. Allí se topó con una escena que rozaba el delirio: “Cuando llego a la comisaría, chicos, había un motín de 20 presos”, contó. Los oficiales les advirtieron: “Están tirando gas pimienta”. Ella, sin poder evitarlo, empezó a toser.

Era de terror porque los presos se estaban descomponiendo, pues se estaban matando a trompadas”, recordó. Pero el giro en la historia estaba más cerca de lo esperado: “Nos vamos y cuando nos vamos, Seba me dice: vamos a dar una vuelta a ver si no lo vemos al auto”. Y lo vieron. En una calle oscura, estaba ahí. La silueta del vehículo, inalterada. “Ahí está”, dijo su pareja. Pero el alivio fue fugaz. Un patrullero se acercó y les advirtió que no podían tocarlo: ya tenía pedido de captura. Si alguien lo había usado para cometer un delito, las huellas de ella estarían en el interior. El auto se había convertido en una prueba.

Lo más insólito: el auto estaba entero. “¿No te afanaron lo que estaba adentro?”, le preguntaron. “Nada, amiga. Ni la abuela de auxilio”, respondió ella, aludiendo a la rueda de repuesto. Finalmente, y tras días de insomnio y trámites fallidos, Giardina recuperó el auto. ¿El origen de la odisea? Un descuido. “Parece ser que yo lo dejé encendido. Alguien lo vio, lo agarraron, lo dejaron ahí y chau”, dedujo.