Momi Giardina tuvo un fin de semana de cumpleaños más movido de lo esperado. El día viernes por la tarde, tras una jornada de trabajo y algunos trámites, volvió a su casa, estacionó el auto en la calle, pasó el tiempo y el domingo por la mañana comenzó una divertida odisea que contó al aire de Nadie dice nada el programa del que forma parte en Luzu TV.
Según explicó, siempre deja el vehículo estacionado en la calle, aunque tiene una cochera alquilada por todo un año, prefería evitarla por su incomodidad: “Lo hice mierda, porque es la cochera más incómoda que hay. Prefiero dejarlo en la puerta antes que dejarlo en la cochera”, admitió. Debido a su costumbre de olvidar dónde deja el auto, se grabó un video marcando la ubicación exacta del vehículo. Esta acción, aunque bien intencionada, no evitó lo que vendría después.
Recién el domingo, cuando planeaba utilizarlo para ir a festejar su nuevo año de vida, se dio cuenta de que el auto ya no estaba en el lugar. La reacción inicial fue de alarma. Pensó que lo habían remolcado por alguna infracción: “Ay, la puta madre, me lo llevó la grúa. Qué cagada”, relató, aunque optó por no arruinar el día y continuó con sus planes. Cuando terminó con la celebración se dispuso a buscar su vehículo, razón por la cual fue al depósito de acarreo de las grúas.
Allí le pidieron su nombre y la patente, pero al no figurar en el sistema, le indicaron que se dirigiera al pabellón “a ver si lo encontrás”. En paralelo, ella documentaba la experiencia en sus redes: “Storytime de cuando me robaron el auto”, dijo entre risas en las historias que subió en sus redes sociales, mientras en la pantalla se veía el video que grabó dentro del estacionamiento de la grúa. Finalmente, no lo encontró, por lo que hizo la denuncia policial, que dio inicio a otro capítulo de esta historia.
Momi y su pareja se presentaron en una comisaría de la comuna 14 y se encontraron con una situación más complicada de lo normal: “Cuando llego a la comisaría, chicos, había un motín de 20 presos”, afirmó. El ambiente, lejos de ser propicio para radicar una denuncia, estaba completamente alterado. Según narró, los agentes le explicaron que “están tirando gas pimienta”, y ella, visiblemente afectada, comenzó a toser sin control. Mientras todo esto estaba pasando, ingresó un joven “todo así, timidito” que pretendía denunciar la pérdida de su documento. La respuesta del oficial fue contundente: “Pibe, tómatela, que estamos en un quilombo”.

“Era de terror porque los presos se estaban descomponiendo, pues se estaban matando a trompadas”, relató la bailarina. A pesar de ese panorama, intentó iniciar el trámite por el robo del auto, sin embargo, le indicaron que “había que llenar papeles, todo, y esperar”. Ante la imposibilidad de avanzar, el personal policial le sugirió retirarse: “Nos vamos y cuando nos vamos, Seba me dice: vamos a dar una vuelta a ver si no lo vemos al auto”.
En esa búsqueda, su pareja quien advirtió una silueta familiar: “Se mete en una calle oscura, me dice: ‘Ahí está‘”. Pero el hallazgo del auto no trajo alivio inmediato. Aunque estaba intacto, se enfrentaron a una nueva complicación: “La policía nos dijo que no lo podíamos tocar porque ya tenía pedido de captura. Si usaron el auto para un delito, quedan mis huellas”.
Volvieron entonces a la comisaría para informar la localización exacta, pero no lograron recordar la calle: “Se nos pasó a los dos la calle. No nos dimos cuenta”. Ante este contratiempo, su pareja se ofreció a regresar solo al sitio, mientras ella permanecía en la dependencia policial, aún afectada por el caos interno del motín: “Yo empiezo a temblar, me baja la presión y le mando un mensaje a Seba: ‘¿Cuánto te falta? Tengo miedo’”.
Una vez confirmada la ubicación del vehículo, la situación se volvió aún más burocrática: “El proceso ahora es muy largo. Con todo este quilombo que tenemos en la comisaría… no sé cuándo te pueden ir a hacer lo de las huellas”.
En plena madrugada, recibió el llamado que esperaba: la policía estaba junto al auto y necesitaba su presencia. La intervención forense consistió en el rociado de polvos reveladores para intentar levantar huellas dactilares del interior del vehículo. Al parecer la policía no fue capaz de obtener las huellas digitales del vehículo, entre risas Giardina relató: “La cana, a la que amé, me dijo que por la mugre del auto no se podían leer las huellas”
A pesar de no obtener evidencia, la policía le restituyó el vehículo, que estaba completo: “¿No te afanaron lo que estaba adentro?, le preguntaron. A lo que la ex bailarina de Marcelo Tinelli respondió: “Nada, amiga. Ni la abuela de auxilio”, haciendo referencia a la rueda de auxilio.
Finalmente, y tras días de incertidumbre, Momi logró recuperar lo que llamó con humor “la batata esta que me quiero morir”. Según dedujeron, todo comenzó con un error: “Parece ser que yo lo dejé encendido. Alguien lo vio, lo agarraron, lo dejaron ahí y chau”.