Tal como había prometido en su charla con Teleshow a pocas horas de la muerte de Antonio Gasalla, Carlos Perciavalle se tomó unos minutos en el cierre de su programa ‘Perciavalle para creer’, de Canal 11 de Punta del Este, para recordarlo. Con una emoción contenida, en sus palabras resumió los 65 años de amistad (se conocieron exactamente en 1960) y escenarios compartidos.
“Esta semana hemos tenido un hecho fundamental con la muerte de mi querido amigo Antonio Gasalla, que a mi me provocó emociones encontradas. Por un lado la lógica tristeza de que un ser tan querido, tan talentoso y tan creativo no exista más Y por otro lado, la suerte de haberlo conocido, y de que parte enorme de su obra siga todavía en los canales, que la podamos seguir viendo, está absolutamente en todos lados, hay gente que se dedica a pasar especialmente cosas increíbles. Yo veo programas de Antonio que no había visto y lloro de risa como si no lo hubiera visto nunca”, comenzó su sentido discurso.
Y luego recordó los comienzos y el afán de verlos enfrentados: “He sido compañero de él desde jovencito en el conservatorio, hicimos los cuatro años juntos. Después hicimos muchas temporadas. Servimos a la prensa, porque se inventaron peleas, como teníamos una vida privada muy privada ambos, se inventaron romances y peleas que nunca existieron, están en la mentalidad colectiva”.

Para el final, dejó su despedida: “Lo único que les puedo decir es que nunca me he reído tanto con una persona como con Antonio. Me he reído porque le pasaban las cosas más increíbles, divertidas y más inesperadas. Tuvo un final no muy agradable, pero en definitiva, cuando pasó lo que pasó yo tuve sentimientos encontrados, porque dije que pena y que alegría. Que alegría porque ese ser ya no sufre más. Qué alegría porque seguirá vivo en todos los corazones que nos hemos reído con él y sobre todo en el de ustedes, que aún lo buscan en Volver y que aun lo van a tener en la cantidad maravillosa de las películas que hizo y en los personajes increíbles que hizo y en la capacidad enorme de trabajo que, estoy seguro, aún hoy sigue vigente con entusiasmo en nuestras vidas, Antonio querido, este programa, a vos que te gustaba tanto el mundo del espectáculo, es para vos, para que donde estés, en la estrella más luminosa del cielo, nos sigas acompañando siempre. Nunca te vamos a olvidar”.
Hace cinco días, en su diálogo con Teleshow, Perciavalle contó las primeras palabras que intercambió con Gasalla, cuando había llegado desde Montevideo a Buenos Aires para estudiar en el Conservatorio de Arte Dramático y se sentaron uno junto al otro en el ingreso: “Estábamos con toda la gente que iba a dar el examen. Lo primero fue, claro ‘¿vos vas a dar el examen? Y ahí empezamos: ‘¿vos creés que a esa gorda la van a tomar? ¿Y a ese flaco? ¡Pero cómo cree que va a ser actor!’ Empezamos a criticar y a reírnos de todo. Y esa fue una constante en nuestra vida: la crítica sardónica, nuestro tipo de humor. El ver las cosas desde afuera y desde adentro también. Mirá, la prueba era leer un trozo del Martín Fierro, y tenía una trampa. Había que leer ‘un padre que da consejos, más que padre es un amigo… Como amigo, les digo, vivan con precaución, nadie sabe en qué rincón, se esconde su enemigo’. Y todos entraba y lo leían de corrido. Estábamos repasando y le pregunté por qué habrán puesto el Martín Fierro. Y me respondió ‘porque ahí está la trampa, hay que hacer las pausas. Si no, sonaste’.
En el mismo año en que se conocieron, crearon el café concert con la obra Help, Valentino!, junto a Edda Díaz y Nora Blay. Luego, entre otras llegaron “La mandarina a pedal”, “Yo no, ¿y Ud.?” y “Gasalla y Perciavalle en Broadway”. Y más adelante, colaboraron en televisión esporádicamente: “Hicimos una larguísima carrera juntos, nos conocimos mucho. Yo creo, y sin exagerar, es mi opinión, que Antonio fue el mejor actor con el que he podido trabajar”.

La última vez que Perciavalle lo visitó, ya Gasalla estaba internado y no reconocía a quienes lo rodeaban. Esa despedida en persona fue reveladora para el cómico uruguayo: “Fui hasta el sanatorio donde estaba, hará un año y medio más o menos. Pero él ya no estaba. Era un cuerpo nada más. Me contaba el hermano y Marcelo Polino que echaba a todo el mundo que no le gustaba a los cinco minutos. Yo me quedé una hora y media con él, le toqué las manos. Pero estoy seguro de que no me reconoció. No te puedo decir que me comuniqué o supo que era yo porque te estaría mintiendo. Pero ahí me di cuenta que Antonio era alguien muy, pero muy importante en mi vida”.
Gasalla murió el martes 18 de marzo en el Sanatorio Otamendi, a los 84 años, luego de una larga enfermedad. Su salud ya era frágil por el cuadro de demencia senil que lo aquejaba. Sus restos descansan en el cementerio Parque Memorial de la localidad de Pilar. Momentos antes de concluir la ceremonia, se escuchó, en su voz, el Soneto XV de William Shakespeare, su favorito, que así termina: “Entonces la visión de esa infidente clase / me hace veros tan joven y rico en ese extremo / cuando el Tiempo voraz, se alía con la Ruina / por cambiar tu esplendor, en mezquindad nocturna / Yo en guerra con el Tiempo, y por amor a vos / de todo lo que os roba, hago un injerto nuevo”.