
Donato De Santis, una de las figuras más queridas de la gastronomía televisiva, dejó de lado las recetas y las cámaras por un momento para hablar de algo más crudo, más íntimo, más humano. Lo hizo desde su Italia natal, en diálogo con Catalina Dlugi, en el programa Agarrate Catalina (La Once Diez/ Radio de la Ciudad), donde reveló una experiencia dura, atravesada por el miedo, la juventud y la necesidad de poner límites.
“Cuando recién empezaba, era muy jovencito. Éxito… y te tuviste que defender con un cuchillo en la mano”, le recordó Catalina, marcando el tono del relato. El cocinero, sin esquivar el recuerdo, respiró hondo antes de soltar: “Sí, era lo único que había ahí”. Lo dijo con la misma naturalidad con la que uno habla de un ingrediente más, pero en su voz había peso. “Era una excepción… eran otras épocas. Y aparte, estaba en la cocina, que está armada… hay de todo, hay cuchillos, hay muchas cosas más. Pero así fue la situación, donde tuve que poner unos límites a lo que estaba sucediendo”, expresó el jurado de Masterchef.
El relato se tornó más gráfico cuando la conductora revivió lo que él ya había compartido en una ocasión anterior: “Pusiste a la persona que te estaba acosando sobre la mesa como un pollo y agarraste un cuchillo… y lograste controlar toda la situación”. Ante esta descripción, el excocinero de la casa Versace quiso poner paños fríos: “Esto del pollo me parece demasiada descripción, pero fue una situación de rescate y de defensa”.

No se trataba de un simple conflicto laboral. Lo que Donato enfrentó fue una situación de acoso en una cocina profesional en Estados Unidos, cuando apenas empezaba su carrera internacional. Un joven extranjero, en un entorno hostil, donde el poder se ejercía con violencia velada y nadie parecía mirar. “Yo era la única persona en la cocina donde había 15 personas más. Estaba solo”, remarcó.
De Santis, lejos de regodearse en el episodio, reflexionó desde un lugar sereno, como si el tiempo hubiese decantado la furia inicial. “La vida no es fácil para nadie”, dijo. “Pero creo que lo mejor que uno puede hacer es elegir no pasar a la defensiva, enfrentar la vida en función de cómo se presenta. Aprender a enfrentar lo que viene con adaptabilidad, y ponderar lo que uno tiene”.
En ese mismo clima de confesión íntima, el chef dejó aflorar otra de sus verdades más profundas: el amor por su compañera de vida: Micaela Paglayan De Santis. Conmovido, y con una sinceridad que escapaba a cualquier pose televisiva, se refirió a su esposa, con quien comparte no solo la vida, sino también un universo de pasiones, proyectos y silencios compartidos.

“Mi mujer es mi amante, mi amada, mi compañera, mi amiga y a veces mi contrincante”, dijo, dibujando con cada palabra un retrato lleno de matices. No se trataba de una declaración romántica para la galería: era la voz de un hombre que sabe lo que significa sostener un vínculo con el paso del tiempo, con las luces y las sombras que conlleva.
“Es una mujer con un millón de atributos positivos, con su carácter y sus proyectos”, continuó, reconociendo no solo su admiración, sino también la intensidad de una mujer que no se borra detrás de su figura pública. Y cerró, con la emoción intacta: “Y me quedo corto con todo lo que significa para mí”.
Entre el recuerdo del miedo en una cocina extranjera y la evocación amorosa de su esposa, Donato De Santis mostró las dos caras que lo definen: la fortaleza que supo construir en soledad, y el amor que eligió como refugio definitivo hace varias décadas de su vida.