“No le tengo miedo a nadie, y menos en mi casa”. La frase, pronunciada con la contundencia de quien conoce de sobra el terreno que está pisando, resonó en cada rincón de la casa más vigilada del país. Era cerca de la medianoche del lunes cuando Juliana Furia Scaglione cruzó una vez más el umbral de Gran Hermano 2025 (Telefe), envuelta en un aura de victoria, con el Golden Ticket en la mano y un pasado que la impulsaba, como un vendaval, hacia su revancha personal.
Los concursantes de esta edición la miraban atónitos. Algunos intentaban disimular el temblor en la voz, otros fruncían el ceño, dispuestos al choque. Ella, en cambio, avanzaba segura, como si nunca se hubiera ido. Caminaba con esa energía inquietante que la había convertido en un fenómeno el año anterior. A su lado, también tenía a Cariño, el reno de telgopor que había sido su fiel compañero durante su paso por su primera participación en Gran Hermano.
La escena tenía algo de rito: la exiliada que regresa, la luchadora que vuelve a la arena. Pero esta vez, la espera cargada de pólvora apenas duró unos minutos.
"Ahora es mi casa, mami“, no dudó en plantarse Eugenia Ruiz, mirándola directo a los ojos, con una furia que quiso hacerle honor al apodo de la recién llegada.
Hubo un segundo de silencio. El aire se volvió denso. Furia clavó su mirada en la joven, como si midiera el peso de cada palabra. ”Ah, no sé... creo que es la casa de los chicos primero“, respondió Juliana, esbozando una sonrisa tan fría como afilada, al dejar en claro que su contraparte había entrado en la segunda etapa del juego. Pero Eugenia no retrocedió: “Ahora es mía también”.
La tensión podía cortarse con un cuchillo. La discusión, que empezó como un intercambio de frases, pronto se transformó en un símbolo de lo que estaba por venir. El cruce entre Scaglione y Ruiz se viralizó en cuestión de minutos. Los clips que mostraban el choque de egos recorrieron Twitter, Instagram y TikTok como reguero de pólvora, acompañados por miles de comentarios: “Furia no cambió nada”, “Es la misma del año pasado”, decían algunos; “Esto recién empieza”, auguraban otros.
No era para menos. Juliana Scaglione, la participante que en su participación original había sido expulsada por decisión del público a favor de Martín Ku, volvía con sed de revancha. El Golden Ticket le devolvía la posibilidad de reescribir su historia. Y ella lo sabe.

En su primera recorrida por la casa, Furia acariciaba los muros como quien vuelve a un hogar que creyó perdido. “Esta es mi casa”, aseguró con la obstinación de quien se rehúsa a ceder el trono. La frase no era solo un acto de posesión, sino un desafío a quienes hoy ocupaban el lugar que un día fue suyo.
La presencia de Cariño aportaba al regreso una cuota de mística. Es que la joven lo había convertido en una especie de talismán, casi un símbolo de su resistencia emocional en los momentos más oscuros. Ahora, lo llevaba como un estandarte de guerra.
Furia siempre fue una jugadora de extremos. Sus detractores la acusan de confrontativa y manipuladora. Sus seguidores la defienden como una gladiadora sin miedo, la mujer que se enfrenta a todos sin pestañear. Lo cierto es que en su regreso a Gran Hermano 2025, mostró desde el primer segundo que sigue fiel a su estilo.
Aún es temprano para saber si el regreso de Scaglione marcará un punto de quiebre en la actual edición. Pero su irrupción ya dejó en claro algo: la calma terminó. Y ahora, la casa arde otra vez.