Selva Pérez, una de los ocho participantes recién llegados a la casa de Gran Hermano (Telefe), había tenido un paso por otro famoso reality show en su Uruguay natal. En el pasado, la mujer fue participante de Masterchef Uruguay (formato que en la Argentina también emite Telefe), pero no fue para nada auspicioso.
Si bien intentó demostrar sus dotes culinarios, no pudo superar la primera etapa, en la que los jurados hacen un casting rápido para elegir a los participantes definitivos. Para intentar sorprenderlos, Selva preparó un pollo a la crema que no fue del agrado de los jueces.
“El arroz está pasado”, “Es muy cremoso”, “El plato es demasiado excesivo en materia grasa”, “Quedó a mitad de camino”, fueron algunos de los duros comentarios que recibió de parte del jurado. Y no avanzó en el juego.
Desde que Selva Pérez Carvalho ingresó a la casa de Gran Hermano, los conflictos no tardaron en llegar. Su enfrentamiento con Sandra Priore, la autoproclamada “líder de la cocina”, se convirtió en uno de los momentos más tensos de la nueva etapa. La disputa por el control del sector estratégico del hogar escaló hasta llegar a un duelo culinario en vivo, en el que ambas participantes tuvieron que demostrar quién tenía mejores habilidades.
El desafío fue organizado por Santiago del Moro, que ofreció un enorme premio para la ganadora: dos changos de supermercado repletos de provisiones. Con la casa dividida entre los “originales” y los “nuevos” (que ingresaron el lunes), la disputa entre las dos jugadoras fue más que una simple competencia: se convirtió en una batalla de egos, estrategias y poder.
Y es que el conflicto entre las dos mujeres más grandes de la casa no surgió de la nada. Todo se remontó a los primeros días de la uruguaya dentro de la casa, cuando su actitud en la cocina, además de su intensidad en la cotidianeidad, provocó un enorme malestar entre sus compañeros. Al ver que la comida era un recurso limitado, la platense intentó establecer un sistema de administración, pero Selva no tardó en desafiar su autoridad.
“Yo tengo bastante claro cómo cocinar para 24 personas y qué guardar para no quedarnos sin comer”, reclamó Sandra, indignada porque su compañera había decidido preparar un kilo de arroz sin consultarle. La respuesta de Selva fue tajante: “Lo voy a hacer igual”.
Esta disputa provocó una guerra dentro de la casa. Los participantes quedaron divididos entre quienes apoyaban a Sandra, por considerarla una buena administradora, y quienes defendían a Selva, por creer que la “original” estaba monopolizando los alimentos. En medio de esta tensión, Santiago del Moro decidió intervenir, desafiando a ambas a un duelo de cocina para determinar quién tenía mejores dotes gastronómicos.
La competencia fue una cuestión tanto de habilidades culinarias, como de estrategia. La argentina optó por un plato tradicional y contundente: bomba de papa con albóndigas, una receta que apelaba al gusto popular y buscaba complacer a la mayor cantidad de comensales.
Por su parte, la oriunda de Montevideo apostó por la innovación y preparó una papa rosti, un plato que, si bien tenía un toque más sofisticado, corría el riesgo de no ser del agrado de todos. El jurado estuvo compuesto por las analistas del piso, quienes probaron ambos platos y evaluaron tanto el sabor como la presentación.
Tras una intensa deliberación, el jurado determinó que Selva Pérez Carvalho era la ganadora del desafío, imponiéndose ante Sandra Priore por tres votos contra dos. Su papa rosti se impuso sobre la bomba de papa y consiguió hacerse con los dos changos de supermercado repletos de alimentos como premio.
Aunque Sandra estaba visiblemente molesta, Selva celebró y la invitó a ir a buscar los premios para compartir entre todos los participantes de la casa. Entre ellos había varios productos específicos para varios de los jugadores, como Tato, que es celíaco, y Gabi, que no había comido.