Miguel Ángel Solá: “Me debo tiempo de vida por todos los años en los que me sentí solo y perdido”

A los 74, sabio, valiente y reflexivo, habla de su duro paso por la depresión. Revisa los hechos íntimos que lo empujaron a esa suerte y revela cómo logró escapar

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"A Solas" con Miguel Ángel Solá

Solo se trata de seguir “la ruta del trabajo”. Y de eso sabe tanto como las ocho generaciones de artistas que, antes que él, supieron linar una “familia itinerante” entre España y la Argentina. Lleva en su valija la libertad “como herramienta” y una única ambición: “Que la gente nunca olvide mis trabajos”. Porque, según deduce, “eso quiere decir que he sembrado bien”. Miguel Ángel Solá Vehil está de celebrado regreso en Mi querido presidente (Teatro Apolo). Y en esta charla, y casi una década después de su último escenario porteño, dará cuenta de por qué “la vida, que me ha hecho tantas maldades, aún sigue siendo tan buena conmigo”.

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Miguel Ángel Solá (74) y Maxi De la Cruz (48) en una de las escenas de “Mi querido presidente” sobre el escenario del Teatro Apolo
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Miguel Ángel Solá (74) interpretando al reconocido psiquiatra que ayudará a un Primer Mandatario a dar su primer discurso en “Mi querido presidente” (Teatro Apolo)
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Maxi De la Cruz (48) en la comedia francesa “Mi querido presidente” producidos por RGB Entertainment

Con la indignación al margen, la resonancia se me hace por lo menos paradójica. Hablar de Solá es recordar decenas y decenas de roles en producciones que, en términos cualitativos, hoy serían ni siquiera inigualables (dicho sea de paso, 60 solo en cine). Pero también en la carta abierta que publicó en agosto de 2020, a sus 70: Un texto crudo, furioso, angustioso, a través del cual (y en definitiva), pedía empleo. “Un privilegio destinado, al parecer, ‘para unos pocos ‘adolescentes’ cuyas ‘tramas’ escriben guionistas -que han olvidado con creces la adolescencia-, pero que han vuelto a redescubrir en ella, que la forma de ser adolescente es ‘follar todos con todos’”, escribió.

Entre tanto de esas líneas daba cuenta del desconcierto de sus representantes –“que ofrecen mis servicios a todas horas”– tras cincuenta años de roles de “primerísima categoría, piensan que, para mí, todo es poco”, apuntó. “He sido fuente de inspiración para muchos autores (…) He trabajado en cuatro idiomas (…) He hecho ganar dinero a productores y empresarios (…) He sido premiado en cuatro continentes (…) Y pese a todo, o debido a todo eso, no puedo conseguir trabajo, remataba.

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Miguel Ángel Solá (74) alzando el Martín Fierro al Mejor Actor de Reparto por su actuación en “La leona” (Telefe, 2016)

Casi cinco años después revisa ese arrebato. ¿Fue parte de tan precario contexto pandémico o se trata de los inevitables efectos de una desnutrición cultural que va corriéndolo de plano? “Es un poco de todo”, asegura Solá. “De camino aparecieron cosas nuevas que borraron los puentes que se tienden entre generación y generación. Y la distancia que supone vivir lejos también hace lo suyo para que los directores no contaran conmigo para nada. Como si por no haber estado aquí durante tanto tiempo debería seguir fuera otro tanto más. Como si uno hubiese renunciado a su nacionalidad…”, señala.

“De repente un día recibí la invitación de Pablo Echarri y Martín Seefeld para hacer La leona y ahora el de Gustavo Yankelevich. Pero en treinta y cinco años no me llamó nadie más. ¿Quién quiere dejar de ser quien fue? Y yo sé que he sido importante para muchos”, reflexiona en términos del olvido. Un fantasma que aparece aún más cruento cuando “en lugar de recibir la época de descanso o de asumir algún proyecto solo por ganas, hay que salir a trabajar obligado.” Ese es el problema. Hoy trabajo por obligación. Por el dinero para pagar el alquiler o, directa y literalmente, para comer.

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Miguel Ángel Solá (74) junto a la cartelera de “Equus”, de Peter Shaffer, la obra lo consagró con apenas 26 años
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Miguel Ángel Solá (74) en un ensayo de “Equus”, de Peter Shaffer, dirigido por Cecilio Madanes sobre el escenario del Ateneo, 1976
Miguel Ángel Solá (74) tenía
Miguel Ángel Solá (74) tenía 26 años cuando deslumbró con rol de “Equus” (1976), producido por Alejandro Romay, a quien le ganaría un juicio

La austeridad, económica y de perfil, ha sido una elección para Solá. Nunca fue millonario (“vocación que no he tenido”), ni siquiera consideró el marketing de la proyección internacional que iniciara a sus 26, cuando su labor en Equus (de Peter Shaffer, 1976) fuera considerada por una reconocida publicación americana como la mejor interpretación junto a la de Anthony Hopkins, por citar algún hecho con el que “tal vez otros hubiesen hecho dulce de leche”. “Es que a mí me tocó empezar al revés: yo aprendí a ser buen actor. Empecé ganándome los kilates de buen actor procurando no estar jamás a la gente”, describe.

“Hay otros, en cambio, que se hicieron famosos vendiéndole porquerías a la gente. Y ahora, a esta altura de sus vidas, y respaldados por un sistema de prensa y otros espejismos, quieren ser buenos actores. Pero después quieren hacer teatro y ese es el problema. Y ahí, aunque llenes salas, no puede esconderse la mediocridad,” infiere. “¿Qué se yo? Tal vez esto que digo sea una especie de caricia que me doy de vez en cuando para aceptar esta situación. Como también aceptar que no tengo dinero, pero sigo teniendo talento”.

El desempeño de Miguel Ángel
El desempeño de Miguel Ángel Solá (74) en “Equus” (1976) fue reconocido por una revista americana como el mejor trabajo actoral, junto al de Anthony Hopkins (87)

“El dinero que alguna vez gané lo invertí en cosas fundamentales”, cuenta. Por nominar un ejemplo, en la gran periferia de su metier, aquella suma que recibió en 1983 tras vencer en juicio al mismísimo Alejandro Romay (1927-2015) por cierta cuestión en Equus, fue íntegramente invertida en reponer la pieza pero en Mar del Plata y bajo la dirección de Arturo García Buhr. “Así fue usando su influencia con la prensa para hacerme fama de loco”, apunta.

Entonces “propuse una especie de canje”, recuerda de ese litigio duró cinco años. “Yo me gano la guita con trabajo”. Y entonces cedió. Veinte años después volverían a enfrentarse en Tribunales, cuando el Zar “olvidó que debía pagarme” por su labor en Leandro Leiva, un soñador (Canal 9, 1995), de Alberto Migré.

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Miguel Ángel Solá (74) y Graciela Dufau (82) en “Momentos” (1981), film de María Luisa Bemberg
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Bárbara Mujica (1943-1990) en “Malayunta” (1986), film de José Santiso
Miguel Ángel Solá junto a
Miguel Ángel Solá junto a Juan Leyrado, Darío Grandinetti y Hugo Arana para “Los mosqueteros del rey “, 1991 a 1993
Miguel Ángel Solá (74) en
Miguel Ángel Solá (74) en su rol de “El último traje” (2018), de Pablo Solarz
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Angela Molina (69) en “El último traje” (2018), coproducción argentino-hispano-polaca que protagonizaron juntos

Y si bien asegura que “me hubiese gustado abrir diez”, logró inaugurar al menos un teatro: El Callejón de los Deseos, hoy Espacio Callejón en manos de Javier Daulte. Fue en cooperativa con La Típica en Leve Ascenso, grupo multimediático integrado por artistas de varias disciplinas con necesidad de un sitio propio de manifestación. “En el que yo escribía guiones sobre la historia de un supuesto artista ignorado (Vida, sueños, sexo y arte de Alberto Carlos Bustos, municipal y pájaro).” Época que ha dejado su resabio, porque Miguel sigue despuntando el vicio: “Escribo mucho, hago poesía, alguna que otra canción. Y soy buen tipo, que ese es el principal talento”, subraya.

La hiperinflación, la disolución del grupo y la forzada migración del actor, impulsaron la venta. “Y ahí se quedaron peleando por un huesito y finalmente yo no me llevé ni un peso, nunca jamás”, relata.

Miguel Ángel Solá (74) nombrado
Miguel Ángel Solá (74) nombrado Personalidad Destacada de la Cultura (2016) por gestión del diputado Octavio Calderón (PRO)

¿Qué faltó para hacer guita si bastaron galardones? “Me sobró sinceridad. Frontalidad. Los zorros suelen sacar mejor tajada. Y, tal vez, me faltó ser más noctámbulo. Ser más de la noche. Menos paquidermo. Menos aburrido. Siempre preferí un buen plato de comida casera por sobre cualquier fiesta”, analiza Solá en tanto de su movimiento en esta industria y su parafernalia. “Es así. Me gusta el ajo. Pero no me gusta el ajo obligatorio. Como diría Borges”, cita.

La fama “me pasa por el costado”. Hasta ha dicho de ella que “me desagrada su valor”. Que prefiere definirse “solo un tipo respetado” a famoso o popular. Que “al bajar de un escenario quisiera desaparecer: el trabajo ya lo hice y los saludos me sobran”. Y que es “tan poco sociable que la gente que me quiere prefiere que le escriba por Facebook, porque suelo redactar mucho mejor de lo que hablo”, asegura.

“Y te diría que soy políticamente correcto solo en tanto se produzca una linda conversación. En esos momentos suelo darme algunas otras libertades”, pronuncia quien, en 2006, fue nombrado Personalidad Destacada de la Cultura en el Salón Dorado de la Legislatura Porteña.

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Miguel Ángel Solá (74) en brazos de su bisabuela, Dolores Dardés, junto a Juana Tressols (abuela), Paquita Vehil (mamá), Luisa Vehil (tía) y su hermana Mónica Vehil

Serían algo así como doscientos años de teatro. Al menos lo registrado entre sus líneas ancestrales extendidas sobre Cataluña. Un camino vocacional que dejó en intento el desvío de abuelo materno. Juan Vehil (padre de las gloriosas Paquita Vehil y Luisa Vehil) que había elegido ser abogado, se enamoró de la actriz Juana Tressols. Ese amor vengó el atrevimiento del muchacho embarcándolos hacia la Argentina como integrantes de un espectáculo circense a principios del Siglo XX. Su padre financió la compra del Teatro Maipo, “poniendo la mitad del capital que le faltaba a Luis César Amadori”.

Aún así, “y por el miedo a invertir en ese mundillo”, decidió que se sentiría mucho más cómodo, seguro y, principalmente útil a los intereses del otro, encargándose de la ticketera. “De ahí en más, mi viejo sería el boletero del Maipo durante los próximos e ininterrumpidos cincuenta años”, recuerda.

Miguel Ángel Solá (74) junto
Miguel Ángel Solá (74) junto su madre, la actriz Paquita Vehil, y su hermana, Mónica Vehil (72), a quien apoda “Mona”

Hoy, desde este lado de la vida, Solá acepta la invitación de analizar si la actuación fue una lección genuina o un cerco del destino. “Yo he bebido de mis anteriores la necesidad de ser un buen actor. La pasión por el teatro no nació de mí, no. Es más, yo llegué a detestar el teatro porque me quitaba a mamá varias noches por semana,” declara.

“Pero en cierto modo me amigaba con él cuando me la devolvía con todo el elenco después de cada función, porque las más lindas tertulias seguían en casa”, dice evocando ese “maravilloso contexto creativo” en el que “la vida y el teatro se aplicaban uno sobre otro en cualquier charla”, como describe. “¡Todo era teatro. Y el teatro. Y más teatro…! ¿Cómo podría haber escapado?”, recuerda este venerador de Vittorio Gasman.

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Miguel Ángel Solá y la inolvidable Luisa Vehil (1912-1991), su adorada tía y mentora “en la escena y en la vida”, según dice

Luisa, gran mentora de su autoexigencia, fue haciendo lo suyo. Miguel tenía apenas meses de vida cuando participó de El carro de la basura, obra de su tía. Y tan solo 11 años al prestar su voz en off para Ana de los milagros (Teatro Liceo, 1961). “Pero eso fue obligado. Esos canallas se ahorraban sueldos conmigo”, suelta con gracia. Aunque más allá de las bromas aún suele recordarse a sí mismo el ‘más, da más. No te guardes nada. El público espera más’, de entre las directrices de la actriz.

“Una vez, frente a la platea vacía, le dije: ‘Pero tía… Esto es un ensayo’. Y me respondió: ‘Los espectros de todos los que pasaron siguen ahí sentados. Están esperando todo de vos’. Eso me decía. ¿Crees que es casual la sigla de mi nombre?”, desliza con perspicacia. Así, mientras cadeteaba para una editorial al tiempo de graduarse como licenciado en Relaciones Humanas, entre “esas bestias que fueron los míos y sus debates sobre este arte con leche y medialunas” encontró la formación suficiente para responder (“como por impulso insospechado”) al aviso con el que Clarín buscaba al protagonista de La noche de los ratones crueles, de Víctor Toulet en el Instituto de Arte Moderno. Y adivinen quién obtuvo ese papel.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y su hermana, la actriz Mónica Vehil (72), retirada ya de la actuación hace 30 años y dedicada a la astrología

“Supongo que Mona ha tenido que ver en ese despertar. Ella había largado a las escenas mucho antes que yo,” dice Miguel Ángel. Se refiere a su hermana, Mónica Vehil, quien “hace más de treinta y pico de años y tras una desilusión muy grande, decidió dejar de trabajar como actriz”.

Cuenta que Mona aún duele a su perrito Antoine. Que vive en un departamento (“tan pequeño como precioso”) en compañía de su gata “Juanita que, quién sabe por qué, solo responde al nombre de Junie”. “Hoy, gran estudiosa del zodíaco, la figura de ficciones televisivas como Rosa de Lejos o Trampa para un Soñador, se dedica a trazar Cartas Astrales con las que sabe ganarse la vida.”

Miguel Ángel Solá, gran alumno
Miguel Ángel Solá, gran alumno del Colegio San Miguel, Obra de los Misioneros de la Inmaculada Concepción de Lourdes, en la Recoleta

“Toda mi vida fui un salvaje”, cuenta Solá en repaso de una niñez de veredas pateadas y de gritos de ¡A comer! desde las ventanas. Creció en “la calle Arenales 1749, sexto piso B, 42-89-08 el teléfono, entre Callao y Rodríguez Peña”, recita con exactitud. Estudió en el Colegio San Miguel (Obra de los Misioneros de la Inmaculada Concepción de Lourdes) y en el N° 6 DE 2 Manuel Belgrano, al que define “una jauría” pero con la satisfacción de haber experimentado “las dos instrucciones” en términos de extracción social. “Eran todos los días de trompadas. Todos contra todos. Y, a veces, sin saber por qué”, rememora.

“La escuela pública fue un ámbito difícil. Mis compañeros eran malos, realmente tipos jodidos. Y yo me prendía siempre en defensa de los más chicos. De los abusados, de los indefensos.” Sabía romper narices de una sola piña. No me gustaba, eh. Después de un rato de cada pelea, ganase o perdiese, indefectiblemente terminaba llorando. Me daba cuenta de lo que había hecho y me angustiaba. Pero qué se yo… Era lo que papá me había enseñado. “Él me preparó bien para pegar en el hígado y romper narices”, evoca antes de revelar por qué considera que su padre era “raro”.

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Miguel Ángel Solá en "A Solas" con Sebastián Soldano

Sí, Don Solá era “raro; Lindo tipo. Muy trabajador. Callado. Pero muy raro”, dice Miguel. Y es así que desprende una memoria íntimamente resonante para tal descripción. “Él venía de una época y de una estirpe en la que quien no hablaba tres idiomas tocaba tres instrumentos.” Esa magia que en algún momento ha tenido la Argentina con su impresionante mezcla de leches culturales de las que se nutrieron unos y otros.

“En su familia eran todos concertistas y luthieres, algo que yo no había tenido oportunidad de conocer jamás”, cuenta.

“Jamás hasta mis 18. Ya me habían dado la llave de nuestra segunda casa, en Juan María Gutiérrez 2683 (83-87-49, el teléfono) construida por mi madre y por mis dos tíos (Juan y Luisa Vehil), con lo que habían ganado en los teatros. Y al entrar quedé impactado. Sonaba Claro de luna. No de Debussy, que es mi versión favorita, sino de Chopin. Al principio creí que se trataba de mi prima Pepita, que solía darle clases a Mónica… Conmigo ya se había rendido, porque a mí solo me interesaba sacar los sonidos de The Beatles,” suelta con gracia. Lo que descubriría a un par de pasos le valdría esta anécdota para siempre.

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Miguel Ángel Solá en "A Solas"

Quedé inmóvil. Como si hacerme imperceptible me permitiese disfrutar mucho más de eso que me resultaba hermoso”, cuenta Miguel. “Y al avanzar lo vi. Era él. Descubrí a mi padre sentado frente a ese piano precioso, vertical y contrapared, de sonido dulcísimo que acarreábamos a los pies de la escalera que llevaba a los cuartos. Pero al escuchar mis pisadas dejó de tocar. Inmediatamente. ‘Mis dedos están muy duros. Ya no son los mismos’, me dijo. ¡Claro! Habían pasado cincuenta años…”, balbucea. “Y nunca más volví a escucharlo tocar. Nunca más. Así de raro era mi viejo.”

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Miguel Ángel Solá, en el año 2003

Su tramado personal y profesional entre Argentina y España, si bien de riqueza supina, inició con hecho al que define como “la mismísima mierda”. Fue entre 1997 y 1998 cuando llegaron las primeras amenazas de muerte. “Fue en la época de ese turco jetón”, dice respecto del ex presidente Carlos Menem (1930-2021). “Y yo no podía callarme. Nunca pude. Nunca puedo”, explica. “Ha sido una canallada lo que ese tipo hizo con este país. Y una canallada la cría que dejó como representantes de una nación culturalmente impresionante con una clase media de un cincuenta porciento. Dejó un país narcodependiente. Dejó un país de asesinos, porque lo que hizo en Río Tercero fue un asesinato. Y, además, dejó destruida la Justicia para siempre y destruida la Educación”, argumenta. Entonces comenzaron los primeros y cruentos “aprietes”.

“Me amenazaban todos los días”, recuerda Miguel. “Por aquel entonces vivíamos en Parque Centenario. Cierta noche entraron violentamente a casa de los vecinos. Les robaron todo y los molieron a golpes”, indica en referencia a lo que cree debía leer como señal de advertencia. Pero un mensaje definiría el límite de cualquier tipo de tolerancia. Alguien amenazó la vida de su hija de, por entonces, dos años. “Todos sabemos bien de qué país venimos... Y yo, que nunca había tenido miedo, sentí cómo inéditamente me dominaba”, revela.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y la actriz española Blanca Oteyza (59) se conocieron en 1992, mientras compartían elenco en “Luces y sombras” (ATC)
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Blanca Oteyza (59) protagonizaron larguísimas temporadas de “Por el placer de volver a verla” y “El diario de Adán y Eva”
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Blanca Oteyza (59), padres de dos hijas, fueron pareja durante diecisiete años hasta que, según el actor, “dejó de amarme”

No podía salir a trabajar, porque eso significaba que debía dejar a mi niña por dos, tres, seis, ocho horas... ¡Tenía que cuidarla!... Bueno, como si uno pudiese hacer algo ante lo que son esas bestias, ¿no?”, reflexiona Solá. “Por primera vez teníamos una casa propia que, muy a de a poquito, habíamos levantado desde los cimientos. Y mirá vos… Fue Alberto Negrín quien la hizo. El mismo que construyó esta escenografía”, cuenta recorriendo con su índice el decorado que Mi querido presidente, que nos envuelve en este encuentro sobre el escenario del Apolo.

“No llegamos a habitarla ni siquiera un año. La vendimos a la mitad de lo que nos había costado y nos fuimos. Porque el miedo te agota. El miedo te liquida”, dice respecto de su migración a Madrid (España), tierra de Blanca Oteyza, quien fuera su mujer, y donde Miguel ya era reconocido por numerosas piezas teatrales y aclamados roles en coproducciones como El oro y el barro (Canal 9) y el film Tango, no me dejes nunca, de Carlos Saura.

Blanca Oteyza (59) junto a
Blanca Oteyza (59) junto a María Solá Oteyza (28) y Cayetana Solá Oteyza (25), hijas en común con Miguel Ángel Solá (74)  
María Solá Oteyza (28) como
María Solá Oteyza (28) como Jordana B, seudónimo artístico y nombre de la banda musical con la que editó su primer disco
María Solá Oteyza (28) en
María Solá Oteyza (28) en plena performance con Jordana B, su banda de rock

Hoy, María Solá Oteyza (quien debutó de mano de su padre y a la edad de 12 con una breve participación en la teleserie UCO, TVE 2009) tiene 28 años. Una banda de rock llamada Jordana B (su seudónimo artístico). Un disco. Dos poemarios editados. Varias clases de piano, desde los siete. Un título en Comunicación Audiovisual enfocado en guion cinematográfico. Dos Másters: en Gestión Cultural y Creatividad Integral para publicidad.

Una hermana actriz y docente de teatro, Cayetana Solá Oteyza (25). Quien toca tres instrumentos, habla inglés tan bien como dibuja y alguna vez soñó con vivir en Irlanda. Y otra que, según el actor, “va en vías de ser Presidente de la Junta de la Galaxia”, Adriana Solá Cancio (11).

Tres artistas tan favoritas que hasta las ha enmarcado en sus paredes. “En algunas de mis tantas (16 en 4 años), pedí un crédito, porque no tenía ni un mueble, e hice 189 cuadros con los pinturas que mis hijas habían ido tirando por ahí (desde que eran muy niñas) y que yo fui guardando en secreto”, recuerda. “¡Era una belleza ver sus historias al entrar en casa!”.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y su hija Adriana (hoy, de 11 años), en paseo madrileño junto a Paula Cancio (40), ex pareja del actor y madre de la pequeña

A fin de cuentas, Miguel Ángel Solá: ¿Está en paz con la paternidad? “No”, dispara con sensatez. “Porque todo eso fue cortado, fracturado, fragmentado, en el preciso momento en que dejaron de amarme. Y para estar en paz con la paternidad hay que estar en paz con el amor”, teoriza. Habla de Oteyza e inicia así otro íntimo episodio en esta charla.

“Yo estaba muy bien. Muy feliz. Trabajaba, llevaba el pan a casa que ganaba con aquello que sabía hacer. Veía crecer a mis hijas convencido de que una parte de ellas era muy dichosa mientras yo les daba todo lo que estaba al alcance de mis manos… Que sé yo, me gusta esa manera que me enseñaron mis padres. Hasta que tuve que irme”, relata Solá en términos de la ruptura de su matrimonio.

“Estuvimos juntos, sí. Aunque el hecho real es que yo estuve junto a alguien durante diecisiete años. Es, al menos, lo único que hoy puedo asegurar”, decide subrayar. “Y entonces toda vinculación fue cercenada y yo me deprimí mucho. Sufrí mucho.” Cada vez que veía a mis hijas me moría de llanto”, confiesa.

María Solá Oteyza (28) y
María Solá Oteyza (28) y Cayetana Solá Oteyza (25), hijas de Miguel Ángel Solá (74) y la actriz madrileña Blanca Oteiza (59)

¿Ves? Hoy podría decir que si hay algo que me debo a mí mismo es tiempo. Son muchos años en los que estuve realmente solo y muy perdido”, revela Miguel. “Las costumbres que vamos haciendo en la vida son importantes. Todo eso que para muchos puede ser interpretado como ‘monotonía’, para mí era la gloria. Pero la vida es así… Tal vez tanto accidente que he tenido y el tiempo de cuidados que necesité luego, en las convalecencias, fueron restándome importancia como hombre”, reflexiona respecto de ese duro contexto junto a la madrileña a quien conociera en 1992 mientras compartían elenco en Luces y sombras (ATC).

“Sí. Me debo esos años... En serio me los debo. Porque además han sido de los más creativos de mi historia”. Su pareja fue “una empresa” en casa y en los escenarios. Miguel y Blanca fundaron una productora que dieron cause a grandes éxitos teatrales de temporadas eternas como fue el caso de El diario de Adán y Eva o Por el placer de volver a verla. Y el fin de la matrimonio diluyó todo lo demás. “Yo no puedo ser socio de quien me traiciona”, remata sin más.

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Miguel Ángel Solá en " A Solas" con Sebastián Soldano

Y ya que lo menciona, aquí bien vale un paréntesis para recordar “los siete interminables”, como apoda a esos años en los que su vida pareció ensañada con el dolor. Haber perdido un testículo tras una escena accidentada en Equus (1983) sería la nada. En 2006 fue envestido por una ola de cinco metros en Las Canteras, Las Palmas de Gran Canaria. Los médicos llegaron a diagnosticar “tetraplejia” en el principio de aquel mes de internación y varios más de dura rehabilitación que culminó en los estudios de Desaparecida (TVE 1), en la piel del icónico Teniente Sierra, por el que alzó el Premio de Televisión de la Unión de Actores en el Festival Internacional de New York al Mejor Actor Protagonista. “Claro que creo en los milagros, porque creo en Dios”, dice. “Mirá… Con más o menos dificultades todavía estoy en pie. Salvo por ese temita con el equilibrio que de a poco voy corrigiendo caminando por la calle”, dice aún con reminiscencias de la fractura en su fémur que padeció, hace un par de años, tras una caída durante un paseo madrileño.

En fin. Dos años después (2009), y a raíz de un Síncope Vasovagal, dio de lleno contra el terrario de vidrio de sus pequeñas desfigurando el lado izquierdo de su cara. Así ganó “150 puntos internos y externos” y la actual cicatriz en la comisura de su boca. Pasado el tiempo, y durante las representaciones de Por el placer de volver a verla (junto a Oteiza), las molestias develaron “rotura de los ligamentos del manguito rotador” de uno de sus hombros. “El fin de esa gira fue un infierno. No podía conciliar el sueño por tanto dolor”, recuerda. Lo que disparó el pánico escénico que dominaba sus presentaciones. “Uff… Lo pasé muy mal. Siempre tuve que aprender a hacer todo nuevamente”, revela. “Si hay algo que debiese señalar como la gran lección de todo ese camino es que no hay tiempo para lamentos. Y que el talento siempre salva mientras podamos movernos”. Pero, “lo peor” aún golpeaba la puerta.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y la mayor de sus hijas, María Solá Oteyza (28)
Cayetana Solá Oteyza (25), hija
Cayetana Solá Oteyza (25), hija de Miguel Ángel Solá (74) y Blanca Oteyza (59)
Cayetana Solá Oteyza (25), segunda
Cayetana Solá Oteyza (25), segunda hija de Miguel Ángel Solá (74), es actriz, docente de teatro y la única en no tener relación alguna con su padre

El divorcio “cambió de raíz la vinculación con mis hijas”, infiere. “Con María he podido recomponerla, pero con Caye jamás. Y no tengo la menor idea de por qué. Nunca pude saberlo”, dice. “Vos pensá: Solá es argentino. Un tipo solitario. Nada sociable. No sale de noche. No consume drogas. No le va el puterío. Vive en un país que no es el suyo. En el que siempre será un extranjero y al que solo se aferra para no alejarse de sus hijas. Ya verás: me quedé un poquito solo. Y en esa soledad se hace más difícil entender ciertas cuestiones”, explica.

“Entonces lo que llega a oídos de tus hijas muchas veces no ha salido de tu boca”. Y no puedo hacer nada, porque el compromiso conmigo mismo, de no decir nada malo de esa familia que alguna vez dijo que me quería, aún es demasiado fuerte.

Adriana Solá Cancio, hoy de
Adriana Solá Cancio, hoy de 11 años, hija de Miguel Ángel Solá (74) y la actriz española Paula Cancio (40)

Cuenta, entre tanto, que “la enana”, como llama a Adriana, suele desarmarlo con sus elocuencias. Que al partir de España, lo despidió desconsolada. “Me decía: ‘Volvé pronto, papi. Tengo miedo de que encuentres a otra familia y te quedes por allá’. Es encantadora”, agrega conmovido. No tiene más legado que algunas frases para sus hijas. “Que amen. Amen. No se cansen de amar”, suele inculcarles. “No hagan la vida de los demás. No hagan según las ganas de los demás. No les hagan la alcancía a los demás y que nadie haga las suyas. Ayuden a la gente a ser mejor y más feliz. Den pelea por sus sueños porque será la única manera de quitarse cualquier deuda consigo mismas. Y sean buena gente”, apunta. “Ese compendio de consejos es mi gran legado. Porque guita ya no voy a dejar”.

El quiebre familiar subió el pulso a la tristeza y el cuadro volanteó hacia una “profunda depresión”, describe. “Todo tu mundo se transforma en otro. El problema es que las cosas que yo recibía por parte de mis hijas no eran cosas que yo hubiese hecho o hubiese dicho jamás”. Es muy fea la depresión, y aunque esa parte seguía en mí, y lo haría por muchísimo tiempo más, yo no podía dejar de laburar”, recuerda de su estrecha situación económica. Miguel Solá comparte que estuvo “lógicamente medicado” porque “no funcionaba nada, ni siquiera la terapia” y que “hubo días en los que no quería levantarme de la cama. Y eso es lo peor de esta afección: No tenés ganas de nada”, señala. “Pero siempre hay alguien te dice: ‘¡Che, arriba! Vamos. Tenés que trabajar’. Porque llega un punto en el que querés estrangular al reloj. Querés asesinar al movi (celular). Y no se mueren. Así que hay que pararse y salir”. Entonces la luz de escena volvía al rescate.

“Porque si hay algo que todos los actores queremos es hacer eso que sabemos de la mejor manera posible. Y es así y ahí, en los escenarios, que aparece el orgullo, la necesidad de demostrar que sos bueno viviendo la vida de otros. La historia ajena que requiere que, al menos durante esa hora y media, te dediques a darle la dignidad merecida”, expresa Miguel. “Y ese tiempo es útil para evadir la realidad. Esa realidad que te tortura”. Entonces sabes que esas cuatro o cinco noches por semana irán aliviando el dolor”, explica. “La mente va encontrando otros focos de atención, otras formas de preocupación, y se coloca en su lugar. Así, de a poco vas sintiendo otra vez el latido de tu corazón y a pensar en las cosas que te gustan. Y no en la que te gustaban… ¡En las que te gustan!”, asegura. “De la depresión salí viviendo. Yo debía seguir viviendo y trabajando para comer, para dar de comer y para pagar todo eso que finalmente no vivía”.

No intenta moralejas místicas ni filosóficas para romantizar sus tropiezos. “Las cosas pasan”, sintetiza. Pero sí dice haber aprendido que “la vida me invita a sonreír todo el tiempo”, como anticipa. “¿Por qué? Porque la necesito para vivir y es por eso que no quiero parecer un desatento con ella. Hay que vivir esperando lo mejor y si llega todo lo otro, saber levantarse. Y si no podes ponerte de pie, tendé la mano. Siempre habrá quien esté dispuesto a levantarte”, argumenta. “Gracias a Dios, a mí se me ha dado bien esto de reinventarme”. Un poquito más de ayuda y… ¿quién te dice? Aguanto otros diez añitos más”.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) se conocieron en 2012. Pasaron semanas de confesiones íntimas vía mails antes de la primera cita
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) se embarazaron tres meses después de su primer encuentro
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) celebrando en Madrid la victoria Argentina en el Mundial de Fútbol 2022

En aquel contexto, la irrupción de Paula Cancio se ha leído como un guiño. “De repente apareció y me gustaron sus ojos. Su manera de mirar. Pero fue al irse que vi ese hilito desprendido de su falda negra y pensé: ‘Esta es mi mujer’. ¿Y me preguntás si creo en los milagros? Existen al igual que ese hilito tan definitorio, convertido con el tiempo en conductor de un gran amor”, relata.

“Hasta que él leyó: ‘Mira, yo necesito saber si todo esto que me pasa contigo también me pasará con tu cara, con tu cuerpo, con tu dormir y tu despertar’”. Solá evoca las idas y venidas de mails que en cuestión de semanas tejieron un vínculo epistolar “que fue subiendo de tono”, dejando muy atrás “la poesía a la que, en un principio, me empuja la timidez”. “Y el entusiasmo fue tal que de camino a esa primera cita ‘estrolé mi auto contra la columna del estacionamiento y ni siquiera eso me detuvo jamás’,” cuenta mientras describe cómo esa cita marcó el punto de partida; “Tanto que empezamos a trabajar juntos y nos embarazamos a los tres meses”.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) fueron pareja en el escenario y en la vida   
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Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40)

"Y yo que no podía tener hijos (en chascarrillo), indefectiblemente recibí a mi tercera bebé“, suelta con su humor. ”No tenía un puto mango. Ella tampoco. Pero sus padres nos ayudaron bastante. Y fue una linda relación. Muy linda", dice con aires de reserva respecto del fin de una pareja de doce años. "Hoy vivimos juntos sin estar juntos. Compartimos la diaria con nuestra hija pero habitamos cuartos separados. Ya cuando regrese veremos si logro pagar dos alquileres", dice como quien piensa en voz alta respecto de esta situación que habría llegado a su décimo mes.

“Paula dejó de amarme hace algún tiempo. Y yo todavía sigo amándola demasiado… Ojo, yo sé que me quiere. Me quiere y me cuida. Pero ya no me ama. Y es lógico, che: ¡Treinta y cuatro años de diferencia!“, exclama. “Yo iba midiendo, a ver cuánto más… Tal vez un poco más… Un ratito, al menos. Treinta y cuatro años es bastante”, justifica.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40)
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Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) en "Las cosas como son, como somos"
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Miguel Ángel Solá (74) y Paula Cancio (40) celebrando la exitosa temporada teatral de “Doble o nada” en España

“Uno siempre tiene esperanzas o tal vez la fantasía de que el día de mañana, ya muy viejitos, me diga: ‘Qué tonta fui de no haberte amado mucho más tiempo’. Pero hoy estoy convencido de vivir aquí y ahora. Porque es tiempo que se va. Se va muy rápido. Y ya no quiero que me pase lo mismo que en otras ocasiones”.

“Por eso me propongo aceptar la situación, continuar quieriéndola o lo que sea, pero soltar. Ella tiene que vivir su vida y no la está viviendo con un señor instalado en su casa al que el personal del edificio sigue refiriéndose como ‘su marido’”, analiza Miguel.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Soledad Silveyra (72), con compartió escenarios y una pasión de dos años
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Miguel Ángel Solá (74) y Susú Pecoraro (72) estuvieron brevemente casados a principio de los años 80
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Miguel Ángel Solá (74) y Susú Pecoraro (72) en “Tacos altos” (1985), film de Sergio Renán
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Miguel Ángel Solá (74) y Susú Pecoraro (72) en una de las escenas de “Sur” (1988), film de Pino Solanas

Amó a mujeres de alta guapura en sentido amplísimo de la palabra. Susú Pecoraro, Soledad Silveyra –quien alguna vez dijo: “Lo nuestro fue una gran pasión por la que me separé de Jaramillo”–, Oteyza, Cancio, con todas ha compartido escena y hasta sociedades artísticas con las últimas dos. Según Solá, “esa también es una forma de amar”. Y tiene una “teoría del teatro” muy personal que aquí comparte. “Por lo general, mis parejas han tenido menos experiencia teatral. No habían trabajado con maestros ni directores que las independizaran del rol. Y yo creo que el actor es el dueño del escenario y que su obligación es descubrir la libertad. Y la libertad se descubre ejerciéndola. Porque la libertad no es un concepto, sino un útil, una herramienta como una pala, esa cámara o tu lapicera”, argumenta. “Descubrirla es un deber que se entorpece con tanta pauta y directriz que respetar. Y cuando me siguieron, pasaron cosas lindas”, dice respecto de, por ejemplo, los siete años de Doble o nada y los últimos dos de El diario de Adán y Eva (junto a Cancio), “en la más bonita de las versiones”.

¿Qué ha aprendido Solá del amor? “Que jamás tendremos poder sobre él. Que tan solo sucede. Que no tiene sentido exigirlo. Y que debe ser y haber verdad, aunque nos expongamos a sentir cosas terribles. Porque la mentira es lo que deforma todas las relaciones habidas y por haber. No vale ni siquiera sobre los escenarios, fijate vos”, analiza. “Hay gente convencida de que ser actor es saber mentir. ¡Che, qué bien miente! Y no. El arte del actor es saber transformar ficciones en verdades, que es algo muy diferente”, explica Miguel, quien por estos días cranea la dirección de una comedia romántica que circunda el curioso universo de Tinder.

Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Maxi De la Cruz (48), dupla éxito de la avenida Corrientes, en “Mi querido presidente”
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Maxi De la Cruz (48) en “Mi querido presidente”, dirigidos por Max Otranto sobre el escenario del Apolo
Miguel Ángel Solá (74) y
Miguel Ángel Solá (74) y Maxi De la Cruz (48) en “Mi querido presidente”, con producción de RGB Entertainment

“No hay un solo día que no tenga a la Argentina presente en mi cabeza”, admite respecto del país que “me ha enseñado a ser un buen actor”, como suele decir. Hoy se enfrenta al público “de vara alta” según define al porteño, y eso es algo que lo motiva sobremanera: “Este país no asegura un sitio tranquilo para ningún artista y por eso enciende la necesidad de desafíos mayores”. Mi querido presidente, de los franceses Mattieu Delaporte y Alexandre de la Patelliere (mismos autores de la brillante Le Prénom) con dirección de Max Otranto y producción de RGB Entertainment en el Teatro Apolo, debutó en Punta del Este a fines de junio 2024, “y lo que pasó allí fue mágico”, asegura. Tanto como trabajar en dupla con Maxi De la Cruz (48), “a quien disfruta tanto como actorazo que es y mucho mejor ser humano”. Así define a quien, en trama, interpreta a un presidente en cita de urgencia con su psiquiatra (Solá) para lograr enfrentar su inminente discurso de asunción.

Miguel Ángel Solá y Sebastián
Miguel Ángel Solá y Sebastián Soldano en "A Solas"

A esta altura de la soirée: ¿Miguel Ángel Solá está a mano con la vida? “Alguien a quien le gustaría vivir todo de nuevo y, principalmente, detectar esos momentos de su historia en los que ha sido un idiota, ¿podría estar a mano con la vida? No. Porque querría más”, asegura. “Por más que siga siendo un pelotudo que al ver a una mujer bella en el auto de al lado sube la ventanilla para decirse a sí mismo: ¡Qué bien que está, por Dios! Y la baja luego para continuar su camino”, suelta con gracia. “Con bajones, dolores, desilusiones, tristezas… He sido un tipo feliz. Sí que lo he sido. Hice lo que creí y me enamoré de quien quise”. No puedo permitirme ser mezquino con la vida. Ella no fue lo hermosa, lo amable y lo confiable que alguna vez imaginé, pero a fin de cuentas, con sus dichas y maldades, ha sido buena conmigo.

(Alejandro Beltrame y Gastón Taylor)

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