Cuando Julieta Prandi recuerda su paso por Poné a Francella, las emociones son mixtas. Su participación en el sketch de La Nena, uno de los segmentos más recordados y también más cuestionados del programa, marcó el inicio de su carrera en la televisión. Sin embargo, a más de veinte años de su emisión original, la actriz mira hacia atrás con una mirada crítica y matices que antes no contemplaba.
“Yo no la pasaba bomba. Era mi primer trabajo. Había un montón de situaciones que quizás eran incómodas para mí”, reveló en diálogo con Puro Show.
Su participación en el ciclo humorístico duró un año, pero las repeticiones se extendieron por más de una década, convirtiéndola en un rostro recurrente en la pantalla de Telefe. A pesar de que el programa le abrió puertas en el mundo del espectáculo, Prandi no oculta que su experiencia fue agridulce.
“Tengo también muchos recuerdos lindos de lo que fue mi trabajo, de que me abrió puertas a nivel internacional en un montón de países. No me trae feos recuerdos. Pero no fue el momento donde yo mejor la pasé”, explicó.
El regreso de Poné a Francella, que finalmente tuvo un par de emisiones al aire, reavivó un viejo debate: ¿puede el humor de otra época sostenerse sin chocar con la sensibilidad actual?
“Cuando ponés en la tele una programación de humor que tiene que ver con 20 o 30 años atrás, tiene una temática y una sociedad que no es la misma. Pasó el tiempo y hay que contextualizarlo en el tiempo que se hizo”, analizó la actriz.
Para Prandi, el debate no debería centrarse en cancelar el pasado, sino en comprenderlo en su contexto. En esa línea, trazó un paralelismo con otros íconos del humor argentino: “Eso es como ahora ponernos a levantar el dedo con Olmedo y Porcel, que por ahí salen en Canal Volver. Es el humor de antes, ¿no? O las novelas de Luisa Kuliok, los sopapos… qué sé yo. En ese momento nadie dijo nada de los sopapos y salían al aire".
La reflexión de Prandi resuena en el debate que planteó Florencia Peña, una de las figuras principales del elenco. La actriz fue una de las primeras en manifestar su incomodidad con algunos contenidos del programa, al señalar que el paso del tiempo y la evolución social cambiaron la percepción del humor.
“Fui muy feliz haciendo Poné a Francella. Amé ese programa y aprendí mucho con Guille en ese momento de nuestra historia. Pero hay algunos sketches que hoy quedaron antiguos, no porque en su momento no fueran geniales, sino porque el mundo cambió y el humor también cambió“, señaló en una entrevista con Teleshow.
Su postura abrió un interrogante clave: ¿hasta qué punto el humor puede ser revisitado sin ser juzgado con los valores actuales?
Peña es categórica al respecto: algunos de los personajes y situaciones que en su momento hicieron reír a millones de espectadores hoy resultan incómodos.
“Hoy no haría Sambucetti ni La Nena con esta cabeza y este contexto. Pero lo hicimos, y también dejé que pasaran cosas que hoy por hoy me pregunto cómo no me daba cuenta”, reconoció.
El contrapunto no tardó en llegar. Gabriel Goity, otro de los actores del ciclo, adoptó una postura diametralmente opuesta. Para él, el humor debe ser entendido en su contexto y no juzgado desde la mirada del presente.
“Es un programa de humor y punto, y te lo tomás con humor. Me parece un poco exagerado. Tampoco Casados con hijos es un canto… Vamos, lo mismo, no jodamos, es humor, es comedia”, afirmó con contundencia.
Además, cuestionó la tendencia actual de revisar con lupa los contenidos del pasado: “No seamos más boludos, de verdad, con todo respeto. Me parece muy bien que esté Poné a Francella. Lo prefiero antes que otras cosas que se ven, que son espantosas, y supuestamente son modernas y respetuosas".
El debate en torno al regreso de Poné a Francella no es un hecho aislado. Refleja una discusión más amplia sobre cómo se reinterpretan las producciones culturales del pasado bajo la mirada del presente.
Mientras algunos consideran que es necesario revisar los productos audiovisuales con una mirada crítica, otros sostienen que hacerlo equivale a una forma de censura. En este choque de visiones, el humor ocupa un lugar particularmente sensible.