Sumergidos es una serie coproducida entre Argentina y Brasil en la que se combina el mundo del surf con el contrabando de drogas. Si bien en el país se estrenó en 2022 a través de la TV Pública, ahora se verá por primera vez en México, Colombia, Chile y el resto de Latinoamérica por la pantalla de A&E desde este lunes 27 de enero. Con la dirección de los argentinos Claudio Rosa y Pablo Brasa, y la brasileña Marcia Paraíso, este thriller de trece episodios toma forma con un elenco de actores de ambos países en locaciones que se reparten entre la provincia de Córdoba y las playas de Florianópolis.
Del elenco, compuesto por actores y actrices como Mariano Bertolini, Juan Gil Navarro, Pablo Tolosa, Celina Font, Guillermo Pfening, Cassio Nascimento, Zé Carlos Machado y Ana Cecilia Costa, se destacan la presencia de Jorge Marrale y Liz Solari, quienes encarnan a un padre (Darío Villar, un comisario incorruptible que busca resolver un crimen pese a las trabas que le pone la propia fuerza policial) y una hija (Laura, psicóloga en un reality show) que llevan una relación algo disfuncional.
“Estuvimos hace seis años haciéndola. Entonces, multiplicar esos seis años después y ver que tiene vigencia, que la quieren ver, que un producto de esta naturaleza salga de las fronteras argentinas y llegue al resto de América Latina, a mí me pone particularmente contento y me parece auspicioso, sobre todo conociendo la realidad actual de lo audiovisual en la Argentina. Esto reconfirma la calidad de los técnicos, de los actores, de los músicos, de los directores, de la dirección de arte... Que eso se haga, se traslade y se vea en otros ámbitos, a mi me parece notable”, dice Marrale en diálogo con Teleshow acerca de este reestreno.
“En lo personal yo no hice muchos thrillers y en lo que hace al personaje, me parecía muy atractivo poder meterme en este señor, que de alguna manera, dentro de la fuerza, trata de detectar quiénes son los que están corrompidos con el narco y con otras vertientes. Y, por otro lado, el costado de aquel que, por el oficio, quema su vida a veces. El personaje quiere mucho a su hija. Lo que pasa es que hay una desconexión propia de aquellos que le dan demasiado énfasis a todo el compromiso con su tarea. Y hay veces que, en ese compromiso, queda corrido el otro compromiso, el familiar, el afectivo. Y me parece que está muy bien el vínculo que teníamos con Liz en la historia, porque es controversial y al mismo tiempo, necesario. A mí me parece que está muy bien la historia y cuando me llegó la propuesta, quise ser parte de eso porque me interesaba mucho ver que pasaba con el hecho de trabajar con actores y actrices brasileños, algo que hice por primera vez”, resume el actor de un tirón, tanto su experiencia personal como el vínculo que su personaje desarrolla con el de Solari.
“Yo estaba viviendo en Córdoba cuando me llamaron para hacer esta serie. Y filmarla ahí me pareció fenomenal, porque se descentraliza un poco la situación. Me pareció muy interesante de ver, desde los guiones, cómo estaba plasmada esa dualidad entre Argentina y Brasil: las geografías que eran diferentes, los lugares, es muy atrayente escuchar distintos idiomas, distintos talentos... Por otra parte, tocar un tema tan delicado como el tráfico de drogas, que es un problema real, grave, que nos afecta como humanidad y como especie, pero partiendo desde una historia de amistad, desde los vínculos, las relaciones humanas. Ver cómo eso nos afecta en lo íntimo y no sólo en los números estadísticos”, desarrolla Liz.
“Una de mis escenas preferidas es en la que estoy sentada en un café, hablando con el personaje de Jorge, que lo quiero mucho y lo admiro. Me conmovió mucho porque me tocó representar a una psicóloga muy trabajada desde lo intelectual, desde lo construido de ella hacia adentro y hacia el mundo, pero cuando se encontraba con su papá, era la niña que tenía este trauma de que su papá no estuvo lo suficientemente presente para ella, porque es un sacado del laburo y ella, en un aspecto, hace lo mismo y repite el mismo condicionamiento, porque no para de trabajar en el reality. Este precioso encuentro entre padre e hija puede lograr que la audiencia se pueda ver reflejada en estos vínculos que todos tenemos que trabajar con nuestros padres, por distintos motivos”, agrega respecto a cómo la tocó el personaje que desarrolla en Sumergidos.
“Creo que la serie logra esa intimidad y esos momentos que nos retrotraen a entender que todo, al fin de cuentas, se basa en cómo nos vinculamos con los otros y en cómo nos vinculamos con lo que se pone de manifiesto, cómo estas industrias corruptas que involucran a muchos más de lo que pensamos. Y la serie lo pone de manifiesto: muchas sombras, muchas luces, avanza con vorágine, es intensa, es ambiciosa. Y creo que por eso fue tan bien recibida en Brasil y acá. Esperemos que pase lo mismo en el resto del continente”, dice la actriz.
Además de destacar la camaradería y la buena sintonía tanto con sus colegas como con los directores y el equipo técnico, Marrale y Solari recordaron a Paola Suárez, productora ejecutiva del proyecto, fallecida en julio de 2021, algunos meses antes de que Sumergidos se estrenara. “Es el alma mater de este proyecto. Era una trabajadora incansable, estaba por todo el mundo llevando proyectos, alentando a la industria audiovisual de Córdoba y, en definitiva, al audiovisual argentino. Se fue un baluarte”, consideró el actor. “Ella era la que empujaba y la que llevó para adelante esto. Inclusive fue la que me convenció de que me quedara a vivir en Córdoba en aquel momento. Creo que, donde sea que esté, debe estar muy feliz de que esto esté sucediendo”, complementó Liz.
—¿Tienen en cuenta su manera de actuar sabiendo que la serie iba a ser vista en Argentina, en Brasil y, ahora, en el resto del continente?
Liz Solari: —En cada personaje que hago, lo que intento imprimir es una parte de mi esencia. Pero no soy una persona de intelectualizar si voy a actuar diferente para una audiencia o para la otra. Pienso que más allá de eso, los actores o los artistas, lo que intentamos hacer es generar un espacio para que se manifieste lo más verdadero posible. Y para que conmueva. Y para mí, lo que conmueve, es la verdad cuando trabajamos. Si uno puede acercarse a eso, va a conmover a cualquier ser que esté detrás del idioma que sea.
Jorge Marrale: —Yo tampoco lo pienso. Lo que tenés que actuar es muy íntimo. Es una cosa tan íntima entre vos y los compañeros, la dirección... Es una construcción que se va haciendo con los demás y también la vas construyendo en soledad. Y en esa soledad, no pensás mucho en que vas a salir de tu país y vas a estar en otra gente. Respecto a lo que decía Liz de conseguir la mejor verdad posible, creo que uno tiene que ser auténtico, atravesar al personaje y dejarse atravesar por el personaje, sacar lo esencial de uno para colocarlo ahí. Siempre insisto en que los personajes están adentro; lo que uno tiene que hacer es sacar es la cáscara y ver en qué punto uno abre como para que eso que está adentro, salga. Los personajes siempre salen de uno, no vienen de afuera. Entonces, en ese proceso, es difícil que entren los públicos. Por ahí entran en la fantasía de uno, cuando decís: “Uy, ¿cómo se verá esto?”. Pero el momento de la construcción es un trabajo muy íntimo, en el que no entran terceros.
—Jorge, recién hablabas al pasar de la realidad de la industria audiovisual en Argentina. Siendo un actor con mucho recorrido en la televisión, ¿cómo vivís este momento en que hay cada vez menos allí y más en las plataformas?
Jorge Marrale: —Yo soy un actor que le debe mucho a la televisión. Soy un agradecido de haber podido iniciar ahí todo este trayecto y la verdad que a mí la televisión me ayudó mucho. Y esencialmente también al público, porque la gente quería vernos. La gente necesita, todavía, vernos. Pero no a mí: quiere ver lo que es su esencia, su lenguaje, sus conflictos, sus maneras particulares de hablar, de mirar, de sentir, de comer, de lo que sea. Eso nos está faltando y no es poca cosa que falte, más allá de lo que significa el trabajo y la falta de trabajo. De las plataformas no me puedo quejar, porque me han dado a mí la posibilidad de trabajar. Las plataformas tienen mecanismos que sí, en ese sentido, abarcan a ver a cuántos públicos distintos pueden llegar. Contá tu historia de tu pueblo y vas a contar la historia universal. Pero primero se la contás a los que están conviviendo con vos, a los que saben de tu ser, de tu preocupación, de tu esencia, de lo que sos. Entonces, eso sí que está un poco quebrado. Por supuesto, no voy a andar diciéndote que hay que volver a lo analógico, ni loco, pero no es lo mismo escuchar el comentario de la gente cuando terminabas de hacer un trabajo, a no saber qué pasa con lo tuyo en una plataforma. Hay algo de ese contacto que empieza a diluirse.
—Y también todo parece estandarizarse, ¿no? Las historias que se cuentan, los modismos, los escenarios...
Jorge Marrale: —Insisto en que no me quejo de las plataformas, pero mucha gente se sigue sentando adelante del televisor, todavía. Eso acá se extraña y yo lo lamento mucho. Yo ya estoy grande, pero para las nuevas generaciones espero que se abra una perspectiva un poco distinta. Otros países, como Colombia, España, México, Brasil ni te cuento, siguen teniendo a la televisión como un centro muy importante para la comunicación de ficción. Nosotros, lamentablemente, lo cortamos y no está bueno. En cuanto a la estandarización, a la vez tampoco hay mucha variedad: cuestiones carcelarias, todo lo oscuro, distante... Biopics, por supuesto. Está un poco limitada la proyección de los materiales un poco más elaborados, ¿no? La globalización tiene esto: hace que si vos no cuidas lo que tenés que hacer adentro para el adentro, lo globalizado te lo consume, te lo chupa, te lo procesa de una manera y lo larga para consumo general. Nos vamos a tener que acostumbrar en el tiempo, pero saber también tener antídotos, como defender la producción en la televisión local. Hay que defender que se vuelva a hacer ficción en la televisión.
—A la vez, en Argentina y a nivel global, vivimos una crisis de representatividad que se traduce en gobiernos más autoritarios, recortes a la cultura, persecución ideológica. ¿Es un momento para que la cultura sea refugio?
Jorge Marrale: —Lo importante es que no se rompa la cultura, porque a veces hay signos de quererla romper y no se sabe bien por qué. Parecería ser como que hay un estigma sobre lo cultural en términos de ciertas cuestiones absolutamente deliradas, de poner en lo cultural lo partidario, cosas un poco tiradas de los pelos. A mí me parece que hay que tener un poco de cuidado. Yo creo que hay que defender lo que son nuestras expresiones y no sentirse tocado porque alguien diga algo que al otro no le gusta. No son tiempos buenos en ese sentido. Y lo estamos viendo: si de golpe alguien dice algo que al otro no le viene bien, no le gusta, o está en contra de su ideología, parecería ser que hay un castigo de trolls. Esa es una batalla cultural que, me parece, está pasando más por censurar, por cortar, por correr, que por intercambiar. Y eso sí que es peligroso. Porque de ahí a dar el otro paso que sería anularte, correrte, censurarte, cortar con vos, estamos muy cerca. Ha pasado algo hace muy poco con mi querida Cecilia Roth. Entonces uno dice: “Ey, ¿qué está pasando amigos? ¿Qué está pasando? ¿Qué se está armando ahí? ¿Qué va a salir alguien con una palmeta a corrernos? ¿Qué es lo que está pasando?”. Eso es lo que a mí me sorprende, no quiero que se naturalice esa forma. Cuidado con esa forma, mucho cuidado.