En un mundo en el que conviven la cocina y la paternidad, Germán Martitegui, uno de los chefs más destacados de la Argentina, libra una batalla que resuena en hogares de todo el país: garantizar una alimentación saludable para sus hijos en un entorno saturado de productos ultraprocesados. A sus 58 años, el exjurado de MasterChef abrió su corazón y compartió las dificultades que enfrenta en la crianza de Lautaro y Lorenzo, los pequeños nacidos hace cinco años mediante subrogación de vientre en los Estados Unidos.
En una reciente entrevista en Perros de la Calle, programa radial conducido por Andy Kusnetzoff en Urbana Play, el profesional reveló con humor y sinceridad las tensiones entre los hábitos alimenticios que fomenta en casa y las tentaciones que surgen en eventos sociales como los cumpleaños infantiles.
“Hasta que salieron de casa eran chicos que identificaban 30 tipos de verduras, 30 tipos de porotos distintos”, relató entre risas, al describir el entorno culinario cuidadosamente diseñado en su hogar. Pero el tono se tornó más serio al hablar de los obstáculos que los festejos representan en ese esfuerzo: “Este es un llamado para todas las madres y padres de la Argentina: no mandes a los chicos con una caja llena de galletitas compradas”.
De hecho, Martitegui no titubeó al calificar los productos ultraprocesados como una adicción diseñada para capturar el paladar infantil. “La industria te prepara para que eso vaya directo al cerebro. Es una droga: tiene sal, azúcar y grasas saturadas, todo lo que necesita para volverte adicto”, advirtió con énfasis.
En un tono crítico pero reflexivo, el chef trazó un paralelismo entre la ingeniería detrás de estos productos y su impacto en las preferencias alimenticias de los niños. Según su experiencia, las opciones saludables ofrecidas en cumpleaños —zanahorias, tomates cherry, quesitos— quedan relegadas frente a la seducción de los alfajores, las salchichas y los chizitos.
A pesar de sus convicciones, confesó que no impone restricciones a Lautaro y Lorenzo cuando asisten a los cumpleaños de sus compañeros. “No les puedo decir nada”, admitió. Esta permisividad contrasta con el rigor que aplica en casa, pero refleja una comprensión del equilibrio necesario en el crecimiento de sus hijos.
Por su parte, el conductor también aportó su perspectiva como padre, al reconocer los esfuerzos de algunos padres por incluir opciones saludables en los festejos, aunque admitió que lograrlo no es tarea sencilla.
Las declaraciones de Martitegui resonaron más allá de los micrófonos del programa radial, lo que de inmediato encendió un debate sobre el papel de los padres, la industria alimentaria y la educación en la construcción de hábitos saludables. ¿Cómo resistir a la maquinaria de marketing que convierte a los ultraprocesados en el eje de la dieta infantil? ¿Es posible rediseñar las tradiciones alimentarias en los eventos sociales?
“La triste realidad de muchos padres. Les meten cualquier basura para que sea más rápido todo”, destacó una seguidora del ciclo en uno de los comentarios, en tanto que otra aseguró: “Totalmente alejado de la realidad de las familias y de las posibilidades que ellas tienen. Habla desde la comodidad y desde la no carencia”.
En tanto, otra seguidora del programa explicó que “vengo del sur de Tucumán, mis hijas nacieron en Buenos Aires y comen absolutamente de todo porque siempre fue así. Estoy en el rubro de la Gastronomía y entiendo lo que dice, hoy es más fácil comprar comida que cocinarla, y los nenes no se nutren”.
La respuesta definitiva, aunque incierta, encuentra un punto de partida en la reflexión que Martitegui propone. En su cocina —y en su paternidad— se libra una lucha que no solo busca alimentar cuerpos, sino también sembrar conciencia en la próxima generación.