El miércoles por la noche, el Teatro Liceo se convirtió en el escenario de un momento inolvidable. En medio del éxito de ¿Quién es quién?, la obra que protagonizan Soledad Silveyra y Luis Brandoni, una figura desde un palco captó todas las miradas y los corazones: María Valenzuela, quien eligió esta función para realizar su reaparición pública tras un complicado período de salud.
La velada transcurría entre risas y aplausos, cuando, al concluir la obra, Silveyra, con la complicidad y la contención que solo la amistad puede ofrecer, tomó el micrófono y rompió el protocolo: “La costumbre en el teatro es que cuando hay algún compañero nuestro, lo homenajeamos nombrándolo. ¿Mariquita Valenzuela, dónde estás?”. Las palabras resonaron en la sala y generaron un breve instante de expectativa antes de que una ovación unánime inundara el espacio.
Emocionada, María se puso de pie en su palco y saludó al público. Sus gestos –ademanes, sonrisas, besos al aire– hablaban más que mil palabras. Era un momento de triunfo personal, el regreso de una actriz querida que, tras semanas de incertidumbre, volvía a ocupar su lugar en el corazón de su público y de sus colegas. Brandoni, en tanto, observaba la escena con su característica sobriedad, dejando que la emotividad del homenaje fluyera sin interrupciones.
La presencia de Valenzuela en el teatro tenía una carga especial. No solo se trataba de acompañar a sus amigos y colegas en una obra que agota entradas desde su estreno, consolidándose como la más vista del teatro porteño en su primera semana. También era un gesto de resiliencia y fortaleza, una muestra tangible de que las adversidades pueden enfrentarse y superarse.
La ovación que María Valenzuela recibió esa noche fue mucho más que un reconocimiento a su trayectoria: fue un abrazo colectivo tras un año difícil. Apenas unos meses atrás, la actriz había decidido internarse voluntariamente en una clínica de Ituzaingó para tratar un cuadro de estrés y angustia. Según se detalló en su momento, esta misma institución había acogido en el pasado a figuras como Diego Maradona, un dato que subrayaba el nivel de la atención recibida por la intérprete en busca de recuperar su bienestar emocional.
La noticia de su internación había encendido alarmas entre sus seguidores, especialmente porque llegaba poco después de un accidente automovilístico en el que estuvo involucrada junto a su hija Malena en junio. A esto se sumaban antecedentes médicos que, a lo largo de los años, habían puesto a prueba su salud y su espíritu. Ante la creciente preocupación, la hija publicó un mensaje tranquilizador en sus redes sociales: “No se preocupen de más. Ella está bien, tuvo una mitad de año duro por cuestiones personales, pero dentro de poco vuelve a las pistas”.
La decisión de Valenzuela de asistir al Teatro Liceo no fue casual. La amistad que la une con Soledad Silveyra, con quien compartió pantalla en la inolvidable telenovela Campeones de la vida,-donde como la Biarru y la Torda respectivamente se disputaban el amor del Guido Guevara de Osvaldo Laport- añadió una dimensión íntima y profundamente emotiva a su elección.
Más tarde, Valenzuela compartió su experiencia en Instagram, donde publicó una fotografía junto a los protagonistas de la obra. “El placer de ver a dos grandes del teatro argentino en el hermoso Teatro Liceo. Soledad Silveyra, Brandoni, clase magistral de teatro. No se pierdan ¿Quién es quién?”, escribió, al dejar en claro que la velada había sido tan significativa para ella como para quienes la rodeaban.
Así, su reaparición no solo fue celebrada en el teatro. En las redes sociales, una avalancha de mensajes de cariño y admiración inundó las publicaciones de la actriz. “¡Qué placer verte tan bien, mi amada María!”, escribió un seguidor, mientras que otro le dedicó unas emotivas palabras: “Los tres son hermosos. Maestros del teatro. Y me emociona verte, querida María, y qué linda se te ve. Vamos, resiliente de la vida, vamos que vos podés y te merecés estar bien”.
Cada comentario reflejaba la profunda conexión emocional que la intérprete construyó a lo largo de su carrera. No solo se trataba de elogios a su talento, sino también de un reconocimiento a su fortaleza frente a las adversidades. “¡Tan hermosa, siempre! ¡Qué placer verte y saberte bien, cariño!”, añadió otro seguidor, encapsulando el sentimiento colectivo de una comunidad que celebra su regreso.
La noche del miércoles fue mucho más que una salida al teatro: fue un símbolo de recuperación y de reencuentro. Valenzuela, rodeada de amigos y admiradores, mostró que la fuerza del arte y la amistad puede ser una herramienta poderosa para superar los momentos más difíciles.
Cuando las luces del Liceo se apagaron, quedó flotando en el aire una sensación de esperanza. Su imagen, de pie en un palco, saludando con una sonrisa llena de gratitud, es un recordatorio de que incluso las historias más difíciles pueden tener un capítulo de redención.