
Jensen Huang, CEO de Nvidia, ha definido una estrategia internacional para posicionar a la compañía como el proveedor central de sistemas de inteligencia artificial para gobiernos, mediante la promoción del concepto de “IA soberana”. Su plan consiste en ayudar a los países a construir sus propias infraestructuras y ecosistemas de IA, pero con una fuerte dependencia de la tecnología y los chips de Nvidia.
Durante una gira reciente por Europa, Huang combinó gestos espectaculares, como la promesa de invertir 2.000 millones de libras en startups británicas, con alianzas estratégicas. Un caso destacado es el acuerdo de 500 millones de libras con la startup británica Nscale para suministrar cientos de miles de chips, operación que catapultó la valoración de la empresa a 3.000 millones de dólares.
De acuerdo con un análisis de Financial Times, Huang repite este modelo en mercados como Japón, Malasia y Oriente Medio, fortaleciendo vínculos con actores locales para facilitar la adopción nacional de IA y captar a los estados como clientes, quienes cuentan con presupuestos muy superiores a las grandes tecnológicas privadas.

Ampliar el alcance estatal representa un cambio de enfoque para Nvidia. Aunque la empresa siempre ha planificado más allá de los gigantes del software y de la nube, esta ofensiva busca atender el creciente interés de los gobiernos para consolidar su autonomía tecnológica en áreas estratégicas. El resultado esperado es que los países puedan controlar sus propios datos, desarrollar modelos locales y reducir riesgos geopolíticos, todo basado en la infraestructura de Nvidia.
El impacto de la IA soberana: alianzas público-privadas y apuestas de futuro
Esta estrategia ha impulsado a Nvidia a convertirse en un aliado clave de numerosos proyectos nacionales. Solo en 2025, la compañía prevé superar los 20.000 millones de dólares en ingresos por este tipo de acuerdos, mientras los analistas proyectan que el mercado total de operaciones “soberanas” podría llegar a 50.000 millones de dólares en los próximos años.
Para materializarlos, la mayoría de los contratos combinan recursos estatales con inversiones privadas, como lo demuestra la iniciativa Stargate en Estados Unidos, un megaproyecto de 500.000 millones de dólares sostenido por socios como OpenAI, Oracle, SoftBank y MGX de Abu Dabi.

En Europa, la UE apunta a movilizar 200.000 millones de euros en nuevas “gigafábricas” de IA, y Nvidia colabora con operadoras como Deutsche Telekom y Orange. La tendencia es global: países del Golfo como Emiratos Árabes Unidos y Arabia Saudita apuestan por diversificar sus economías más allá del petróleo, invirtiendo en centros de datos que, en el caso del campus Stargate en EAU, requerirán 5 gigavatios (GW) de energía, una magnitud comparable al consumo de toda Nueva York.
A pesar de estos avances, la implementación efectiva de la “IA soberana” enfrenta desafíos estructurales. La mayoría de los países carece de capacidades para producir localmente los chips de última generación; incluso en Medio Oriente, pese a la abundancia de financiamiento y proyectos ambiciosos, la dependencia a las licencias de exportación de EE. UU. persiste.
Al mismo tiempo, la experiencia europea muestra cómo las iniciativas por una mayor autonomía tecnológica se encuentran aún en fases tempranas, como el caso de Axelera AI, una startup holandesa respaldada por ayudas de la UE.

Críticas y dilemas de la soberanía tecnológica
La estrategia de Huang no está exenta de críticas. Algunos observadores subrayan la paradoja de promover “soberanía” nacional, mientras se incentiva la dependencia de la tecnología estadounidense y específicamente de Nvidia. Para muchos gobiernos, el hecho de poder controlar datos y modelos propicia el desarrollo de industrias nacionales de alto valor, pero no elimina la dependencia estructural de la cadena global de chips.
Desde la perspectiva financiera, los gobiernos se transforman en actores clave: disponen de liquidez y buscan ventajas competitivas en productividad, aunque el “retorno de inversión” no siempre sea inmediato. Para Nvidia, cada avance en la promoción de la IA nacional implica reducir el peso de unos pocos clientes gigantes y expandir su ecosistema global, incluso a riesgo de una eventual sobrecapacidad tecnológica.
Mientras tanto, la narrativa oficial de Huang gana fuerza en las altas esferas. En palabras de un ejecutivo de Nvidia, “los gobiernos se están convirtiendo en catalizadores de la inversión en IA”. Y mientras este movimiento crece, la compañía fortalece su posición como líder en tecnología de inteligencia artificial aplicada a escala nacional.
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