Nuestro mundo digital depende de una capa invisible: la criptografía. Este escudo protege nuestros mensajes, transacciones bancarias, datos médicos e infraestructuras críticas. Sin embargo, una revolución tecnológica amenaza con destruir esta protección de la noche a la mañana, en un momento que los expertos han bautizado como “Día Q”.
La amenaza invisible
Imagina despertar un día y descubrir que todos tus secretos digitales están expuestos, que los sistemas bancarios colapsan y que infraestructuras vitales como redes eléctricas o sistemas de transporte fallan simultáneamente. Este es el escenario catastrófico que podría desencadenar el Día Q: el momento en que un ordenador cuántico suficientemente potente sea capaz de romper los sistemas de cifrado actuales.
No se trata de ciencia ficción. La computación cuántica, que aprovecha las extrañas propiedades de la física cuántica, avanza rápidamente en laboratorios de todo el mundo. A diferencia de nuestras computadoras tradicionales que procesan información en bits (0 o 1), las cuánticas utilizan “qubits” que pueden representar ambos valores simultáneamente, multiplicando exponencialmente su poder de cálculo.

La paradoja cuántica
La ironía es que la misma tecnología que amenaza nuestra seguridad promete revolucionar campos como la medicina (acelerando el descubrimiento de fármacos), la ciencia de materiales (creando nuevos compuestos con propiedades extraordinarias), las finanzas (optimizando carteras de inversión) y la inteligencia artificial (potenciando el aprendizaje automático).
La computación cuántica representa una tecnología de doble filo, con un potencial transformador tanto positivo como negativo para la sociedad. Esta dualidad ha desatado una carrera global por el dominio cuántico, con inversiones multimillonarias por parte de potencias como Estados Unidos, China y la Unión Europea.
¿Cuándo llegará el Día Q?
A diferencia del temido “efecto 2000″ (Y2K), que tenía una fecha límite clara, el Día Q es un objetivo móvil. Las estimaciones varían considerablemente:
- Según el Global Risk Institute, existe una probabilidad del 33% de que ocurra antes de 2035
- Algunos expertos sitúan el horizonte entre 5 y 20 años
- Un pequeño porcentaje (15%) considera posible que alguna potencia ya lo haya logrado en secreto
El consenso es que, aunque las computadoras cuánticas actuales (con unos pocos miles de qubits físicos ruidosos) están lejos de suponer una amenaza inmediata, la velocidad de los avances es impredecible. Para romper cifrados comunes como RSA-2048, se estima que se necesitarían unos 20 millones de qubits físicos operando de forma coherente.

Lo que está en riesgo
El algoritmo de Shor, desarrollado en 1994, demostró teóricamente cómo un ordenador cuántico podría romper eficientemente la criptografía asimétrica (o de clave pública), que asegura la mayor parte de nuestras comunicaciones digitales. Concretamente, están en peligro:
Comunicaciones y datos
- Navegación web segura (HTTPS/TLS)
- Mensajería encriptada
- Redes privadas virtuales (VPNs)
- Conexiones WiFi protegidas
Identidad y autenticación
- Firmas digitales
- Certificados digitales
- Sistemas de verificación en dos pasos
Finanzas y blockchain
- Transacciones bancarias
- Criptomonedas como Bitcoin
- Contratos inteligentes
Infraestructuras críticas
- Redes eléctricas
- Sistemas de transporte
- Infraestructuras sanitarias
- Instalaciones militares
La amenaza: “cosechar ahora, descifrar después”
Quizás lo más inquietante es la estrategia conocida como “Harvest Now, Decrypt Later” (HNDL): actores maliciosos podrían estar recopilando hoy datos cifrados (comunicaciones personales, secretos comerciales, información militar) para descifrarlos cuando dispongan de un ordenador cuántico capaz.
La información que requiere confidencialidad a largo plazo durante décadas podría estar ya comprometida actualmente. Esta amenaza retrospectiva distingue al Día Q de otras crisis tecnológicas y explica la urgencia de encontrar soluciones.
El caso especial de Bitcoin

Las criptomonedas enfrentan un desafío particularmente grave. Bitcoin, por ejemplo, utiliza criptografía de curva elíptica (ECDSA) para proteger las claves privadas que controlan los fondos. Un ordenador cuántico podría derivar las claves privadas a partir de las públicas (visibles en la blockchain), permitiendo el robo masivo de fondos.
Existe incluso un escenario de “ataque de corto alcance”: cuando un usuario envía bitcoins, su clave pública queda expuesta en la red. Antes de que la transacción sea confirmada (10-60 minutos), un atacante con un ordenador cuántico podría calcular la clave privada y desviar los fondos.
La naturaleza descentralizada de Bitcoin complica enormemente cualquier actualización de seguridad, ya que requeriría un consenso global entre mineros, desarrolladores y usuarios.
La defensa: criptografía post-cuántica
Frente a esta amenaza existencial, la respuesta principal es el desarrollo de la Criptografía Post-Cuántica (PQC): algoritmos que, ejecutándose en ordenadores convencionales, resisten ataques tanto clásicos como cuánticos.
El Instituto Nacional de Estándares y Tecnología de EE.UU. (NIST) ha liderado un proceso global para estandarizar algoritmos PQC seguros. Tras años de evaluación, en 2024-2025 se anunciaron los primeros estándares:
- Para intercambio de claves: CRYSTALS-Kyber (principal) y HQC (respaldo)
- Para firmas digitales: CRYSTALS-Dilithium, FALCON y SPHINCS+
Estos algoritmos se basan en problemas matemáticos diferentes a los utilizados actualmente, como retículos algebraicos, códigos correctores de errores o funciones hash, que se consideran resistentes a ataques cuánticos.
La carrera contra el tiempo
La migración global a la criptografía post-cuántica ya ha comenzado:
- Signal y Apple han implementado protección post-cuántica en sus aplicaciones de mensajería
- El gobierno estadounidense exige a sus agencias federales desarrollar planes de migración a PQC
- Google utiliza PQC para proteger sus comunicaciones internas
Sin embargo, la transición enfrenta obstáculos formidables:
- Sistemas heredados (legacy): millones de dispositivos y sistemas antiguos en sectores críticos (administraciones públicas, hospitales, bancos) carecen de capacidad para implementar PQC, que suele requerir más recursos computacionales.
- Riesgos de implementación: una migración apresurada podría introducir nuevas vulnerabilidades. Los algoritmos PQC son relativamente recientes y podrían contener fallos no descubiertos.
- Costes prohibitivos: solo para las agencias federales de EE.UU., se estima un coste de más de 7.000 millones de dólares hasta 2035 para completar la transición.
Posibles futuros escenarios
Dependiendo de cómo se gestione esta transición, nos esperan escenarios muy diferentes:
- Transición ordenada (estilo Y2K): con preparación adecuada y colaboración internacional, podríamos evitar la catástrofe, similar a cómo se gestionó el problema del año 2000.
- Caos digital: si el Día Q llega prematuramente o la migración a PQC falla, podríamos enfrentar un colapso digital sin precedentes, con consecuencias económicas y sociales devastadoras.
- Era post-privacidad: incluso con una implementación exitosa de PQC, el descifrado de datos “cosechados” en el pasado podría crear una sociedad donde la privacidad histórica desaparece.
- Cooperación global: el escenario más optimista implica priorizar la seguridad colectiva sobre la ventaja estratégica, compartiendo conocimientos y evitando el uso de la tecnología cuántica como arma.
La computación cuántica representa una de las revoluciones tecnológicas más profundas de nuestra era. Su potencial para transformar positivamente campos como la medicina, la ciencia de materiales o la inteligencia artificial es inmenso. Sin embargo, la amenaza que plantea a nuestra seguridad digital exige una respuesta global coordinada.
A diferencia de otras crisis tecnológicas, el Día Q combina incertidumbre temporal con consecuencias potencialmente catastróficas. La preparación no es solo responsabilidad de gobiernos y grandes corporaciones; toda organización que dependa de la seguridad digital debe evaluar sus riesgos y planificar su transición.
El desafío cuántico trasciende fronteras y rivalidades geopolíticas. Como con el cambio climático o las pandemias, solo una colaboración internacional sostenida puede garantizar un futuro donde aprovechemos los beneficios de la computación cuántica sin sufrir sus efectos destructivos.
La cuenta atrás ha comenzado, y nuestra respuesta colectiva determinará si el Día Q marca el colapso de la seguridad digital o el amanecer de una nueva era de comunicaciones aún más seguras.
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