
La curiosidad puede llevar a una persona a romper con la confianza que se tiene del otro en una relación de pareja. Revisar el celular y, específicamente, entrar a la cuenta de Instagram del otro es uno de los errores más comunes, porque olvidamos todos los riesgos que hay tras esa sencilla acción, en la que buscamos alguna señal de infidelidad o solo queremos controlar la vida de nuestra pareja.
Ingresar a su perfil sin su autorización implica muchas consecuencias, que van desde la afectación en la relación hasta riesgos legales por la invasión a la privacidad.
Cómo entrar a la cuenta de Instagram de mi novio
Aunque esta situación se debe evitar al máximo, porque al estar en una relación de pareja lo más importante es la confianza y mantener claros los espacios del otro. La mejor manera de ingresar a un perfil de Instagram es pidiendo la autorización del otro, quien esté de acuerdo con ese control y sepa cuándo va a entrar.
Para hacerlo, lo ideal, es solicitar el nombre de usuario y la contraseña para entrar desde otro dispositivo y ver la actividad que se realiza en la red social. Siendo el camino ideal para no recurrir en la invasión a la privacidad y que la revisión sea de mutuo acuerdo.

Además, hay que tener en cuenta que, según el abogado Erick Iriarte, en Perú, aunque alguien haya compartido su contraseña con la pareja, esto no equivale a una autorización permanente o irrestricta para acceder a contenidos personales. El uso de contraseñas sin consentimiento explícito continúa siendo considerado delito informático. La clave está en el consentimiento puntual, no en el conocimiento técnico de cómo acceder al dispositivo.
En caso de no hacerlo de esa manera, es posible que enfrentemos diferentes riesgos legales, morales y daños en el futuro de la relación de pareja.
Cuáles son los riesgos de entrar al Instagram de mi novio
- Consecuencias legales
Tomar el teléfono móvil de la pareja sin su autorización y revisar sus mensajes o redes sociales puede ser sancionado legalmente en varios países. En Colombia, el Artículo 269A del Código Penal establece que el acceso no autorizado a un sistema informático —como lo es un teléfono móvil— constituye delito. La situación se agrava si además se accede a datos personales y se los divulga, como regula el Artículo 269F, que protege la intimidad digital de los ciudadanos.
En Perú, el Artículo 161 del Código Penal sanciona la violación del secreto de las comunicaciones, mientras que el Artículo 2 de la Constitución Política garantiza el derecho a la intimidad y al secreto de las telecomunicaciones. “Aunque se trate del cónyuge o de una persona cercana, acceder sin permiso a las comunicaciones privadas de otro configura delito”, advirtió James Rodríguez, presidente de la Sociedad Peruana de Defensa Legal.

España también considera delito espiar el móvil de la pareja. El Artículo 197 del Código Penal castiga con penas de prisión de uno a cuatro años a quien, sin consentimiento, acceda a los documentos, mensajes electrónicos o telecomunicaciones de otra persona.
Esta sanción se extiende al acceso a datos en soportes informáticos según el Artículo 197.2, e incluso se mantiene si la persona ya conoce la contraseña del dispositivo, como aclara el Artículo 197 bis, que contempla penas de hasta dos años de prisión si el acceso no fue autorizado expresamente.
- Consecuencias morales y emocionales
El psicólogo Guillermo Rocha González, de la Facultad de Psicología de la UANL en México, advierte que estas acciones también deben analizarse desde el plano emocional. Según sus investigaciones, cuatro de cada diez parejas invaden la privacidad del otro, tanto en el noviazgo como en el matrimonio. En muchos casos, este comportamiento se justifica o normaliza dentro de la relación, lo que constituye una señal de alerta.
“El control en redes sociales es una forma de chantaje y manipulación”, afirmó Rocha. En este marco, uno de los patrones más frecuentes es el comportamiento pasivo-agresivo, donde una de las partes aparenta aceptación (“haz lo que quieras con tus redes”), pero a la vez se victimiza emocionalmente (“me hace mal lo que haces y lloré por eso”), generando un ciclo de culpa, presión y control.

El acceso no autorizado a redes sociales, motivado por inseguridades personales, suele reflejar un temor a la pérdida o al engaño. Frases como “¿y si se da cuenta de que no soy tan bueno?” o “¿será que esa otra persona con la que habla es mejor que yo?”, muestran cómo la comparación y la baja autoestima detonan conductas invasivas.
- Daños en la relación
El control digital también tiene un impacto profundo en la calidad de la relación. Según Rocha, quien asume el rol de controlador suele justificar su accionar como una forma de protección o de necesidad emocional. Esta lógica puede derivar en aislamiento social, trastornos de ansiedad, depresión, alteraciones del sueño y de la alimentación.
La persona vigilada, por su parte, puede experimentar una pérdida progresiva de autoestima, sintiéndose atrapada o invalidada dentro de la relación: “no tengo libertad”, “no valgo nada”. En lugar de construir confianza, este comportamiento siembra la desconfianza como norma.
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