La muerte de Alain Delon suscitó añoranza del tiempo en que los artistas no lloriqueaban y el talento importaba más que la moralina
El progresismo no se privó, en los obituarios sobre el último “monstruo sagrado” del cine francés, de acompañar sus elogios al actor con un “pero” por la incorrección política que lo acompañó hasta la tumba. Tildado de derechista, incluso ultra, era antes que nada un patriota