El escritor peruano que dirigía una red de tráfico de mujeres para explotarlas sexualmente
Manuel Rilo Podestá presentaba libros y era reconocido en el circuito cultural limeño, pero detrás se escondía el rostro más perverso. Cuando la noticia estalló, muchos académicos, narradores y poetas que lo conocían decidieron callar y no pronunciarse, incluso la Cámara Peruana del Libro (CPL) que se demoró en separarlo como asociado.