
Lucas Terraza (23) y Milagros Gutiérrez (21), una pareja de la provincia de Córdoba, se animaron a dejarlo todo y viajar a Europa para mejorar su situación económica. Aplicaron, al igual que otros argentinos, a una oferta laboral para ir a trabajar a un frigorífico porcino en Polonia. La promesa: sueldo en dólares, casa y oportunidad de crecimiento. Sin embargo, la realidad fue otra y, durante dos meses, vivieron un infierno de maltratos, hacinamiento, violencia extrema y hasta una estafa.
Todo comenzó a principios del año pasado, cuando ellos se contactaron con una agencia de trabajo en Buenos Aires que ofrecía empleos en Europa. El dato lo obtuvieron gracias a una amiga que en 2023 había ido a territorio europeo también por una oferta laboral. Entusiasmados por la posibilidad, Lucas y Milagros cumplieron con los requisitos que les exigían para poder aplicar.
“Yo le pasé todo y en febrero del 2024, con mi pareja, nos fuimos a Polonia, a una ciudad que se llama Srem, también a un frigorífico de cerdos. Nos habían prometido casa para parejas, compartida, pero para parejas nada más”, contó Lucas
Al llegar, el panorama era diametralmente opuesto. “Parecía un conventillo porque éramos 52 personas en la misma casa. Había familias, gente adulta mayor y niños, todo mezclado. Teníamos dos baños nada más y una cocina, así que todo era un desastre”, describió el joven.
En su relato, Lucas contó que desde los primeros días se empezaron a vivir situaciones violentas entre los inquilinos de otros países. Había personas de lugares diversos como Colombia, Georgia, Moldavia y Rusia. Además de la pareja, había otros cinco argentinos.
Les pagaban entre 600 y 800 dólares por mes, dependiendo de las horas extra que se hicieran, y se trabajaba de lunes a sábado, entre 9 y 10 horas por día. Si bien no les retenían el pasaporte, no tenían la libertad plena de irse cuando querían. Para renunciar, debían pagar un dinero extra al frigorífico. Era una suerte de secuestro.
“Nosotros nos fuimos con el viaje financiado y vos, si te querías ir, tenías que pagar todo. Si no, no te dejaban ir. El trabajo era muy duro”, contó.

Nada fue como lo prometieron. Lo que más le impactó a la joven pareja fue el nivel de violencia de parte de las personas con las que compartían casa y de los propios jefes en el frigorífico. Lucas recordó que -además de lo duro que era cortar cerdos- sus superiores los maltrataban y los amenazaban.
“Como nosotros veíamos los problemas, yo hablaba con la gente del trabajo de que me quería ir de la casa. Entonces el encargado de la vivienda me amenazó. Me dijo que si yo volvía a hablar, nos iba a ir mal a mí y a mi novia”, dijo. “Cuando veíamos un problema, nos teníamos que ir de la casa un rato, una hora. Y después volvíamos cuando ya estaban dormidos”, señaló.
La comunicación no fue fácil y se hacían entender a través del traductor de Google. La situación era cada vez más insostenible, aunque el detonante fue una violenta pelea con cuchillos entre dos inquilinos, uno de ellos colombiano. La cantidad de personas de distintas nacionalidades hacía que la convivencia fuera difícil.
“En último tiempo llegamos a ver que se apuñalaban en frente nuestros compañeros. En la casa había mucha gente que venía de la guerra. Muchos que estuvieron en Afganistán, en Pakistán, en la guerra de Georgia y venían Polonia a buscar refugio. Era muy violento”, recordó.
La decisión estaba tomada. Lucas y Milagros comenzaron a hacer lo posible para irse. Con la ayuda de un grupo de colombianos, juntaron unos 2500 euros, pagaron el canon para irse y lograron salir de la casa en la que vivieron desde que llegaron a Polonia.
“Con cinco colombianos decidimos irnos. Tuve que pedirle plata prestada a ellos para que pudiera terminar de pagar el pasaje. O sea, la plata esa, más lo que me descontaron del sueldo, así ellos me firmaban los papeles para poder irme. Porque si ellos no firman los papeles, vos no podés hacer nada. Quedás como desamparado”, reveló.
Pero la historia no terminó allí. Una vez que salieron, la pareja se contactó con otra empresa -esta vez de origen colombiano-, que les ofreció trabajo en otra provincia. Lucas y su novia se embarcaron nuevamente en una situación similar. Pese a la nueva oportunidad, todo se empeoró.

Pagaron otros 200 euros para que los anotaran y les hicieran los papeles de su nuevo empleo. Esta vez era fabricando muebles. La oferta era similar: casa, trabajo y sueldo en euros. La pareja confió, pero fue estafada.
“Nosotros estábamos en el centro de Polonia y nos mandaron al norte. Cuando llegamos, nos instalamos en la casa. Era viernes. El lunes a la mañana entró una señora rusa pidiendo el pasaporte y cuando le entregamos los pasaportes nos dijo ‘no, ustedes no están acá‘. Y ahí quedamos, en la calle sin plata. Nos habían estafado”, relató.
Los siguientes días pidieron ayuda en el Consulado argentino y en una oficina de la ONU para poder conseguir un pasaje y volver a la Argentina. No obtuvieron respuesta. Durmieron algunas noches en una estación de tren a la espera de que alguien les diera una mano.
Finalmente, sus familiares y amigos, reunieron el dinero como pudieron y los repatriaron. Fueron dos meses en total de horror, en el que -dijo Lucas- sintieron miedo. “Llegué a pensar que no íbamos a volver nunca más a la Argentina”, concluyó.
El joven decidió contar su historia a partir de una nota publicada este jueves en Infobae, sobre le caso de otros seis argentinos que lograron huir de un frigorífico porcino de Polonia. Su intención es dar a conocer lo que pasó para que no le ocurra a otras personas y además ofrecer su ayuda y contención a los compatriotas que vivieron algo similar.
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