
Julio quería tener sexo. El sábado 14 de enero de 2023, el hombre de La Boca, padre de dos hijos, ingresó al portal Skokka, uno de los principales sitios online de oferta de trabajo sexual en Argentina. Intentó contactar a varias prostitutas por chats de WhatsApp realizados desde su computadora. No tuvo suerte. Finalmente, una de ellas contestó. La mujer del otro lado de la línea tardó apenas un minuto en responderle.
A las 23:19 de aquella noche, ella le dijo:
—Hola amor, ¿cómo estás?
—Hola reina, ¿me contás de tus aranceles y servicios?
—8 mil. Voy a domicilio. Y es completo. ¿A la 1 te parece bien?
Julio no dudó al oír el número y le dio la dirección de su PH, a 11 cuadras de la Bombonera. La mujer le preguntó su edad. “48″, respondió él. “Yo, 25″, le contestó ella. “Perfecto, la mejor diferencia”, replicó el hombre.
—Lo que sí, prestame atención, lo único, así sabés cuando estoy llegando.
Julio le envió un auto de aplicación. Charlaron en el camino y le dio su ubicación en vivo a la trabajadora sexual. El hombre parecía ansioso en la conversación; la mujer se mostraba más que dispuesta a complacerlo. Llegó al departamento de La Boca poco después de la 1.
Una hora después, otro hombre también llegaba al lugar a bordo de una moto de baja cilindrada. Julio salió a recibirlo y lo hizo ingresar a su PH. Tuvieron sexo. Un preservativo quedó en el piso. Finalmente, la prostituta y el hombre de la moto dejaron el departamento de La Boca. Se retiraron cerca de las 4.
El dueño de casa no salió a despedirlos. El hombre de la moto fue quien abrió la puerta con una llave. La prostituta caminaba detrás, con una mochila al hombro.

Julio tenía una hermana, Patricia. Eran particularmente unidos. Un vecino del PH la llamó el domingo por la noche. “Algo pasó”, le dijo y le explicó que su sobrino mayor -hijo de la víctima- gritaba, desesperado, en el lugar.
Patricia llegaría al PH a las 22 de aquel domingo. Allí estaban el vecino, el hijo mayor de su hermano y cuatro camionetas de la Policía de la Ciudad con sus luces encendidas. En pánico, evitó a los oficiales e ingresó al departamento por la escalera de atrás. Así llegó a la puerta corrediza. Desde allí, lo vio.
Patricia creyó que su hermano había muerto de un ataque al corazón, porque tenía las manos en el pecho y estaba desnudo. No alcanzó a notar el plato con cocaína peinada en líneas con una tarjeta de supermercado, los trozos de tela que ataban los pies y manos de la víctima o el desorden evidente en toda la casa. La Policía le pidió a la mujer que se retirara. Regresó a la vereda, donde solo atinó a contener a su sobrino.
La autopsia realizada en la Morgue Judicial de la calle Viamonte determinó que Julio, tras sufrir una golpiza, fue estrangulado hasta la muerte. Comenzó una causa para esclarecer el crimen en la Fiscalía de La Boca, a cargo de Susana Calleja. Patricia se convirtió en querellante.

Un error amateur
Los delincuentes fueron tan feroces como tontos. En su afán de robar y escapar, los ladrones se llevaron 90 mil pesos en efectivo que estaban destinados a refacciones en el PH -Julio quería construir una habitación para su hijo menor, de ocho años en aquel entonces- y el teléfono de la víctima, al que robaron, tal vez, para cubrir sus rastros. Sin embargo, dejaron detrás una de las notebooks de Julio. Y allí, estaba todo. La pareja de asesinos no sabía que Julio había escrito, precisamente, por WhatsApp Web.
Un amigo de la víctima sabía la contraseña. La abrió. Pudo ver esa charla final con la prostituta. Allí estaba el número de teléfono que la asesina y su cómplice habían usado. Los investigadores requirieron el impacto de antes de ese número: la prostituta había llevado su celular hasta La Boca. El aparato se apagó para siempre a las 4:42 de aquella noche. Ese número también se asociaba, de acuerdo a registros, a un IMEI ligado a otros tres celulares que figuraban en publicaciones del portal Skokka.
Uno de esos teléfonos, precisamente, fue usado para realizar una denuncia al 911, tiempo atrás. La denunciante dejó sus datos: era una tal Ailén Ferreiro, enfermera, hoy de 29 años, ex empleada de varias empresas de salud, oriunda de Wilde, pareja de Martín Pietra, ex empleado de una panadería. En esa llamada, Ailén buscaba denunciar a una ex de su novio. Los videos de cámaras de seguridad los mostraron a lo largo del camino. Ailén era la prostituta; Martín, el hombre en la moto.
Así, la Policía de la Ciudad los detuvo. Ambos declararon en la causa y Ailén reconoció ser prostituta. Básicamente, ambos dijeron que murió en medio de un bizarro juego sexual. Los golpes en el cráneo de la víctima, así como el robo de su teléfono y su plata, desmienten su relato.
Fueron a juicio. El 13 de diciembre del año pasado, el Tribunal Oral N°5, integrado por los jueces, Adrián Pérez Lance, Juan Manuel Grangeat y Cinthia Oberlander, los condenó a ambos a prisión perpetua; Ferreiro fue encerrada en la cárcel de mujeres de Ezeiza. Sin embargo, hay un apartado dedicado a Pietra en los fundamentos de la condena, que precede a todo el resto del texto.
“Previo iniciar el análisis del fondo de la cuestión, deviene necesario hacer referencia a que, en esta etapa final del proceso y antes de que se llevara a cabo el juicio oral y público, Pietra hizo saber al Tribunal su nueva identidad de género como también su deseo de ser llamada “Ana” Pietra”, aseguraron los jueces.
Poco después de su arresto, el asesino de Julio se autopercibió mujer.

“Ana”, la nueva identidad del detenido
Los magistrados actuaron acorde a la Ley de Identidad de Género “a fin de asegurar el compromiso asumido por el Estado de garantizar el trato digno y el libre desarrollo sexual de todas las personas por igual”.
El fallo continúa, con otra observación:
“No obstante, a los fines de evitar confusiones al momento de analizar la prueba incorporada en el debate para fundar su intervención en los hechos, es necesario recordar que, al momento de su comisión y, durante toda la etapa de investigación, Pietra expresaba públicamente su género conforme al estereotipo asignado al sexo masculino al tiempo que se hacía llamar por el nombre que figura en su Documento Nacional de Identidad, esto es, “Raúl Martín Pietra”. -
“Por tal motivo, en los videos reproducidos en el debate, habrá de observarse a Pietra con una apariencia física, vestimenta y comportamiento que la sociedad usualmente asigna a los varones a lo que se suma que los testigos que declararon durante el juicio también la vincularon con una identidad de género masculina”.
Aun así, los jueces decidieron condenarlo con su nombre de mujer, “Ana”.
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