
Es el último cuarto intermedio del primer día del juicio por la muerte de Maradona. Y, a diferencia del resto, Pedro Di Spagna, el médico clínico imputado en la causa, elige permanecer dentro de la sala del Tribunal Oral en lo Criminal Nº3 de San Isidro, a la espera de que se reanude la audiencia y termine la jornada. Está sentado solo en el último de los banquillos de los acusados, a varias personas de Leopoldo Luque y Agustina Cosachov, que son juzgados en primera fila. Casi ni los ve. Como tampoco lo hizo durante la internación domiciliaria del Diez, en la que él no tuvo un rol preponderante, según asegura.
En el debate, Di Spagna se distingue de los demás por dos cuestiones. La primera es que se mantiene cabizbajo y se muestra desinteresado durante los cruces entre la querella y la defensa. La segunda, es que es el único que no cuenta con un abogado particular: tiene una defensora oficial, María Julia Marcelli, quien remarca que su defendido solo “cayó en la volteada”.
“A mí me cagaron la vida”, le dijo el clínico a Infobae durante esa corta pausa, en la que también explicó cómo tuvo que reacomodar su vida a partir de que su nombre comenzara a sonar entre los presuntos culpables del fallecimiento del máximo ídolo del fútbol argentino.

Por suerte, agradece, el Club Atlético Huracán confía en él y lo mantiene como parte del cuerpo médico del plantel profesional.
Di Spagna lamenta que todos los imputados estén en la misma bolsa, y que su intervención en el caso de Maradona no se separe de la que tuvo el resto. Según su versión, él solo vio a Diego una vez, el 11 de noviembre de 2020, cuando lo llamaron para una interconsulta durante la internación domiciliaria en Tigre.
Según indicaron fuentes con acceso a la causa, en esa oportunidad el médico revisó a Maradona porque estaba con vómitos. Había comido camarones con brócoli a la provenzal, por lo que el consejo fue que cambiara su dieta. El acto de vomitar le podía hacer aumentar la presión intercraneal, señaló.
A la semana -el día 18- Di Spagna volvió a la casa del barrio San Andrés junto a un nutricionista, pero no llegó a ver a Diego porque el Diez no quiso. A pesar de que lo intentó -de acuerdo a sus dichos ante este medio-, no se pudo imponer ante la resistencia del paciente. Incluso, una de hijas de Maradona presente ese día trató de convencer a su padre de atenderse y, tras no lograrlo, finalmente le pidió al médico que se retirara del lugar.

“Yo solo pedí que haya una constancia de que yo fui e intenté atenderlo. De hecho, al otro día me volví a comunicar para ir, pero me dijeron que el equipo médico (integrado por Cosachov y Luque) no me autorizaba. Era un barrio privado, yo no podía entrar sin autorización”, remarcó Di Spagna.
A los cinco días, el médico, al mismo tiempo que el resto del mundo, se enteró de que Diego Maradona había muerto. Sin embargo, ese 25 de noviembre de 2020, él ni siquiera imaginó que un año después iba a ser imputado por su fallecimiento y sometido a juicio por homicidio simple con dolo eventual.
“Obviamente que ni lo vi venir. Yo no era parte de su grupo de médicos”, señaló. También aseguró que una de las hijas del Diez admitió en su declaración que la segunda vez que Di Spagna fue a atender su papá, ella le terminó pidiendo que se fuera. “Me daba miedo que no se acordara de la situación, pero por suerte sí”, dijo, con algo de esperanza.

Parte de la querella sabe qué Di Spagna no tuvo la misma injerencia que el resto de los imputados en la muerte de Maradona. Incluso son conscientes de que, probablemente, sea el que menos estuvo involucrado, por lo que se presiente que -en caso de ser condenados- él va a tener una menor responsabilidad. Aunque eso lo definirá la Justicia al final del debate.
La mayoría coincide en que ni se compara con Luque y Cosachov. En este sentido, una fuente con conocimiento de la causa aseguró a este medio que la acusación de la fiscalía y los abogados de la familia contra Di Spagna podría no ser tan dura como la del resto.
No obstante, insisten en que el clínico tuvo que haber atendido de todas formas a Maradona aquel día que él no se dejó. En este sentido, para la querella, es igual de irresponsable que el resto de los imputados, dado que no colaboró en impedir el desenlace fatal que ocurrió el 25 de noviembre de 2020.

Los representantes de la acusación remarcan que la muerte de Maradona se podía evitar. Incluso insisten en que, si lo auxiliaban a tiempo durante la mañana en la que se descompensó, se lo pudo haber salvado.
En contraparte, los defensores de los acusados afirman que el fallecimiento del Diez no se pudo prever: señalan que, cuando se hizo la internación domiciliaria, no existían riesgos cardiológicos que pudieran advertir el cuadro que iba a desencadenar su muerte y remarcan que Maradona sufrió una cardiopatía aguda sin presentar síntomas previos.
“La querella va por todo. Pero el criterio objetivo lo tiene que tener la fiscalía”, aseguraron fuentes de la causa a este medio.
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