
Fernando Cáceres (56) y Raquel Candia (45) se conocieron de casualidad. El ex futbolista de Argentinos Juniors, River, Independiente y la Selección, entre otros clubes, era amigo de su ex esposo y ella lo empezó a cuidar dada la discapacidad que sufría luego de haber sido asaltado y baleado en la cabeza en 2009. Fue así que se enamoraron y comenzaron una relación. Incluso, hacía poco que convivían para aquel fatídico 2 de diciembre de 2024, cuando ella cayó desde el balcón del departamento del séptimo piso que compartían en Ramos Mejía. A más de dos meses de la tragedia, sigue el misterio en torno a su muerte.
La investigación para averiguar si la muerte de Candia fue un suicidio o un homicidio está en manos del fiscal Carlos Arribas, a cargo de la UFI de Homicidios de La Matanza, quien prácticamente descarta a Cáceres como sospechoso.
Sí, es cierto, ese 2 de diciembre pasado el ex zaguero estaba en el departamento de Suipacha al 300, en el partido de La Matanza. Pero una pericia médica echó por tierra la chance de que haya podido moverse de la cama producto de las secuelas que le quedaron tras el balazo en el ojo que le perforó la base del cráneo en el robo que sufrió en 2009 en Ciudadela, según contaron fuentes del caso a Infobae.
“Ella le dijo que se iba a comprar y él quedó en la cama. No se puede mover sin ayuda, un perito médico que lo revisó el mismo día de la muerte concluyó que, por su discapacidad, no puede valerse por sí solo sin la asistencia de un tercero, no puede mantenerse en pie”, detallaron a este medio.

Fueron el pedido de ayuda de Cáceres el que alertó a los vecinos de que algo no estaba bien el día de la tragedia. Para ese entonces, el cuerpo de Candia yacía en una propiedad lindera.
“Como ella no volvía de la compra que le dijo que iba a hacer, él la empezó a llamar a los gritos. Una mujer que vive en el departamento de al lado se comunicó con la Policía. Cuando entraron, él estaba en la cama, postrado”, completaron el cuadro los investigadores. No hay registro de que ella haya salido del su casa.
Y aclararon: “Es imposible que haya manipulado a Candia. En las cámaras de seguridad se ve cómo llegaron al departamento ese día. Para subir las escaleras del ingreso, ella lo tuvo que asistir, no puede caminar por sus propios medios”. Hoy, el ex futbolista vive con su madre otra vez: con ella convivía antes de mudarse con la víctima.

Las cámaras de seguridad son otro punto fuerte de la causa. Hay dos en el edificio de la calle Suipacha de Ramos Mejía: una enfoca al palier y la otra está en el estacionamiento. Los dos únicos accesos al edificio. “Ese día recibieron un electrodoméstico antes de la tragedia y se ve cómo ingresa el empleado que se los llevó y también cómo sale del lugar”, describieron.
No se ve nada extraño en esos videos. La teoría de un tercero en el lugar se desvanece por esa arista tras el análisis que hicieron los investigadores de la DDI de La Matanza y también los de la Policía Federal. “Fue un trabajo minucioso. No hay nada”, sostienen.

Los vecinos entrevistados no escucharon nada raro, solo la mujer que oyó los gritos de Cáceres llamando a Candia el día que falleció. “Sí dijeron que solían discutir y es cierto que no se llevaban bien, pero más que nada por la imposibilidad de moverse de Cáceres y los pedidos continuos para que ella lo fuera asistir”. Tampoco hacía tanto tiempo que vivían juntos en ese departamento.
Con este panorama, las expectativas puestas en las pericias a los celulares de la víctima y del ex futbolista chocaron contra la pared de la ausencia de tecnología de última generación en el ámbito de la justicia de La Matanza. Los peritos de la PFA a cargo del trabajo lograron abrir los teléfonos y le enviaron todo el material al fiscal Arribas.

Pero el sistema obsoleto de la fiscalía no permitió que esos archivos pudieran verse, así que volvieron a los federales para que se encarguen de analizar todo.
“Es un montón”, avisaron sobre el trabajo que será clave para conocer los detalles de los últimos minutos con vida de Candia, y los que posiblemente completarán el cuadro para inclinar la balanza: homicidio o suicidio. Y si alguien la mató, ¿quién fue?
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