Las divas de los años ‘30 no podían tener una vida mundana. Debían ser casi etéreas. Y así era Mona Maris, una mujer misteriosa que a los ojos del público siempre pareció inalcanzable. Filmó más de 40 películas y compartió elenco con nombres de la talla de Humphrey Bogart, Carole Lombard, Carey Grant y Mary Pickford. Pero hubo una en particular que marcó un antes y un después en su carrera: Cuesta Abajo (1934). “Para mí, personalmente, esa vale por todas. Porque es un recuerdo lindísimo y muy importante. Yo me había ido del país desde los cuatro años. Y mi contacto con Carlos Gardel en Nueva York me trajo cerca de la patria. Porque él llevaba a la Argentina con su corazón a todas partes”, dijo en una oportunidad sobre el film que protagonizó junto al Zorzal Criollo.
¿Si hubo un romance entre ellos? “Nos hablamos y correspondimos mucho. Sí puedo asegurar que hubo una mutua atracción. Era difícil sustraerse a la que él ejercía sobre todo el mundo. Y yo también era muy atractiva y tenía mis pretendientes. Pero muchas veces, por razones de trabajo u otras, dos personas simpatizan y, sin embargo, las circunstancias impiden que germine la planta. A veces los sentimientos se bifurcan o los troncha la muerte, como sucedió en este caso...”, explicó la actriz. Sea como fuera, los rumores que daban cuenta de una pasión descontrolada entre ellos nunca terminaron de resonar. Y hasta hubo quienes se animaron a sugerir que el Morocho del Abasto, que falleció el 24 de junio de 1935 a raíz de un accidente aéreo ocurrido en Colombia, tenía pensado casarse con ella.
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Gardel era mujeriego, es verdad. Pero esa mujer de cabellera negra y mirada inquietante, había logrado entrar en su corazón. Rosa Emma Mona María Marta Capdevielle -tal su nombre real- había nacido en San Telmo, Buenos Aires el 7 de noviembre de 1906 como fruto de un matrimonio conformado por una madre vasca y un padre francés. Pero, cuando era apenas una niña, quedó huérfana y se fue a vivir con su abuela a Francia. Trabajó como enfermera durante la Primera Guerra Mundial y estudió danzas con el sueño de convertirse en bailarina. También vivió en Italia y en Alemania, donde dio sus primeros pasos en la actuación rodando algunas películas. Pero fue a partir del 31 de diciembre de 1928, cuando desembarcó en los Estados Unidos de la mano de Joseph Schenck, presidente de United Artists, cuando se convirtió en una estrella internacional.
Mona estaba dispuesta a conquistar la pantalla grande. Para entonces, vivió su primer fracaso matrimonial con el director de cine Clarence Brown, con quien estuvo casada entre 1929 y 1931. Pero no estaba dispuesta a fracasar en su profesión. Así que se focalizó en su trabajo y logró en una de las figuras más codiciadas del naciente cine sonoro de Hollywood. De hecho, fue ella la que le abrió las puertas de mercado estadounidense a Carlitos, quien recién estaba asomando la cabeza en esos pagos. “Gardel era algo nuevo en Nueva York. Había conquistado el mundo, pero le faltaba conquistar Norteamérica. Y la película que hicimos juntos era una especie de prueba que salió muy bien”, explicó Mona.
Con dirección de Louis Gasnier y guion de Alfredo Le Pera, el film ya había comenzado a producirse cuando cayeron en la cuenta de que no había artistas hispanos en la Gran Manzana. “Llamaron a la Paramount, nos entrevistaron por teléfono a una gran cantidad de artistas latinoamericanos y, finalmente, me eligieron a mí. Así que viajé desde California y enseguida lo conocí a Gardel”, contó Maris. ¿Cómo fue ese primer encuentro con Carlitos? “Me impresionó increíblemente. Era un hombre muy tranquilo, muy educado y muy buen mozo. Tenía unos ojos y una sonrisa increíbles. Pero, sobre todo, era un ser humano tan simple. Y muy tímido. Reconocía que tenía muy poca experiencia en cine. Y lo primero que me dijo fue que esperaba que yo lo pudiera ayudar”.
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Nunca negó haberse sentido atraída por Gardel. Decía que tenía “una seducción fuera de lo normal” y que a ella le constaba porque lo había conocido “lo suficientemente bien”. Pero nada más. Después, ocurrió la tragedia. Y sea lo que fuera que pasó entre ellos, se truncó de un día para el otro sin que nadie pudiera imaginárselo. “A Carlos lo vi por última vez en Nueva York, en agosto de 1934. Fue en una cena. Habíamos terminado Cuesta Abajo y quedamos en comunicarnos telefónicamente para continuar filmando, pero él después tuvo que marcharse. Yo regresé a Los Ángeles y posteriormente me fui a Europa. Una mañana, estando en Londres, me dieron la noticia de su muerte. Tuve una reacción muy fuerte, estuve un mes sin querer hacer nada”, confesó la actriz.
A partir de ese momento, Mona se alejó de la pantalla grande hasta 1941. Nadie entendía bien por qué. O sí, pero en aquella época no se decía. A su regreso, siguió filmando películas con gran repercusión. Pero, en 1946 y con apenas 40 años de edad, decidió abandonar Hollywood. Entonces regresó a la Argentina, donde siguió trabajando aunque no con tanta regularidad. En 1960, en tanto, se casó con el ingeniero holandés Hernan Rick, de quien se divorció en 1969. Y ya retirada de la actuación, en 1971 se instaló en en San Carlos de Bariloche y luego en Buenos Aires.
La prensa se olvidó de ella. De hecho, ella misma dejó de lado a la diva y se presentó ante sus vecinos como Rosita, tal como figuraba en su documento de identidad. Pero, en 1984, aceptó volver a pararse frente a una cámara para formar parte de la película Camila. Y, en los años siguientes, dio muchas entrevistas en las que se animó a hablar de Gardel y de los tesoros que de él atesoraba. Murió el 23 de marzo de 1991, en Buenos Aires, tras sufrir una complicación pulmonar. Y se llevó a la tumba el secreto de su gran amor.
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