
“Si me tocás el asado, te pincho un ojo”, le repetía a manera de broma Rodrigo Bueno a su fiel manager y ladero José Luis “Pepe” Gozalo aquella tarde de enero de 2000 en Pinamar. Esa tarde, Rodrigo, cuchillo más que afilado en mano, conversó con este periodista sobre su carrera.
Ya eran casi las cinco de la tarde, pero hablaba del almuerzo, luego de una noche en la que Rodrigo se había acostado avanzada la madrugada ya que venía presentando en Pinamar su disco “A 2000”. Los temas habían sido grabados en vivo en el boliche S’Combro Bailable de José C Paz el 23 de julio de 1999, convirtiéndose en su álbum más icónico y emblemático.
Fue su segundo álbum en vivo, marcando su consagración definitiva y su boom popular, con clásicos como “Yerba Mala”, “Soy Cordobés” y “Cómo le digo”. El éxito de “A 2000” fue tan grande que lo llevó a llenar el Luna Park marcando el récord de 13 funciones consecutivas.

La consagración de Rodrigo
En ese enero del 2000, Rodrigo estaba feliz, a pura sonrisa, gozando como nadie del éxito que lo abrumaba pero lo hacía sentir poderoso. “Siempre me preguntan por la mujer de mi vida. ¿Sabés cuál va a ser? Cuando tenga una hija. Ya me la estoy imaginando”, aseguraba desbordando optimismo, mientras le daba el último toque al vacío y cortaba las costillas con precisión y pulso de carnicero.
Invitaba una cerveza, su bebida preferida, cuando Pepe, su representante y amigo, lo observaba con su mejor sonrisa. El cuartetero cordobés continuaba soñando, mientras posaba para las fotos que descubrían todos sus tatuajes: el escudo de Belgrano de Córdoba, su club favorito, la S de Superman, la palabra Sarita (“una persona muy recordada”), un amanecer, un vampiro y un potro.
Por aquel verano Diego Maradona había sido internado en grave estado en Punta del Este y “El Potro” lo recordaba con preocupación: “Acabo de componer ‘Vivo’ para él. Me shockeó lo que le pasó porque me considero su amigo. Charlamos muchas veces. Algunos se olvidan que nos hizo llorar de alegría, en especial en el Mundial 86 en México. Yo quiero que esté siempre bien, por eso le compuse ese tema. Espero que le guste. Es difícil ser ídolo y a Diego no lo dejan respirar. ¿Alguien piensa en sus hijas cuando se le van encima y él está sobre una camilla con problemas de corazón? Yo trato de que me respeten. Les digo a todos que no se metan conmigo porque yo no me meto con nadie”.

Los sueños de “El Potro”
Volvía a hacer referencia a su infancia y los sueños regresaban: “Me acuerdo de mi vieja (Beatriz Olave, conocida como Betty) que me llevaba a ver los shows de la Mona Jiménez. Yo tenía solo dos años y jugaba a ser cantante con un micrófono de madera. A los cuatro interpreté la canción del programa infantil Carozo y Narizota en un disco infantil que se llamó Baby. A los ocho vendía diarios en la calle y a los once debuté con el grupo Chévere. Eran épocas duras para el cuarteto. En los años 70, fue una música muy marginada. Recuerdo una letra que decía: ´Yo no estaba en el arroyo cuando se murió don Goyo´. Se refería a los muertos que durante la dictadura los militares tiraban al dique. Dejé la escuela por la música cuando tenía trece años. Vinieron a buscarme al colegio para probarme en la banda Manto Negro. Pedí permiso para ir al baño con la excusa de que estaba descompuesto y me fui. Jamás volví a buscar la mochila. Después me mandé como solista y a los quince ya era Rodrigo. Desde 1987 llevo editados ocho discos y de este último CD Rodrigo a 2000 ya se vendieron más de 150.000 copias. No lo puedo creer”.
El recuerdo de su familia
Enseguida surgió la referencia a su padre: “Falleció hace cuatro años. Se me murió en los brazos antes de un recital, mientras cargaba un teclado para ayudarme en un show en Villa Fiorito. Bajó del vehículo, dijo que se sentía mal, se cayó y se murió. Salí a actuar igual porque si no él no me lo hubiese perdonado. Siempre repetía la frase: ´El espectáculo debe continuar´. Seguí laburando y tres semanas más tarde recién empezó a caerme la ficha. Nadie está preparado para eso. Es una cachetada que te pega la vida y lo tenés que superar sí o sí porque no te queda otra. Se me fueron al diablo un montón de cosas, me caí a nivel espiritual. Terminaba un show y lloraba. Se fue cuando yo empezaba a cumplir el sueño del pibe, a pagar deudas y todo se destruyó de un día para otro. Pero no tuve tiempo para lamentarme. Había que morfar, pagar compromisos asumidos. Gracias a Dios me salió porque tengo buena onda con el Flaco de arriba. Mi viejo era un grande que manejó durante muchos años una importante discográfica. También hizo el proyecto de Pimpinela, descubrió a María Martha Serra Lima y estuvo mucho tiempo con Sandro. Se llamaba Eduardo Alberto Bueno, pero todos lo conocían como Pichín”.
Ahora hablaba de su madre con quien se había enojado porque salió por televisión a defenderlo y dijo algunas cosas fuertes: “Mi vieja me necesita mucho porque está sola. Ella me va a defender siempre. Apareció para tapar un montón de conflictos que yo tenía en esos días. Me dio risa porque me dijo: ‘¿Vos pensás que a mí me gusta hacer el ridículo?’. Y te juro que la entendí. Tengo también dos hermanos, Flavio de 19 años que me acompaña en los shows, y Ulises de 14 que está en Córdoba con mi mamá”.

Volvía a mencionar a la Mona Jiménez, a quien Rodrigo iba a ver desde chico: “Yo dejé Córdoba por una cuestión de rivalidad. Sentí que no me respetaban y me fui. La Mona, Trulalá y Chévere dominaban todo. Y en Buenos Aires tenía gran demanda de trabajo. Por eso digo y sostengo que Córdoba es de Carlitos Jiménez, pero el resto del país es mío. El cuarteto hoy es número 1 en el país gracias a Rodrigo. Yo admiro a la Mona. Para mí es el zar del cuarteto, un astro. Siempre hablo de los tres Charlies más grandes que hubo: Gardel, García y él.”
Hacía cuatro meses que estaba de novio con Alejandra Romero, una joven de Avellaneda que lo acompaña a todos lados. Pero para él, la luz de sus ojos era Ramiro Ezequiel, el hijo que tuvo con Patricia Pacheco. “Es mi heredero, capaz de subir a un escenario y mover a la gente igual que yo”.
“El Potro” contaba que de chico la pasó mal, que tuvo hambre: “Por eso te juro que no le tengo miedo a nada. A lo mejor termino debajo de un puente tocando la viola, no me importa, porque es lo que me gusta, me hace feliz. A mí el dinero solo me trajo problemas, por eso no lo quiero”.
La pregunta de final surge casi obligatoria:
-¿Con qué más soñás?
-Con sacar un disco cada verano, con mi amigo Maradona curado y feliz, con cantar junto a mi hijo sobre un escenario, con seguir siendo siempre cordobés, con morirme cantando cuarteto.
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