Un argentino en el país más poblado del mundo: “La norma es el caos y hasta te cruzás con vacas comiendo basura de la calle”

El youtuber Augusto Tellman contó que recorrer este destino puede ser una experiencia tan deslumbrante como abrumadora. “No existe esquina desierta. Hay amontonamiento humano, bullicio y comerciantes acosándote para venderte algo”, describió

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Un argentino en India, el país más poblado y caótico del mundo. En este video prueba comida callejera en Nueva Delhi (Video: gentileza Instagram @tellman206)

Visitar la India, el país que figura en los ranking internacionales como el más poblado del mundo, puede ser una experiencia tan deslumbrante como abrumadora. Así lo describe a Infobae el youtuber Augusto Tellman, quien recientemente regresó a la Argentina con impresiones tan extremas como sinceras: un “diez” para el Taj Mahal y un “cuatro” para casi todo lo demás.

Su relato, marcado por el caos urbano, la contaminación y las incomodidades cotidianas —desde el desorden hasta los problemas de salud que afectan a muchos turistas— refleja una realidad que no siempre aparece en las postales.

La India ofrece belleza, cultura milenaria y espiritualidad, pero también un nivel de intensidad que desafía incluso al viajero experimentado. Y en ese contraste, en esa convivencia entre lo sublime y lo insufrible, se empieza a entender cómo se vive y se siente un país donde la densidad humana lo atraviesa todo.

Augusto y su calificación del
Augusto y su calificación del viaje a India: un “diez” para el Taj Mahal y un “cuatro” para casi todo lo demás

El caos de la capital de India

El relato de Augusto, que documentó su experiencia en el canal de Youtube @Lesa (creado junto a Mauro Albarracín), no comienza con templos ni elefantes dorados, sino con una cacofonía sin tregua: bocinazos, gritos, motores y un hormiguero humano que convierte cada metro cuadrado en territorio disputado. “La norma es el caos”, enfatizó sobre Nueva Delhi, una ciudad donde el silencio es, simplemente, un mito.

Nueva Delhi tiene muy pocas veredas y la gente se acostumbró a caminar por las calles, lo que genera mayor embotellamiento en el tráfico. “A pesar de que me hospedé en un hotel internacional, de esos que figuran en todas las guías, tampoco tenía vereda. Al salir a la puerta lo primero que observé fueron vacas y caballos deambulando a sus anchas entre entre autos, tuk-tuks y peatones”, describió Augusto, al hacer hincapié sobre el peligro al que deben enfrentarse los turistas.

Pero las vacas no reinan solas por Nueva Delhi: perros flacos, monos oportunistas que roban anteojos a cambio de dulces, y hasta ratas —muertas o vivas— plagaban la vía pública, transformando cada desplazamiento en una aventura zoológica involuntaria.

“La norma es el caos
“La norma es el caos y hasta te cruzás con vacas comiendo basura de la calle”, describió el youtuber

“No te estoy hablando de una periferia olvidada, sino de las arterias principales de la ciudad, donde además la basura es omnipresente y casi orgánica: el turista camina entre montañas de desechos por calles, donde incluso las vacas la consumen, en una rutina indiferente al asco ajeno”, relató Augusto.

“No existen cestos de basura, salvo en los parques turísticos. Lo normal es ver a alguien barriendo con ramas, juntando un poco la mugre para correrla a la esquina. Pero la recolección como la entendemos, no la vi nunca”, describió con una mezcla de asombro y repulsión.

Las costumbres de India

Para Augusto, el olor que se aspira en el aire muta: por tramos, predomina la basura quemada, en otros el inconfundible picante de especias, o la pestilencia de excremento animal. “Es una mezcla de olor a humanidad y sudor reseco bajo camisas planchadas, porque aunque haga cuarenta grados, nadie sale en cuero. Por su cultura, mostrar el torso desnudo es inaceptable. Todos llevan pantalón largo, incluso en el tren más barato, y andar en bermuda, si sos blanco, te delata como turista. Eso sí, andar descalzo está permitido, hasta en los transportes públicos”, contó.

Augusto recorrió en tren los barrios más marginales de Nueva Delhi (Video Gentileza @tellman206)

El youtuber señaló que la superpoblación era palpable en cada paso: “No existe esquina desierta. Hay amontonamiento humano, bullicio, empujones, gente dormitando en el suelo, comerciantes vociferando para venderte algo. El acoso comercial es una coreografía: apenas salís te siguen con souvenirs, remedios, flores, lo que sea. Si no aprendés a regatear rápido, el precio se duplica en cada cuadra”. Aseguró que “de entrada tratan de cobrarte lo máximo, porque saben que para un occidental todo parece baratísimo, aunque para ellos eso sea el dinero de dos días de comida”.

Y aquí lo insólito: se puede comer en los puestos callejeros por 50 centavos de dólar. Impulsado por el morbo de las degustaciones, Augusto se desafió a probar cada bocado humeante servido por manos mugrientas en papeles de diario o mostradores improvisados. “Comer cuesta centavos, la variedad es infinita, pero la higiene brilla por su ausencia. Probé todo, dulce, picante, asqueroso, y lo pagué con varios días de diarrea. Hay cosas indescriptibles: dulces delirantes, arroz mezclado con palitos y maní, y condimentos que te explotan en la boca. El té masala fue lo peor: una mezcla infame de clavo y azafrán, imbebible”, contó.

"Probé todo, dulce, picante, asqueroso,
"Probé todo, dulce, picante, asqueroso, y lo pagué con varios días de diarrea. Hay cosas indescriptibles", contó Augusto

Más allá de las críticas, el youtuber también hizo referencia a algunos hábitos alimentarios de los indios que le parecieron admirables: “Casi la mitad son vegetarianos; el consumo de carne se limita a una vez por semana, y no hay ultraprocesados. Usan harinas de legumbres, yogures naturales, y eso explica que nadie esté gordo en la India”. Es que la vaca, sagrada para muchos, desaparece misteriosamente en zonas musulmanas, y el resto se alimenta de lentejas, especias y panes planos.

Sin embargo, dijo que no todo es feo ni extremo. “Los platos suelen depender de la zona, y hay sitios con estándares de limpieza y gustos exquisitos, sobre todo los lugares modernos a los que sí llega la globalización”, narró. “Pero elegí comer donde comen todos, al lado del tipo que para la moto y baja veinte segundos para tragar algo antes de seguir trabajando”.

El menú indio es vasto y, sobre todo, vertiginoso: dulces exquisitos, muchas veces fritos y luego bañados en almíbar, junto a sopas ardientes, arroz con mezclas inverosímiles, hojas rellenas de una amalgama de especias y pastas. “En la calle se come por centavos. La comida se sirve en papel de diario o en la mano sucia del vendedor. El concepto de servilleta es otro: cuando hay, es también papel de diario”.

“La norma es el caos”,
“La norma es el caos”, enfatizó Augusto sobre Nueva Delhi, una ciudad donde el silencio es, simplemente, un mito

El picante es otra frontera: “Lo usan para todo, y parece ser una defensa natural contra bacterias, aunque no salí ileso. Terminé en cama y medicado”.

En cuanto a las percepciones occidentales, el youtuber admitió que tambalean en lo que respecta a la limpieza y la espiritualidad. “La gente se baña en ríos contaminados para purificarse, donde también se refrescan las vacas, los niños se zambullen para jugar, los fieles realizan abluciones y las lugareñas lavan su ropa junto a los desechos”, contó Augusto. ”Lo curioso es que la felicidad y el fervor no se ausentan: “La fe les da otra vara. Hay alegría, hay agradecimiento. Lo que para mí era asqueroso, para ellos era sagrado”, agregó.

“La gente se baña en ríos contaminados para purificarse, donde también se refrescan las vacas, los niños se zambullen para jugar, los fieles realizan abluciones y los lugareños lavan su ropa junto a los desechos”, contó Augusto (Video: gentileza @tellman206)

En simultáneo, el youtuber advirtió que la sociedad india exhibe rasgos súper conservadores y ritos inflexibles. “El matrimonio puede depender del resultado de cartas astrales. Los jóvenes que buscan una vida menos rígida se escapan a Tinder, pero ni ahí muestran el rostro; ocultar la identidad sigue siendo clave. Hace poco, si una mujer era infiel, el marido tenía derecho a castigar físicamente al amante. Todavía hay hostales que no permiten a parejas locales compartir habitación. Todo, repito, es otro estándar”, remarcó.

Durante su travesía de 10 días, llegó un punto en el que solo el Taj Mahal, ese ícono de belleza suspendida, le pareció digno de asombro sin reservas. “El único lugar que realmente me gustó fue el Taj Mahal. Es una locura, hermoso. El resto fue sobrevivir al caos y, con suerte, comprender que el ‘ser indio’ no es cuestión de adaptarse, sino de despojarse de certezas, de desconfiar del estándar occidental y aceptar que la vida puede ser ese enredo de fe, mugre, ruido y resiliencia”, describió.

“Hay quien va a la India a buscar espiritualidad o exotismo. Yo fui a hurgar en la incomodidad y la encontré en cada cuadra. La India no es para todos. Pero pocos lugares te despojan así, tan de raíz, de todo lo que das por hecho sobre la vida en una ciudad”, concluyó.

"La India no es para
"La India no es para todos. Pero pocos lugares te despojan así, tan de raíz, de todo lo que das por hecho sobre la vida en una ciudad”, advirtió Augusto

Contrastes sociales

Además, aclaró que su estancia no fue solo una sucesión de desgracias. Augusto reconoció la sonrisa permanente, la hospitalidad y la paradoja social: “El contraste es brutal. Tenés una élite con dinero, barrios limpios y shoppings modernos, pero a cuatro pasos la realidad gira ciento ochenta grados. Lo que en Occidente sería indecible aquí es simple rutina. Hay felicidad, devoción y una espiritualidad que traspasa cada acto, aunque sea en un río súper contaminado donde la gente se baña al lado de las vacas y los niños lavan la ropa mientras los animales defecan cerca. Podés sentir asco, y al mismo tiempo percibir una ausencia absoluta de inseguridad física. Nadie asalta violentamente, no hay amenazas con armas. El riesgo es el hurto, el arrebato al descuido, pero sin violencia”, enfatizó.

La vestimenta terminó siendo otro termómetro cultural. “Allí, el calor no autoriza a desnudarse ni un poco más. El pantalón largo y la camisa liviana son obligatorios, y andar en short por la ciudad es declararte forastero y abrirte a las miradas, al acoso comercial y a la incomodidad permanente. La presión de la multitud, sumada al ruido inagotable, le costaba incluso el sueño: dormía y despertaba irritado, porque el bullicio nunca cesa.”