Ocho sobrevivientes del Holocausto celebraron su Jai Mitzvá en Buenos Aires: una ceremonia de fe y reparación histórica

Ruth, Ilse, Alba, Berta, Marisha, Pedro, Elizabeth y Anita tienen entre 87 y 100 años. Celebraron el ritual judío que marca el paso a la adultez religiosa y no habían podido realizar en su adolescencia por la persecución nazi. El acto, organizado por la Comunidad Dor Jadash y la Fundación Tzedaká, encabezado por el rabino Marcelo Bater, fue un homenaje a la vida, la memoria y la resiliencia

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Esta celebración de Bar y
Esta celebración de Bar y Bat Mizvá del grupo de sobrevivientes del Holocausto marca un hecho sin precedentes (Fotos gentileza Dor Jadash y Fundación Tzedaká)

El Templo Max Nordau, de la Comunidad Dor Jadash, en Villa Crespo, fue ayer escenario de un hecho sin precedentes. Entre lágrimas, lecturas y cánticos, ocho sobrevivientes del Holocausto, de entre 86 y 100 años, celebraron su Jai Mitzvá, el ritual judío que marca el paso a la adultez religiosa y que no habían podido realizar en su adolescencia debido a la persecución nazi.

Llegó el día. Un gran día muy esperado por ellos. Un jueves diferente, cuando generalmente estamos con chicos de doce y trece años y hoy los protagonistas son ustedes”, dijo el rabino Marcelo Bater dirigiéndose al grupo integrado por Ruth (94), Ilse (96), Alba (86), Berta (87), Marisha (87), Pedro (89), Elizabeth (88) y Anita (100) preparados para su gran día. Todos son participantes del programa de Ayuda a Sobrevivientes, que lleva adelante la Fundación Tzedaká.

Cada historia está marcada por la supervivencia, la pérdida y la reconstrucción. Nacidos en Rumania, Croacia, Polonia, Alemania, Bélgica, República Checa y Austria, sin poder cumplir con el ritual judío fueron víctimas del horror nazi: algunos vivieron escondidos durante años en espacios mínimos, otros fueron separados de sus padres, debieron huir o nunca volvieron a ver a parte de su familia. Todos encontraron refugio en la Argentina, donde reconstruyeron sus vidas, formaron familias y se convirtieron en ejemplo de fortaleza y superación.

Jai Mitzvá fue una iniciativa conjunta de la Comunidad Dor Jadash y la Fundación Tzedaká, con el apoyo de la Claims Conference, que busca rendir homenaje a la vida, la memoria y la identidad de los sobrevivientes de la Shoá (Holocausto) y acompañarlos en un acto de reparación espiritual y emocional.

Participaron del Jai Mitzvá embajadores
Participaron del Jai Mitzvá embajadores y familiares de los sobrevivientes

“En nuestra comunidad, anualmente más de 80 chicos celebran sus ceremonias de Bar y Bat Mitzvá y con ellos trabajamos sobre la importancia de la memoria de la Shoá. Cuando nos enteramos de la existencia de un grupo de ayuda a los sobrevivientes, creímos importante y necesario averiguar si en su infancia habían podido hacer esta celebración tan significativa. Para nuestra sorpresa, al consultarlo, tuvimos el entusiasmo de ocho de ellos por sumarse a nuestra iniciativa. Desde entonces ya hace casi un año venimos trabajando en conjunto para llegar a este día tan esperado”, expresó el rabino Marcelo Bater. También agregó que se está realizando un documental sobre el tema.

Durante la ceremonia se habló del pasado, de sus dramáticas historias, pero también del presente, la resiliencia y los lazos de amor con sus familias.

Las historias de vida

Hubo aplausos para Anita, por su Bat Mitzvá a los 100 años. Bater recordó el día que se puso el talit (es un accesorio religioso judío en forma de chal utilizado en los servicios religiosos del judaísmo) que le regaló su hijo. También de sus conversaciones sobre su pasado en la ciudad rumana en la que nació. ”Tu travesía de supervivencia, escapándote por diferentes ciudades de Europa, como me contaste. Hasta llegar a Francia y en 1952, a la Argentina”.

Anita, acompañada por su hijo
Anita, acompañada por su hijo Ricardo, junto al rabino Marcelo Bater

Anita Isaac de León nació en 1925 en Bacau, Rumania, en el seno de una familia dedicada a la gastronomía. Su infancia transcurrió en un contexto difícil, marcado por las restricciones que el nazismo impuso al pueblo judío. En busca de mejores condiciones de vida, su familia se trasladó a Bucarest, donde abrió un restaurante que logró mantenerse gracias a la solidaridad de sus empleados cristianos.

Durante la guerra, su padre fue obligado a realizar trabajos forzados y Anita debió abandonar sus estudios. Tras la liberación de Rumania, se casó con su vecino, Harry León —diez años mayor que ella—, con quien compartiría una profunda historia de amor y supervivencia.

En 1947, con la ayuda del JOINT, lograron escapar escondidos en carros de heno y cruzaron Europa hasta llegar a Francia. Cinco años después, en 1952, emigraron a la Argentina y se establecieron en Mendoza. Allí, Anita abrió un taller de alta costura y confeccionó el primer abrigo tipo montgomery del país.

Hoy, Anita tiene un hijo, cuatro nietos y siete bisnietos.

Luego llegó el turno de Marisha Szefner, nacida el 19 de abril en Lodz, Polonia, en el seno de una familia dedicada a la platería y al rubro textil. “Levantá la mano, Marisha, que todos puedan aplaudirte. Ahí estás. Nosotros quizás leímos en los libros de Lodz, los campos de concentración. Marisha nació allá. Y con menos de dos años tu papá se escapó del gueto, como me contaste, y te lanzó por los muros del cementerio del gueto para salvarte. Así es como escuchamos, a esa bebé de dos años la tiró para salvarse. Estuvo tres años escondida. En un lugar, en un espacio de dos metros cuadrados. Tres años. Y en 1950 llegó a Argentina”, narró el rabino.

Marisha Szefner en su Bat
Marisha Szefner en su Bat Mitzvá

Durante casi tres años, Marisha y sus padres vivieron ocultos en un espacio de apenas dos metros cuadrados, en la casa de una mujer polaca que más tarde sería reconocida como Justa entre las Naciones. En ese reducido refugio sobrevivieron en condiciones extremas, saliendo solo de noche para no ser descubiertos.

Al finalizar la guerra, regresaron a Lodz, pero la desolación y el persistente antisemitismo los impulsaron a emigrar: primero a Francia y, finalmente, a la Argentina en 1950. En Buenos Aires, la familia abrió una fábrica textil y Marisha estudió Farmacia y Bioquímica en la universidad, donde conoció a su esposo, quien se convirtió al judaísmo por amor.

Tiene dos hijos y una nieta.

Luego se compartió la historia de Ruth. “Nuestra sobreviviente de Viena, Austria. Quien vivió sus años de infancia lejos de la familia. Y en 1939 se volvió a reunir con sus padres para después venir acá a Buenos Aires”, dijo el religioso.

De izquierda a derecha, Ruth,
De izquierda a derecha, Ruth, Ilse y Alba, durante una lectura

Ruth Jacquel Marshall nació en 1931. Su padre era asesor jurídico y su madre tenía un local de decoración, pero la llegada del Anschluss (la anexión de Austria a la Alemania nazi) en marzo de 1938 cambió sus vidas por completo. Su padre debió huir a Francia y el negocio familiar se perdió.

En una situación similar al Kindertransport, Ruth viajó sola a Gran Bretaña, donde fue acogida por una familia judía. Un año más tarde, en noviembre de 1939, logró reunirse con sus padres en Buenos Aires, adonde habían escapado para ponerse a salvo de la persecución.

En la Argentina continuó sus estudios y se graduó como Técnica Óptica, aunque eligió trabajar junto a su madre en el rubro de la decoración. En 1951 se casó con Jorge Marshall, con quien tuvo dos hijas. Tras enviudar en 1992, continuó adelante con su trabajo y su vida.

Al hablar de Ilse, mencionó que pudo escaparse de su Berlín natal, para llegar a la Argentina en 1937 a bordo del barco Jamaïque. Ilse Jordan nació en 1929 en Berlín, Alemania. Luego del ataque a la tienda de lencería de sus padres y la agresión que sufrió su padre, la familia tomó la difícil decisión de emigrar. Él viajó primero a la Argentina, en 1936, para preparar el camino, mientras que Ilse y su madre se quedaron viviendo con sus abuelos hasta conseguir los visados necesarios.

La ceremonia fue muy conmovedora
La ceremonia fue muy conmovedora (Dor Jadash y Fundación Tzedaká)

Finalmente, en abril de 1937, Ilse y su madre llegaron a Buenos Aires a bordo del barco Jamaïque. En su nuevo país, sus padres intentaron continuar con la fabricación de lencería, aunque debieron abandonar el emprendimiento por motivos de salud.

Ilse estudió en la Universidad de Buenos Aires y se graduó como Licenciada en Química en 1954, profesión que ejerció con dedicación hasta su jubilación. Formó una gran familia junto a José Smilg, con quien compartió 71 años de matrimonio. Tuvieron dos hijas, seis nietos y doce bisnietos.

Lea es otra de nuestras bat mitzvá, de nuestras chicas nacidas en Polonia, en Vilna. La que en 1941 pudo sobrevivir y escapar gracias a unos oficiales soviéticos. En 1949 ingresó con su madre acá en la Argentina de manera ilegal”, contó el rabino. Elisabeth Kogan de Kociak nació en 1937. Un año después, su padre emigró a la Argentina en busca de un futuro mejor para la familia. Cuando las tropas alemanas invadieron Polonia en junio de 1941, Elisabeth y su madre lograron sobrevivir y escapar gracias a la ayuda de oficiales soviéticos que conocían a su madre por su trabajo como cajera en el Casino de Oficiales.

Ambas fueron trasladadas en tren a Moscú y luego enviadas a Glazov, donde permanecieron hasta el final de la guerra. En 1946 regresaron a Polonia, y con la ayuda del JOINT iniciaron el proceso para emigrar. Aunque su intención inicial era viajar a Israel, la enfermedad de su madre las llevó a buscar al padre de Elisabeth. Así comenzó un extenso recorrido por París, Asunción y Montevideo, hasta que finalmente ingresaron de manera ilegal a la Argentina el 13 de enero de 1949, donde su padre las esperaba.

"Cada uno de ustedes nos
"Cada uno de ustedes nos enseña que, aún después de la oscuridad más profunda, podemos volver a cantar", dijo el rabino Bater

Ya establecida en Buenos Aires, Elisabeth estudió en una escuela comercial y en 1960 se casó con Natalio Kociak. Enviudó en 1979 y formó una familia con dos hijos, tres nietos y un bisnieto. Trabajó como secretaria hasta 2001 y hoy comparte su vida con un nuevo compañero.

“Todos te conocen, Betty. Nuestra bat mitzvá nacida en Bruselas. La que fue separada, como escuchamos tantas veces esas, estas historias. La que fue separada de sus padres para ser escondida y poder salvarte. La que vivió nueve meses en un convento, y a sus siete años, habiendo ya terminado la guerra, se pudo reencontrar con sus padres. En el año 1951 llegó a la Argentina. Gracias”, dijo sobre Berta “Betty” Tambor, nacida en 1938 en Bélgica. Tenía apenas cuatro años cuando, tras la invasión alemana de 1940 y el avance de la persecución contra los judíos, fue alejada de sus padres para poder sobrevivir. Con la ayuda del Movimiento de Resistencia de Familias Cristianas, fue escondida primero con tres familias diferentes y luego en dicho convento.

Berta Tambor fue separada de
Berta Tambor fue separada de sus padres a los cuatro años

Mientras tanto, sus padres permanecieron ocultos en distintos lugares de la ciudad, y su madre, arriesgando su vida, se escapaba a veces para verla. Terminada la guerra, Betty tenía siete años cuando finalmente pudo reencontrarse con ellos.

Tiempo después nació su hermana, y en 1951, movidos por el deseo de su padre de reunirse con su única familiar sobreviviente, la familia emigró a la Argentina y se estableció en La Pampa. Más tarde se mudaron a Buenos Aires, donde Betty se casó a los 18 años y tuvo tres hijos. En 1981 se separó y trabajó durante dos décadas en el Hospital Moyano.

Hoy tiene cinco nietos y tres bisnietos.

Pedro, Elizabeth y Anita
Pedro, Elizabeth y Anita

A continuación, se rememoró el pasado del único hombre del grupo, Pedro “Ese chico que nació en la ciudad de Praga. El que incluso habiendo sido bautizado pensando la familia que de esa manera iba a poder salvarse de la persecución, no fue así. El chico que fue deportado al campo de Terezin. El que se despidió de su padre en la ducha. Ya que al otro día era deportado a Auschwitz. Y no regresó, pero estamos hoy para contar su historia. En 1949 llegó hasta la Argentina”.

Pedro Polacek nació en 1936 en Praga, Checoslovaquia. Su infancia transcurrió en un contexto marcado por la creciente hostilidad hacia las familias judías de Bohemia. La familia de su madre administraba ranchos, mientras que la de su padre buscaba desesperadamente visas para poder huir del país.

En 1939, el rancho familiar fue expropiado y la familia se trasladó a Praga. En un intento por protegerlo, sus padres lo bautizaron en 1942, aunque solo ellos debían usar la Estrella de David. Poco después, Pedro y su madre fueron deportados al campo de concentración de Terezin. Allí fue separado en una barraca para niños y tuvo su última conversación con su padre, quien fue deportado al día siguiente a Auschwitz, de donde nunca regresó.

Para salvar a Pedro, sus
Para salvar a Pedro, sus padres decidieron bautizarlo en 1942

Tras la liberación, en mayo de 1945, Pedro y su madre regresaron brevemente al rancho, pero las dificultades económicas la obligaron a venderlo. Decidida a comenzar una nueva vida, logró salir del país en 1949, gracias a la ayuda de una tía que vivía en la Argentina.

Ya en Buenos Aires, Pedro completó sus estudios, se graduó como Ingeniero Mecánico y desarrolló su carrera en la industria automotriz y en distintos emprendimientos. Formó una familia con tres hijos y cuatro nietos.

Por último, se compartió la historia de Alba Silvia Wertheim, nacida en Buenos Aires el 24 de septiembre de 1939, hija única de Max y Claire, ambos nacidos en Alemania, quienes se habían visto forzados a huir a Londres en 1936, donde se casaron, para luego continuar a Francia y embarcarse hacia Argentina, donde llegaron en 1937.

Una iniciativa soñada

“Es una iniciativa maravillosa, soñada. Mamá no tuvo la oportunidad de hacerlo y a sus cien años le hicimos el Bat Mitzvá. No fue fácil, hubo que vencer temores, dudas, pero finalmente sacó de adentro su valentía para llegar a este momento acompañada por toda la familia que también la alentaba para que lo hiciera”, contó Ricardo León, hijo de Anita, que vivió la ceremonia como un evento maravilloso, organizado con mucho afecto y entrega, por parte de las instituciones y el rabino. “Todos y cada uno hicieron que esto, este día brillara y sea inolvidable para todos”, afirmó.

Los ocho sobrevivientes junto a
Los ocho sobrevivientes junto a las autoridades de las instituciones y embajadores de sus países de origen

Anita Isaac, en su silla de ruedas, abrazada a un ramo de flores que le hicieron llegar, dijo estar sorprendida por la cantidad de personas que presenciaron la ceremonia. Entre ellos, familiares que llegaron de Estados Unidos. “Vinieron mi hijo, mi nieta, mis bisnietos. Todos vinieron a verme, a saludarme. Eso me impresionó y me llenó de orgullo”, expresó con emoción.

Marisha Szefner quiso ponerse un vestido para la ocasión porque siempre usa pantalones. El único que tenía en su guardarropas era uno azul que perteneció a su mamá, que acompañó con un collar de perlas. “Es como si me lo hubiera preparado. Doña Eva acertaba todo, aunque yo le peleaba todo”, recuerda. Para la ceremonia, contó que tuvieron que estudiar un poco. “Sobre todo, probablemente personas que no saben mucho de religión ni de hebreo, pero realmente, han hecho maravillas con nosotros. Lo destaco porque hacen por nosotros... nos cuidan mucho”, aseguró.

Daniela Luber, directora del programa de Ayuda a Sobrevivientes del Holocausto de la Fundación Tzedaká contó que hace un año llevan adelante este proyecto emocionante. “Nos venimos encontrando semanalmente, mensualmente. Ellos están aprendiendo, animándose, porque fue muy movilizante para ellos, animarse a hacer esta ceremonia, el proceso de volver a identificarse. Algunos siempre estuvieron arraigados al judaísmo, pero otros no. Entonces, muchos, como contaban en la ceremonia, como Pedro que para salvarse tuvo que bautizarse, se alejó del judaísmo. Volver a sentirse confiados y libres de poder sentirse judíos y animarse a vivir esto que no pudieron de chicos. Así que el proceso fue muy emocionante”, destacó.

Los ocho sobrevivientes bajo la
Los ocho sobrevivientes bajo la bandera de Israel que fue desplegada al final del ritual

“Yo empecé por querer aprender lo que no aprendí de joven. No pensaba hacer la bar mitzvá”, reveló Pedro, mientras participaba de un brindis rodeado de tres hijos. Después, reflexioné y dije ‘Bueno, es un deber tardío que debo reparar’. Así que decidí por eso y como dije, por los muchos que no sobrevivieron y no pudieron hacerlo. Yo tengo mucho sentimiento de culpa por haber sobrevivido y por no haber sido un buen judío. El hecho de que hice la ceremonia es para reparar eso", explicó. Y precisó: “Yo estuve en un campo y de quince mil chicos, sobrevivimos cien. En el mundo siempre hay injusticias y hay gente que tiene suerte o el destino lo ha querido así, pero siento culpa. Por un lado, estoy contento que pude formar una familia. Pude trabajar e hice muchas cosas a media máquina en mi vida. Algunas quiero completarlas en este momento. Y le agradezco a este país que me dejó vivir y desarrollar y mi familia está toda acá, está toda en Argentina”, contó quien agradece a su padre por ser quien es. “A él le debo lo que soy”, concluyó.

Finalizado el ritual, el rabino Marcelo Bater expresó: “Hacer esta ceremonia me dio la oportunidad de vivir algo completamente diferente. Era el sentimiento de poder sentirse agradecido con ellos de que cada uno compartía su historia y sus vidas. Por eso, le pusimos el nombre de Jai Mitzvá. Una manera de honrar sus historias, honrar sus vidas, honrar su resiliencia y agradecerles por compartirla con toda la comunidad. Ese es el sentimiento de agradecimiento hacia cada uno de ellos”.

En la sinagoga estuvieron presentes el embajador de Israel, Eyal Sela; de Alemania, Dieter Lamlé; de Austria, Gerhard Mayer; de Rumania, Dan Petre; y de Bulgaria, Stoyan Mihaylov, además de representantes de las embajadas de Polonia y Suecia. También asistieron la embajadora argentina ante la Alianza Internacional para la Memoria del Holocausto (IHRA), Fabiana Loguzzo; el presidente de la Fundación Tzedaká, Gabriel Cohen, junto a su directora ejecutiva, Betina Rosental; la directora ejecutiva de Dor Jadash, Carolina Freidkes, y la presidenta de la misma institución, Graciela Peisajovich. Estuvieron presentes, además, el ex presidente de la DAIA, Jorge Knoblovits, y representantes del Museo del Holocausto.

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