
Nombrar a un hijo nunca resulta una decisión simple. En ese proceso se entrecruzan las tradiciones familiares, los significados culturales, las modas del momento y, cada vez más, la búsqueda de un nombre diferente que aporte originalidad. En un país como Argentina, marcado por la mezcla de raíces europeas, pueblos originarios e influencias de inmigraciones recientes, las posibilidades se multiplican y convierten la elección en un desafío tan amplio como simbólico.
El Registro Nacional de las Personas (Renaper) mantiene, desde hace décadas, una base de datos que refleja esa diversidad. Allí figuran más de 29.088 nombres únicos, es decir, que fueron inscriptos una sola vez entre 1925 y 2015.
Detrás de cada uno de ellos hay una historia particular, muchas veces atravesada por la creatividad, la búsqueda de identidad o incluso un error ortográfico que quedó plasmado para siempre.

Dentro de esa lista aparece “Coven”, uno de esos nombres singulares que, lejos de quedar en el olvido, hoy identifica a un joven de 27 años oriundo de Banfield. Su caso forma parte de un universo que muestra cómo, a la hora de elegir un nombre, los argentinos pueden ser tan creativos como transgresores.
“La historia de mi nombre atravesó generaciones, registros civiles, trabas burocráticas y situaciones insólitas”, admitió en diálogo con Infobae Coven Marchetti, quien nació el 1 de junio de 1998.

La primera vez que el nombre Coven llegó a los oídos de la familia Marchetti fue a través de un inmigrante. Su bisabuelo escuchó ese apellido, le gustó y decidió utilizarlo para su hijo. Así nació “Coven Oscar”, el primer portador dentro del linaje familiar, que es el abuelo de joven y está fallecido. Con el tiempo, esa rareza quedó registrada en los documentos y se transformó en una marca dentro del árbol genealógico.
Sin embargo, el padre de Coven, no heredó el nombre. Sus padres lo llamaron “Fernando”, como tantos otros en la Argentina. Pero cuando llegó el momento de elegir cómo llamar a su hijo, el hombre decidió rescatar ese nombre único que había marcado a su padre. Y así fue como en 1998 intentó inscribir a su hijo como Coven, aunque el camino no fue tan sencillo.

Los problemas en el Registro Civil
Los padres de Coven se encontraron con un problema burocrático: el nombre no figuraba en ninguna lista oficial y el abuelo que lo había portado ya había fallecido, lo que dificultaba acreditar el antecedente.
Para que el registro lo aceptara, tuvieron que recurrir a un juez, quien elaboró un documento con diez ítems justificativos: que era de fácil pronunciación, que no resultaba ofensivo, que no estaba en otro idioma, entre otras condiciones.

Finalmente, la resolución salió a favor. “Tengo esa hoja encuadrada en mi habitación, firmada y sellada, que aprueba mi nombre”, contó Coven con orgullo. Durante dos meses, mientras tanto, fue un bebé sin documento oficial, hasta que la Justicia lo habilitó.
“Como plan alternativo, mis padres pensaban ponerme Federico, aunque en la intimidad de la familia me iban a llamar Coven”, admitió.
La anécdota que recuerda con humor es la de una empleada del registro que, al escuchar el nombre, le dijo a su madre: “Con tantos nombres lindos, ¿le vas a poner ese?”. Lejos de desanimarse, esa reacción terminó de convencerla.

Coven creció en la localidad bonaerense de Banfield, partido de Lomas de Zamora, a apenas cinco cuadras de la cancha del “Taladro”. Sin embargo, a pesar de que casi toda su familia y sus amigos son fanáticos de Banfield, él tomó otro camino. Su corazón futbolero quedó ligado a Aldosivi de Mar del Plata.
El flechazo surgió en la infancia, en los viajes familiares a Miramar. Su padre, enamorado de la costa atlántica, lo incentivaba a mirar hacia ese club marplatense. “Mi viejo me mostraba la sede de Aldosivi en Punta Mogotes cada vez que pasábamos, me decía que era un buen club. Yo empecé a investigar y me atrapó su historia”, recordó.
El primer partido que presenció fue un Aldosivi-River en la B Nacional. Desde entonces, se hizo socio y compartió con su padre incontables viajes a la costa para alentar al equipo. “Era algo más que fútbol: era un momento de unión con mi viejo, una tradición familiar”, remarcó.

Hace un mes, Coven asumió un nuevo puesto en la Unidad Funcional de Defensa Nº 26 (UFD N° 26) de Ezeiza, que es la defensoría penal que representa a personas imputadas en delitos, brindando asesoramiento y patrocinio jurídico en el fuero penal.
El último episodio fue en las elecciones, cuando al acercarse a la mesa de votación generó confusión entre fiscales y autoridades. “Me miraban esperando que dijera el nombre de verdad. Me pasa seguido, aunque ya aprendí a tomármelo con humor”, aseguró.
También hizo alusión a la reacción de sus amigos de la infancia. “Cuando me conocieron en la primaria, llegaban a sus casas y le decían a sus padres que tenían un compañero llamado Coven. Los padres no les creían, pensaban que era un apellido. Al día siguiente volvían a preguntar en clase para comprobarlo”, señaló.

Descubrir que era el único
El propio Coven comprobó la singularidad de su nombre en 2012, cuando todavía estaba en la secundaria. En ese momento circulaba una nota sobre el sitio del RENAPER que permitía chequear la popularidad de los nombres en el país. “Me metí y decía que en 1998 había nacido una sola persona con ese nombre: yo. Ahí confirmé lo que todos sospechaban: que era único”, recordó.
Desde entonces, cada tanto, amigos y conocidos le reenvían el enlace, como recordatorio de que su nombre sigue siendo una rareza.

Aunque su abuelo fue el primero, él es quien terminó consolidando la singularidad del nombre. Más allá de este rasgo distintos, Coven no planea repetirlo en sus futuros hijos porque prefiere evitar las confusiones que generan los nombres idénticos dentro de una misma familia.
Coven está en pareja con Agustina desde hace 5 años, y a principios de este año arrancaron con la convivencia. “Nunca me gustó la idea de un ‘junior’. Tal vez sí como segundo nombre, o quizás se lo deje a mi hijo para que lo transmita a un nieto, salteando una generación, como pasó conmigo”, reflexionó.

En el resto de su familia predominan los nombres comunes: su hermana se llama Micaela, su padre Fernando y su madre —que falleció hace varios años— se llamaba Mariana. Él es, sin dudas, la excepción.
A lo largo de su vida, Coven aprendió a llevar con orgullo ese nombre único. Sabe que a veces genera desconcierto o dudas, pero también lo identifica de manera inconfundible. “Es parte de mi historia y de la de mi familia. Cada vez que me preguntan, me da la oportunidad de contarla”, concluyó.
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