Más de 10.000 personas ya se sumaron a Mi País Conversa: una apuesta ciudadana por el diálogo en tiempos de grieta

El encuentro masivo de diálogos ciudadanos impulsado por la Fundación Bunge y Born e Infobae se realizará la semana del 15 de septiembre

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El objetivo es que los
El objetivo es que los interlocutores valoren la opinión de quien piensa distinto

Aun en un contexto de polarización, desconfianza y desencanto con la política, más de 10.000 personas ya se inscribieron para participar de Mi País Conversa, el encuentro masivo de diálogos ciudadanos que se realizará la semana del 15 de septiembre en todo el país. Se trata de una experiencia impulsada por la Fundación Bunge y Born junto a Infobae y la organización internacional My Country Talks, que conecta a dos personas con opiniones opuestas para que se sienten a conversar.

El gran número de personas que se anotaron demuestra que, pese al clima de grieta y cansancio cívico, existe una demanda social por reencontrarse y recuperar la capacidad de dialogar. No es un dato menor: en un contexto en el que la democracia enfrenta cuestionamientos crecientes y la apatía gana terreno, miles de argentinos apuestan por un gesto radicalmente democrático: hablar con quien piensa distinto.

El mecanismo es simple: cada participante responde seis preguntas con opciones de “sí” o “no” sobre temas actuales que atraviesan el debate público —como la salud pública, la reforma laboral, la regulación de la inteligencia artificial o la baja en la edad de imputabilidad penal—. Un algoritmo empareja a quienes respondieron de forma opuesta y, si ambos están de acuerdo, se encuentran —de manera virtual o presencial— para conversar. El objetivo no es convencer ni debatir para ganar, sino escuchar y entender al otro.

Mi País Conversa no busca cambiar opiniones, sino recordar algo esencial: que podemos estar en desacuerdo sin dejar de respetarnos.

El proyecto parte de una idea profunda, pero simple: detrás de nuestras posturas políticas suele haber más puntos en común de los que imaginamos. Y que es posible construir puentes si en lugar de ver al otro como un enemigo, lo vemos como un interlocutor legítimo. Esta premisa cobra especial relevancia en un país atravesado por la confrontación, donde el desacuerdo muchas veces se transforma en descalificación personal.

El objetivo no es convencer
El objetivo no es convencer ni debatir para ganar, sino escuchar y entender al otro

En América Latina, los datos son elocuentes. Según Latinobarómetro, el apoyo a la democracia cayó del 63 % en 2010 al 48 % en 2023. En Argentina, una encuesta de Poliarquía reveló que el 72 % de la población se muestra insatisfecha con la democracia y que la mitad estaría dispuesta a aceptar un gobierno no democrático si resolviera los problemas más urgentes. Esta fragilidad democrática no se resuelve solo con reformas institucionales: requiere reconstruir los vínculos entre ciudadanos, volver a ejercitar los hábitos de la vida democrática cotidiana.

El psicólogo social Jonathan Haidt, autor de La mente de los justos, sostiene que no estamos naturalmente preparados para convivir con la diferencia. Nuestra biología tribal tiende a unirnos con los que piensan como nosotros y a desconfiar de los otros. Por eso, sentarse a dialogar con alguien distinto no es algo intuitivo: es un ejercicio que se aprende y se entrena. Justamente eso propone Mi País Conversa: un espacio cuidado para ejercitar ese músculo democrático que a veces se atrofia.

La iniciativa toma como referencia experiencias similares realizadas en otros países como Alemania, Suiza o Estados Unidos, donde My Country Talks ya conectó a decenas de miles de ciudadanos con resultados positivos. Ahora, en su segunda edición en Argentina, Mi País Conversa vuelve a apostar por el poder transformador de una conversación.

En palabras del filósofo John Dewey, “la democracia es un experimento colectivo”. Y como todo experimento, necesita del compromiso de quienes lo practican. En tiempos en los que las redes sociales premian la agresión y la política profundiza la división, iniciativas como esta recuperan algo vital: la posibilidad de construir desde la diferencia.

Que ya haya más de 10.000 inscriptos demuestra que hay una ciudadanía dispuesta a practicar ese principio. En definitiva, la democracia no se juega solo en las urnas: se construye todos los días, en la manera en que nos escuchamos, nos respondemos y convivimos.

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