Es la tierra del famoso casino de Monte Carlo, el Gran Premio de Fórmula Uno y las películas de James Bond. Rodeado por Francia y a orillas del Mar Mediterráneo, ese país ocupa apenas una superficie de 2,08 kilómetros cuadrados y está extendiendo su territorio hacia al mar con desarrollos inmobiliarios de lujo para albergar “a los millonarios que se quedaron sin espacio”.
Así lo aseguró el argentino José Álvarez Torres, un porteño de 24 años, tras visitar el Principado de Mónaco, lugar que ostenta la concentración más alta de millonarios por habitante del mundo. Según el informe “La Nueva Riqueza Mundial”, elaborado por la empresa de análisis y gestión inmobiliaria Knight Frank, en ese país un tercio de su población (13.400 personas) es millonaria. Y para 2026, pronostican que la cifra ascenderá a 16.100.
Allí, José recorrió sus calles, casinos, escaleras interminables y miradores para retratar en primera persona cómo se vive en uno de los enclaves más exclusivos del mundo, donde la riqueza extrema convive con la falta absoluta de espacio. “Esto hace que las propiedades sean inaccesibles y que con la suma de USD 1 millón ni siquiera puedas adquirir algo decente. Con esa cantidad de dinero apenas podés comprar 17 metros cuadrados habitables”, ejemplificó.

Una de las características físicas más peculiares de Mónaco es su topografía: al estar construido sobre una montaña, las escaleras son una constante entre los diferentes niveles de la ciudad. José explicó que para trasladarse de una zona a otra, “es común descender varios tramos de escaleras, aunque también existen ascensores públicos en algunos puntos estratégicos”.
En cuanto a infraestructura, Mónaco no posee aeropuerto propio. El acceso principal es a través de la ciudad francesa de Niza, ubicada a unos 30 kilómetros. “Desde allí, los visitantes suelen llegar por tierra o por medio de un exclusivo servicio de helicópteros”, contó.
Esta limitación logística se suma a la restricción territorial: el país ya ocupó el 100% de su superficie terrestre. “Toda nueva construcción implica demoler una existente. Ante ese escenario, las autoridades recurrieron a una solución ambiciosa: ganarle terreno al mar”, dijo José al referirse a la obra más emblemática Mónaco.

Se trata de una plataforma artificial de 6 hectáreas en el barrio de Portier Cove, que demandó una inversión de 2.000 millones de dólares. Este nuevo sector permitirá albergar unos mil departamentos de lujo, todos con vista al Mediterráneo. Según el argentino, la obra está “casi terminada” y representa una de las apuestas más agresivas del país frente a sus límites geográficos. “Es una batalla épica entre la naturaleza y el dinero”, afirmó sobre este emprendimiento que cotiza a USD 100 mil el metro cuadrado.
“Mareterra” no es solo una extensión física, sino también un complejo de lujo que incluye marinas privadas, un paseo marítimo y una variedad de viviendas exclusivas. La zona contará con más de 100 departamentos y 10 villas palaciegas, diseñadas por algunos de los arquitectos más famosos del mundo, como Renzo Piano, quien es conocido por su trabajo en el Centro Pompidou de París.
El recorrido por Mónaco José lo empezó por Montecarlo, el barrio más emblemático del país que alberga al famoso casino y al lujoso Hotel de París, dos símbolos de la riqueza que caracteriza al Principado. “Ese casino es uno de los motivos por los cuales Mónaco es tan rico”, explicó José. La construcción, inaugurada a mediados del siglo XIX, cambió el destino del país, que hasta entonces enfrentaba una grave crisis económica y territorial.

Según contó José, “la decisión de la familia Grimaldi, la dinastía que gobierna Mónaco desde 1297, de abrir un casino en un contexto europeo donde los juegos de azar estaban restringidos fue estratégica, ya que se convirtió en un polo de atracción para los aristócratas y grandes capitales del continente”. Curiosamente, remarcó, “los monegascos no tienen permitido jugar en el casino debido una norma histórica prohíbe a los nacidos en Mónaco apostar en el lugar”.
Durante su paseo nocturno por Montecarlo, el argentino notó la tranquilidad que domina las calles más céntricas del país. “Los locales estaban casi vacíos, los restaurantes cerraban y los autos de lujo –Ferrari, Rolls Royce, Porsche, BMW– permanecían estacionados como piezas de exhibición”, enfatizó.
En uno de sus recorridos matutinos, José subió a la zona francesa conocida como La Turbie para observar Mónaco desde lo alto. Desde allí, se pueden apreciar con claridad las dimensiones reales del país. A pocos pasos del límite con Francia, el contraste es inmediato. “Hacés diez centímetros más allá y ya estás en otro país. Las construcciones, las veredas, el estilo arquitectónico cambian abruptamente, como si se tratara de una frontera marcada con regla”, describió el joven argentino que es la segunda vez que visita ese país.
A nivel político, Mónaco es una monarquía constitucional encabezada por el príncipe Alberto II, descendiente de la familia Grimaldi. La permanencia de esa dinastía en el poder fue resultado de maniobras diplomáticas que incluyeron alianzas matrimoniales, pactos militares, cesiones territoriales y la venta de derechos de pesca, entre otras estrategias. “El objetivo fue siempre uno solo: garantizar la independencia del país en un contexto europeo en permanente transformación geopolítica”, remarcó José.
A nivel urbano, contó que Mónaco se presenta como una ciudad “compacta”, donde es difícil distinguir entre centro y periferia. Las tiendas de lujo como Cartier, los bares exclusivos como el Buddha Bar, las concesionarias de autos de alta gama y los inmuebles de altísimo valor se encuentran a pocos pasos unos de otros. “En un local que visité se vendía un Porsche 991 GT2 a 270.000 euros y un Lamborghini Huracán a 450.000 euros”, señaló.
A pesar de ese nivel de opulencia, el relato de José dejó entrever que vivir en Mónaco también presenta sus incomodidades. Desde la imposibilidad de alquilar un Airbnb dentro del Principado (la mayoría se encuentra justo fuera de los límites, del lado francés) hasta la ausencia de cobertura de datos móviles en ciertas zonas, el argentino remarcó que “incluso en uno de los países más ricos del mundo, hay limitaciones prácticas”.

Finalmente, al observar la pista urbana donde se corre el Gran Premio de Fórmula 1 de Mónaco, José reconoció que, aunque no es seguidor del deporte, entendía por qué para muchos esa curva emblemática representaba un hito. “Las marcas de neumáticos en el asfalto y la cercanía de los edificios completan el cuadro de una ciudad que parece congelada entre el lujo extremo y una falta de espacio que obliga a pensar creativamente en el futuro”, destacó.
La experiencia de este viajero argentino permite vislumbrar cómo se vive en un país que, a pesar de su tamaño diminuto, concentra algunas de las fortunas más grandes del mundo, y cuyo principal desafío ya no es atraer más riqueza, sino encontrar dónde ubicarla.
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