
“En un sistema patriarcal tan machista lo que no se puede perdonar es haber renunciado al hecho hegemónico de ser hombre”, dice Claudia Pía Baudracco. La frase podría enmarcarse, ponerse en letra de titular, justificar una ovación o volverse título de un libro. La síntesis puede explicar la persecución histórica a las travestis, pero también el odio a las personas trans regurgitado en este momento por gobiernos autoritarios caracterizados por la parafernalia machista. La idea se destaca en la película Álbum de familia. La conquista de Claudia Pía Baudracco, de Laura Casabé que se exhibe, solo hasta el 23 de abril, a las 22:15, en el Cine Gaumont, de Rivadavia 1635.
Claudia Pía Baudracco fue una activista trans, referenta de la lucha por la identidad de género, fundadora de la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgénero de la Argentina (ATTA) y del Archivo de la Memoria Trans (AMT). En la historia se la muestra peleando por derogar los incisos del código de escándalo que las encerraban por “disfrazarse de mujeres”. Las trans luchaban por simplemente poder caminar por la calle. Vivían juntas para saber cuándo se las llevaban detenidas y llevarse comida a la comisaría. Se formaban familias por adopción, por deseo y por una solidaridad que generaba, sí, un verdadero código de convivencia.
Ella luchaba para que nadie le cobrara a las travestis por realizar trabajo sexual y podía ir con una cadena por la calle para que ninguna se aprovechara de la otra. Hacía trekking, buceo, escalada de día cuando se iba de vacaciones y salía a bolichear de noche. Las amigas la describen “súper intensa”. Tuvo diferentes nombres: Claudia, La Luli, Lara Abraciano, Pia, María Pía, Claudia Pía, La Gorda, Claudia Pía Baudracco. Se llamó de distintas maneras pero logró que, en Argentina, llamarse sea un derecho, no un ancla a la vida predestinada, sino una posibilidad de conjugar el deseo con la ley. Ella murió. Pero marcó historia.
“La idea era que viviéramos en barrios marginales, en villas, pero que no viviéramos personas así en la ciudad y en familia”, cuenta en la entrevista que bordea la película para narrar una historia en donde se demuestra que Argentina no siempre fue un país en donde la identidad es una parte de una geografía diversa. Incómoda. Inmanejable. Vertiginosa. Así la describen. Así la recuerdan. En un homenaje realista, en donde no se esquivan sus adicciones, se muestra el uso clandestino de siliconas cuando no podían acceder a tratamientos legales y el éxito de una votación en el Congreso que ella motorizó desde todos los territorios. Los costos. Los logros. Los pesares. Y los triunfos. Una vida y una muerte con un legado sin secretos.
“Hoy llegó el día en el que sé que no me voy a morir como un fantasma. Voy a tener mi nombre y apellido en el responso. Con tanta represión y tanta tortura volvería a nacer trans”, dijo ella en un discurso histórico en el Congreso de la Nación. El 30 de noviembre del 2011 se votó la Ley de Identidad de Género. El resultado de la votación fue por 167 votos a favor y 17 negativos: un resultado contundente. Ella estaba en los balcones esperando ese logro que había sido, en gran parte, por su trabajo. Los aplausos resuenan con más fuerza en la perspectiva histórica de aprovechar los momentos de avances para avanzar realmente. “Ella estaba feliz porque se había aprobado la ley”, recuerda María Rachid.
-¿Ustedes qué son?, le pregunta Any Ventura, en un programa, tan añejo que se ve en blanco y negro, en Canal 7 (todavía ATC), con el título “Todo un tema”.
-Nosotras somos travestis por elección y por condición sexual porque nos sentimos identificadas por fisonomía femenina, contestó Claudia Pía.
-Una pregunta cruel: ¿por qué los travestis están relacionados con la prostitución?, inquirió el periodista Luis Beldi.
-Porque es el único modo de sobrevivir, explicó ella.

Nació el 22 de octubre de 1970 y murió el 18 de marzo de 2012. Claudia Pía, que tuvo mil nombres, también fue ingresada a la cárcel de Marcos Paz, acusada por un delito de drogas. Luchó para que las travestis tuvieran derechos a una vida en libertad, dentro y fuera de la cárcel. En 1989 le diagnosticaron VIH positivo. Tenía 20 años y creía que se iba a morir. Se fue a Europa y pudo viajar, ir al cine y conocer otros mundos. Volvió recargada. En Argentina luchaba por derogar los edictos policiales de la Ciudad de Buenos Aires por las que podían detenerlas por vestirse de mujer. En 1995 se habían llevado más de 100.000 personas detenidas por edictos policiales. En 1998 los derogaron. Se generaron los Códigos de Faltas. La persecución y la furia de los vecinos hoy parece prehistórica y, a la vez, más actual que nunca.
“La Ley de Identidad de Género se llama Claudia Pia Baudracco”, reivindican sus amigas y compañeras de lucha en relación a la norma que permite identificarse según la autopercepción desde 2012. Ella viajó por todo el país para conseguir apoyos y organizar a las personas trans para que lucharan por tener derechos. Pensó estrategias, viajó, hizo propuestas y le faltó a ella y al país contarla en un cargo de representación. Antes, había luchado contra la corrupción policial. “Yo estaba en contra de darle coima a las policías”, recuenta en la entrevista que se vuelve más importante por la vigencia de la lucha trans contra los que facturaban y abusaban con la persecución.
“Desde que transicionó y empezó a ejercer el trabajo sexual en los años ochenta, Claudia supo identificar los hilos que movían la violencia del Estado que vivía la comunidad travesti trans sobre sus cuerpos. Tuvo tantas vidas como nombres y batallas; fue arrojada a infiernos y ella saltó por su cuenta a otros; pero nunca abandonó la pelea contra la injusticia y por darle herramientas de lucha a sus compañeras. Desde ATTTA en los años noventa y durante la primera década del siglo XXI recorrió el país en una moto sin saber que se estaba convirtiendo en una leyenda para su comunidad como impulsora definitiva de la ley que sacó de marginalidad legal a toda la comunidad trans: la Ley de Identidad de Género ATTTA (Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina)”, la describen en la película.

Marcela Romero, Presidenta de ATTTA Red Nacional y coordinadora regional de la RedLacTrans, apunta: “Yo caigo en la vida de Pía ya en su última parte. Yo estaba afuera y cuando vuelvo estaba trabajando en una esquina y para un auto y aparece “La Rompecoches” y me invitó a una reunión de ATTTA, que yo ni sabía lo que era. Me preguntó si quería ser promotora. Y ahí me enteré de que Pía estaba presa y la vi cuando estaba detenida, pero no pude hablar nada con ella. Después, en la organización, empezamos a compartir y nos íbamos a comer y nos quedábamos hablando.”.
Romero relata el dolor el día de su fallecimiento: “Cuando murió Pía, María (Rachid) y yo fuimos las primeras en llegar al departamento. Pía estaba cansada y estaba muy sola. El último tiempo pude conocer a una mujer tan fuerte, con esa cosa que tenía ella de ser tan política, de poder estar con las compañeras y dejar un mensaje. A ella la enojaba cuando las compañeras no la escuchaban porque quería hacerles ver que podían tener una vida mejor, que se la merecían… Si hubiera vivido ella hubiera terminado como diputada o senadora”.
El sueño de Claudia Pía Baudracco y su amiga, María Belén Correa (que también protagoniza el film), fue el Archivo de la Memoria Trans (AMT) con fotos, videos y recortes de diarios. La película acompaña el archivo que fue creado en el 2018 con todo el material que Claudia juntó a lo largo de su vida hasta su muerte en 2012. La dirigente de la diversidad sexual María Rachid remarca: “Esta película es una reivindicación de una compañera que fue maravillosa, sin la cual todo hubiera tardado mucho más”.

Rachid remarca que se merece más reconocimientos en la historia de la lucha de la diversidad sexual en Argentina: “Creo que todavía las cosas son muy injustas con ella, porque cuesta colgar su cuadro. Y eso no es justo, porque Pía, junto con muchas otras compañeras construyó una militancia territorial y política sin la cual no tendríamos la ley de identidad de género o no sería tan buena como es. Junto con Marcela (Romero), como un dúo dinámico recorrieron el país mientras Marcela iba a hablar con los políticos, Pía iba a hablar con las compañeras, construyendo territorio, conciencia política. Ella empoderaba y convencía a todas las personas que tocaba”.
“Pía fue una visionaria, una fuerza arrasadora en permanente metamorfosis que cambió la vida de su familia, de su colectivo y también la nuestra a lo largo de todo el proceso de rodaje. Pero además era una persona inclasificable, capaz de dar vuelta su vida por completo, movida por un deseo urgente y por la plena conciencia de su propia finitud. Sin tener expectativa de vida para sí misma, trabajó de forma incansable para darle posibilidad de futuro a sus compañeras. Mi deseo es que con esta película la enorme fuerza transformadora de Pía se siga expandiendo y dando fuerza a sus compañeras para seguir conquistando derechos especialmente en este momento”, destaca la directora Laura Casabé. Y resalta: “En un momento de individualismo fanático, Claudia trae la posibilidad de vislumbrar la potencia del deseo desde la comunidad sobre lo individual”.
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