No todas las personas tienen acceso a la punta del Obelisco. Este privilegio lo tuvieron esta semana dos operarios de la empresa Bacigaluppi Hermanos que fue la encargada de cambiar el viejo pararrayos instalado en el monumento porteño durante su construcción en 1936.
La empresa contrató al operador de dron Juan Roleri, quien subió las imágenes a su cuenta de X, (ex Twitter). Así, se veía a los dos operarios, personas con vértigo abstenerse, que llegaron hasta la punta del Obelisco de unos 67 metros con una grúa especial que instaló la empresa en pleno centro porteño.
Directo a la cima del Obelisco
La persona que estuvo a cargo del cambio de pararrayos hace unos 20 años que trabaja en Bacigaluppi Hermanos, una empresa especializada en este tipo de trabajos. Se encargaron por ejemplo de poner un sistema similar en los escenarios del último Lollapalooza. “Antes solía hacer ese trabajo. Estuve en grandes alturas en plataformas marinas, por ejemplo - cuenta Cristián Bacigaluppi en diálogo con Infobae -. Te acostumbrás, pero cuando viene algún viento fuerte te empiezan a temblar las piernas”.

Hoy Cristián tiene 60 años, pero empezó desde abajo en la empresa de su papá que luego heredó. “Tres días después del nacimiento de una de mis hijas me fui a trabajar a la plataforma marina a 100 kilómetros mar adentro frente a Puerto Madryn. Eran 180 metros de altura y en esas alturas hay una oscilación de un metro - relata Bacigaluppi-. Cuando subís lo haces sin red, en la mayoría de los casos sin protección. Como un trapecista sin red”.
Cristián admite que hay una gran dosis de adrenalina en trabajar a grandes alturas, pero también mucha responsabilidad. “Es riesgoso, por eso hay que estar muy atentos. Cualquier distracción puede ser muy grave. Nosotros le hacemos a los operarios exámenes cada dos meses para chequear su estado de salud general. Y que estén aptos para este trabajo”, explica.

Esta vez, Cristián subió hasta la cima del Obelisco por la escalera interna para supervisar desde allí el nuevo pararrayos que colocaron en la punta para proteger a la ciudad de las tormentas eléctricas.
“La tarea es riesgosa, pero se toman todas las medidas de seguridad necesarias. La grúa tiene 90 metros de altura. Suben en un canasto con un guinche. Y con todo el instrumental necesario para la instalación”, explica Bacigaluppi.
El pararrayo del Obelisco era el original de 1936. “Una punta de bronce”, cuenta Cristián. El objeto ya estaba doblado por todo el tiempo que estuvo a merced de las tormentas porteñas. “Es como la punta Franklin que antes se instalaban en las iglesias y también en los estadios de fútbol. Por ejemplo, hicimos la instalación en la cancha de River antes del Mundial de 1978”, explica Bacigaluppi. La punta de bronce doblada de la cima del Obelisco quedó dañada por la infinidad de rayos que recibió en estos 89 años. “En una tormenta eléctrica puede servir hasta una descarga de un millón de voltios”, explica el experto.
Sobre el trabajo realizado en el monumento porteño, Bacigaluppi cuenta cuáles fueron los problemas que enfrentaron en las alturas. “Su punta en forma de pirámide complicó el operativo. Era una labor para 40 minutos y se tuvo que hacer en tres horas. La canasta se tuvo que ubicar en forma oblicua para poder hacer la instalación”, explica Cristián.
El pararrayos renovado permite detectar descargas atmosféricas suaves. “Además, se hizo toda una protección para los tableros. La idea es que quede preparado para cuando empiecen a subir los turistas que es una idea del gobierno porteño”, explica Bacigaluppi.

Protección contra los rayos
Bacigaluppi cuenta cuál es la protección de la Ciudad para enfrentar las tormentas eléctricas. “Hay una obligatoriedad de poner sistemas de pararrayos que se llaman activos, o sea que protegen un gran radio de acción en los edificios nuevos. Debe haber un 20% de edificios que están protegidos”, sostiene Cristián.
Aunque todavía no se usan en Argentina, en Europa ya existen sistemas que usan la energía de los rayos para generar electricidad. “Tesla está haciendo trabajos de acumulación mediante descarga. Eso que en el futuro será mucho más normal. Hay estaciones de combustible que ponen arriba unas pantallas receptoras y acumulan energía que después se traslada a los vehículos eléctricos”, explica Bacigaluppi.
Obelisco, símbolo de Buenos Aires
El Obelisco de Buenos Aires, inaugurado el 23 de mayo de 1936, fue construido en tiempo récord —solo 31 días— para conmemorar el cuarto centenario de la primera fundación de la ciudad. Su diseño estuvo a cargo del arquitecto Alberto Prebisch y su construcción fue realizada por la empresa alemana G.E.O.P.E. Su estructura, de 67,5 metros de altura y 680 toneladas de peso, se encuentra en la intersección de las avenidas Corrientes y 9 de Julio.

El lugar elegido para su emplazamiento no fue casual: allí se izó por primera vez la bandera argentina en la ciudad, el 23 de agosto de 1812. Esta ubicación, considerada simbólicamente clave, se convirtió en un punto de referencia urbano y político. La construcción del Obelisco implicó la demolición de la iglesia San Nicolás de Bari, un hecho que en su momento generó resistencia y polémica.
Desde su origen, el monumento despertó controversia. Fue criticado por su estilo moderno y por el gasto que implicó en un contexto de dificultades económicas. Incluso, en 1939, el Concejo Deliberante votó su demolición, aunque la orden fue vetada por el entonces intendente Arturo Goyeneche. A lo largo de los años, sin embargo, el Obelisco se consolidó como un ícono porteño.
El Obelisco ha sido testigo y escenario de múltiples acontecimientos históricos, celebraciones deportivas, manifestaciones sociales y expresiones culturales. Su entorno también cambió: en 1971 se peatonalizó el cruce de las avenidas, y en 2005 se instaló una reja que luego fue retirada. En 2025, sigue siendo uno de los puntos más fotografiados y visitados de la ciudad.
Actualmente, el monumento permanece cerrado al público por razones de seguridad, aunque en ocasiones especiales se habilita su ingreso. En su interior hay una escalera de hierro con 206 peldaños que conducen a una pequeña sala con cuatro ventanales en la punta.
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