“¡Abajo el tirano!”: el asesinato de Urquiza en el Palacio San José y el misterio de su cadáver, oculto durante 80 años

Fue asesinado en su casa en presencia de su familia. Cómo fue el ataque, las heridas mortales que recibió y la decisión de su viuda de mantener en secreto por décadas el lugar donde descansaban los restos de uno de los referentes de la política nacional del siglo XIX

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Justo José de Urquiza fue
Justo José de Urquiza fue el hombre fuerte del litoral, derrotó a Rosas e impulsó el proceso de Organización Nacional. Al momento de su asesinato, era gobernador de Entre Ríos

“¡Lola, mi fusil!” pidió Urquiza a su hija Dolores, que instantes antes estaba concentrada en sus lecciones de piano. Ese lunes santo de 11 de abril de 1870 a las siete de una tarde apacible, medio centenar de hombres irrumpían en el Palacio San José, una construcción de 38 habitaciones, tres patios, grandes jardines, capilla, lago artificial, sistema de agua corriente e iluminación de gas acetileno. Dicen que los propios lugareños la bautizaron como “palacio” aunque formalmente era la “Posta San José”.

Justo José de Urquiza, 69 años, gobernador de Entre Ríos, con mandato hasta 1872, le gustaba sentarse en la galería. Conversaba con su administrador mientras otros empleados y funcionarios de su gobierno trabajaban en ambientes cercanos y se escuchaban las voces de otros hijos jugando por ahí. Su esposa Dolores Costa, de 36 años, estaba en el dormitorio amamantando a Cándida Amelia, de tres meses.

El Palacio San José, tal
El Palacio San José, tal cual se veía en la época en que Urquiza lo habitaba (Revista San José)

Desde 1841, era el hombre fuerte de Entre Ríos. Había derrotado a Juan Manuel de Rosas en Caseros y cuando en Pavón dejó el campo libre a Bartolomé Mitre, para muchos perdió prestigio. No lo entendieron cuando apoyó al gobierno en la guerra del Paraguay y los viejos federales se resintieron cuando no movió un dedo en favor de los levantamientos de los caudillos del interior contra el gobierno de Buenos Aires.

En las elecciones a gobernador de 1864 impuso a José María Domínguez quien venció a Ricardo López Jordán, su amigo, colaborador y además eran parientes. Jordán había hecho toda su carrera política y militar a su lado; en 1868 por respeto a esa amistad había bajado su candidatura cuando Urquiza anunció la suya.

Fueron distanciándose y López Jordán no toleró el acercamiento de Urquiza con Sarmiento. Entonces, crecieron los rumores de que atentarían contra su vida.

Ricardo López Jordán. Aliado por
Ricardo López Jordán. Aliado por años de Urquiza, fue el ideólogo de la conspiración (Wikipedia)

Fue en la estancia que López Jordán tenía en Arroyo Grande donde se armó el golpe. El plan consistía en sorprenderlo en su casa, tomarlo prisionero y luego de obligarlo a renunciar se le ofrecería la opción de retirarse a la vida privada o irse al extranjero.

El ataque estaría al mando del coronel Simón Luengo, apoyado por Robustiano Vera y por José María Mosqueira. También serían de la partida los capitanes Facundo Teco y Ángel Álvarez; el teniente Agustín Minuet y otros como Pedro Aramburú y Juan Pirán. Posteriormente se sumarían Ambrosio Luna y Nicomedes Coronel, también conocido como Nico, mayordomo de San Pedro, una de las estancias del gobernador.

Matar a Urquiza

Esa tarde, los atacantes se dividieron en grupos. Unos, al mando del mayor Vera, controlarían al puñado de infantes que ocupaban una barraca; otro, con el capitán Mosqueira al frente tomaría la puerta posterior del palacio y el restante, a cargo del capitán Luengo, ingresaría por el frente.

A los de la casa les había llamado la atención el ruido de galopes, cada vez más intensos. La alarma cundió cuando se escucharon disparos y gritos. Las últimas luces del atardecer dificultaban distinguir qué era lo que sucedía. Los atacantes redujeron a Carlos Anderson, el jefe de la guardia e ingresaron según lo planeado.

El momento en que los
El momento en que los asesinos irrumpen en el salón donde Urquiza, herido, estaba en brazos de su esposa e hija. Lo ultimaron a puñaladas

Urquiza se incorporó rápidamente y comenzó a transitar por la galería y comprendió de qué se trataba. “¡Abajo el tirano! ¡Viva el general Ricardo López Jordán!” gritaban los intrusos. En el patio, era todo disparos y más gritos.

Urquiza se asomó a la puerta y disparó su fusil. El proyectil le rozó la cara a Álvarez. Los atacantes respondieron el fuego y Urquiza fue impactado por una bala arriba de su labio superior, disparada por Ambrosio Luna, “El pardo”. Lo hizo caer y arrastró a su esposa. El uruguayo Nicomedes Coronel, el primero en entrar, vio a Urquiza aún con vida. Su hija Dolores, con un espadín, quiso defenderlo. Ambas mujeres lo abrazaban.

Le dieron seis puñaladas: cuatro en el busto superior, una en el costado izquierdo y otra en el hipocondrio izquierdo.

Quisieron violar a las mujeres pero el propio Luengo lo impidió. Su hijita Micaela, aterrorizada, pudo escabullirse cuando uno de ellos la corrió con su sable. Luego de obligar al mucamo que les sirviera comida, abandonaron el palacio.

Fotografía del cadáver de Urquiza,
Fotografía del cadáver de Urquiza, tomada cuando examinaron las heridas recibidas (Revista Caras y Caretas)

Al otro día, por la tarde, López Jordán se enteró del resultado de la operación, que tenía otra fase. Porque mientras asesinaban a Urquiza, habían hecho lo propio con dos de sus hijos en Concordia. Justo Carmelo fue muerto a puñaladas cuando percibió que lo atacaban y Waldino fue lanceado contra el paredón del cementerio.

Años oculto

Su cadáver fue llevado a lo de su yerno Benjamín Victorica, donde fue velado. El 13 fue revisado por los médicos Esteban del Castillo y Alejandro Forbes. El arquitecto Enrique Delor le tomó un molde en cera de su rostro para hacer una máscara mortuoria, que luego moldeó en yeso.

Por su parte, Luis Aráoz le tomó una fotografía de medio cuerpo. Ese mismo día, fue sepultado en el Cementerio Público, en una ceremonia a la que asistieron la familia más cercana y unos pocos amigos.

Por seguridad, su esposa se había ido a vivir a Buenos Aires a una casa de dos plantas, en Lavalle al 1500. Transformó la habitación de la tragedia en un oratorio, con un altar dedicado a la Virgen del Carmen, del que su marido era devoto, y dispuso que las manchas de sangre que su marido dejó al apoyarse en la puerta fueran conservadas.

A mediados de 1871 se pensó que Concepción del Uruguay sería arrasada por Ricardo López Jordán y que ni el cadáver de Urquiza se salvaría. La viuda dispuso sacarlo del cementerio y llevarlo a la Iglesia Parroquial de Concepción del Uruguay, la misma que el propio Urquiza había mandado a hacer en 1857. El traslado fue el 25 de agosto.

Dolores Costa, la esposa de
Dolores Costa, la esposa de Urquiza. Por temor a represalias, decidió ocultar los restos de su marido

Los restos fueron depositados en un sitio del que no se tenía registro, dato que solo conocía su viuda. En una parte de la nave derecha hizo colocar una placa “RIP – Aquí yacen los restos mortales del Exmo, Sr. Capn. Gral. Dn. Justo José de Urquiza primer presidente constitucional de la República Argentina Gobernador de la Provincia de Entre Ríos que murió asesinado el 11 de abril de 1870 a las 7 ½ de la noche en su Palacio Sn. José a los 69 años de edad. Su amante esposa e hijos le consagran este triste recuerdo”.

Pero detrás de esta lápida no había restos.

Por ochenta años, estuvieron escondidos en una cripta tapiada en la Iglesia Parroquial. Durante esos años, nadie supo, a ciencia cierta, dónde estaban el ataúd, el de sus padres Joseph y Ana de Montero, y hermanos Juan José y Ana, que habían sido llevados a la provincia en 1860. El sitio exacto lo conocía su viuda, quien falleció el 8 de noviembre de 1896 y se llevó el secreto a la tumba.

En 1901 el intendente de Concepción del Uruguay, al cumplirse el centenario del nacimiento de Urquiza, descendió a la cripta donde supuestamente estaban los restos y la encontró vacía.

Fueron Luis María Campos Urquiza y Francisco Sáenz Valiente, nietos del muerto, quienes llevaron adelante las gestiones para inspeccionar las paredes de la cripta, de 4,90 por 2,55 metros. Al golpear uno de los lados, dejó al descubierto dos ataúdes y otros restos muy dañados por la humedad. Las chapas de bronce halladas confirmaron que eran los restos buscados. Alertaron a las autoridades.

El 6 de octubre de 1951 una numerosa comisión ingresó a la cripta. Uno de los ataúdes no tenía tapa debido a estar expuesto durante tantos años a la humedad, y que contenían los restos del hermano de Urquiza. Entre la suciedad y escombros se hallaron dos chapas con los nombres de los padres del general asesinado.

Hallaron otro cajón recubierto en plomo, ya que su caja exterior había desaparecido. Se abrió el plomo y apareció otro de madera, en cuya tapa tenía la inscripción “Gloria Deo”. Una vez abierta la tapa, se encontraron con una caja de zinc, que contenía el cadáver del gobernador asesinado.

El cuerpo estaba reducido a su esqueleto, cubierto con una mortaja en perfecto estado. Debajo, tenía un pantalón de brin, camisa, chaleco, saco, medias de lana y botines negros, todos en buen estado.

Los médicos Castro O’Connor y García analizaron los restos. Le faltaban las terceras falanges de los dedos de las manos, algo natural por el tiempo transcurrido. El cráneo estaba inclinado hacia la derecha y el maxilar inferior desarticulado. El maxilar superior casi había desaparecido; hallaron una prótesis de caucho rojo con dos incisivos centrales y el lateral izquierdo y que estaba sujetada al canino, primer y segundo premolar. Algunos dientes se desprendieron cuando levantaron el cráneo. Había un par de mechones largos de pelo.

Los médicos determinaron que la bala que lo había herido en el rostro no había llegado al cerebro, quedando entre la mandíbula y la prótesis, y que habría sido despedida en su agonía.

Venganza

El 22 de junio de 1889 en Esmeralda al 500, en la ciudad de Buenos Aires, un hombre recibió dos disparos en la cabeza. Los transeúntes lo llevaron aún moribundo a la botica de José Memmier, en la esquina de la calle Tucumán, donde falleció, mientras el agresor era detenido a escasas cuadras. La víctima era López Jordán, el autor intelectual del alzamiento y asesinato de Urquiza. A dos meses por cumplir 67 años y luego de diez de exilio en Uruguay había sido indultado por el presidente Miguel Juárez Celman. Intentaba recomponer su vida cerca de su esposa e hijos, pretendía ser reincorporado al Ejército y recuperar su jerarquía de general. Fue muerto por Aurelio Casas, cuyo padre había sido degollado por su orden.

Fue la viuda de Urquiza quien auxilió a la esposa de Casas mientras estuvo preso. Condenado a perpetua, fue indultado en 1919.

Mausoleo del entonces gobernador asesinado,
Mausoleo del entonces gobernador asesinado, levantado en la Basílica de la Inmaculada Concepción

El 17 de marzo de 1955 se colocaron los despojos de Urquiza en un cofre y durante el gobierno de Arturo Frondizi se dispuso construir un mausoleo acorde a su figura. Se lo levantó a la izquierda del altar principal de la Basílica de la Inmaculada Concepción, y el arquitecto responsable del diseño se inspiró en la tumba de Napoleón Bonaparte. Fue inaugurado el 7 de mayo de 1967. Desde entonces allí descansa el señor todopoderoso de su provincia, que se deleitaba tomando el fresco en la galería de su casa, mientras veía jugar a sus hijos.

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