
En la vasta inmensidad del Salar de Arizaro, donde el silencio reina y el paisaje parece de otro planeta, se eleva una estructura natural que desconcertó a científicos, viajantes y pobladores por igual. A más de 3.690 metros sobre el nivel del mar, en pleno corazón de la Puna salteña, el Cono de Arita aparece como una figura solitaria que corta el horizonte con una simetría tan precisa que más de uno creyó estar frente a una construcción humana.
Sin embargo, se trata de una formación geológica milenaria cuya belleza, misterio e inaccesibilidad la convirtieron en uno de los destinos más fascinantes y menos conocidos del norte argentino.
Cómo es el Cono de Arita, una pirámide única en Salta
El Cono de Arita se alza al sur del Salar de Arizaro, el tercer salar más grande del mundo, con una extensión aproximada de 1.600 kilómetros cuadrados. Su forma cónica perfecta, con 200 metros de altura, generó múltiples interpretaciones a lo largo del tiempo. Desde lejos, su silueta recuerda a una pirámide trazada con regla y compás. Esta apariencia lo distingue de cualquier otra elevación natural de la región y fue fuente de numerosas leyendas locales.
La superficie del cono, compuesta por rocas volcánicas oscuras, contrasta con el blanco brillante del salar, lo que refuerza su aspecto casi sobrenatural. No posee cráter ni señales de actividad volcánica, lo que llevó a pensar durante años que se trataba de una estructura artificial, quizá construida por antiguas civilizaciones.
Sin embargo, estudios geológicos demostraron que se trata de un cono volcánico que nunca llegó a erupcionar, lo cual explica su forma cerrada y la ausencia de lava en su interior.

Por qué se llama Cono de Arita
El nombre “Arita” proviene de la lengua aymara y significa “filoso” o “puntiagudo”, una alusión directa a la forma del relieve que se proyecta como una aguja sobre la llanura salina. Esta denominación no solo describe con exactitud la figura del cono, sino que también refleja la conexión ancestral que los pueblos originarios mantenían con el entorno.
Más allá de su envergadura geológica, el lugar posee un fuerte valor simbólico. Se cree que el Cono de Arita fue un centro ceremonial utilizado por culturas preincaicas, que lo habrían elegido para rituales vinculados con la Pachamama, debido a su forma excepcional y su ubicación sagrada dentro del desierto de sal. Ese carácter místico todavía se percibe hoy en día entre quienes lo visitan.
Cómo llegar al Cono de Arita
El recorrido hasta el Cono de Arita no es simple, pero representa una de las travesías más espectaculares del norte argentino. Desde la Ciudad de Buenos Aires, se deben recorrer aproximadamente 1.738 kilómetros hasta llegar a la capital de Salta. A partir de allí, el viaje continúa durante al menos ocho horas más por caminos de montaña, cubriendo 433 kilómetros de ruta hasta alcanzar la localidad de Tolar Grande.
La primera parte del trayecto se realiza por la Ruta Nacional 51, que cruza paisajes de altura hasta llegar a San Antonio de los Cobres. Desde allí, se toma la Ruta Provincial 27, pasando por sitios emblemáticos como el Viaducto La Polvorilla y los parajes de Olacapato y Caipe, hasta llegar finalmente a Tolar Grande. Este pintoresco pueblo andino sirve como base para adentrarse en el Salar de Arizaro, donde restan unos 85 kilómetros de ripio hasta el Cono de Arita.

Debido al estado de los caminos, muchas veces erosionados por el clima y la sal, es indispensable realizar el recorrido en vehículos 4x4 y, en lo posible, con el acompañamiento de un guía local que conozca la zona.
¿Es posible visitar el Cono de Arita?
Sí, aunque requiere una logística cuidadosa. La ruta hacia el Cono de Arita implica transitar a gran altitud, en zonas con escasa infraestructura. Se recomienda llevar agua en abundancia, alimentos no perecederos, combustible extra y equipamiento de emergencia. La resolana intensa del salar también obliga a usar protector solar, lentes y gorra, ya que la luz se refleja con fuerza en la superficie blanca del desierto.
El sitio puede visitarse durante todo el año, pero las mejores estaciones son la primavera y el otoño, cuando las temperaturas oscilan entre 22 °C y 25 °C y los caminos se encuentran en mejores condiciones. En verano, las lluvias pueden volver inaccesibles algunos tramos, mientras que en invierno, el frío extremo y las heladas hacen más desafiante la travesía.
Quienes no cuentan con vehículo propio pueden optar por colectivos hasta San Antonio de los Cobres y luego hasta Tolar Grande, aunque con frecuencias limitadas. Desde este último punto, es posible contratar excursiones guiadas hacia el cono.
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