Cuando Juan Gelman encontró a su nieta: a 25 años de un abrazo que llegó después de dos décadas de búsqueda tenaz, cartas y poesías

El 24 de agosto de 1976 un grupo de tareas irrumpió en la casa del escritor y se llevó a su hijo y a su nuera, embarazada de siete meses. Desde ese momento, él concentraría todos sus esfuerzos en encontrarlos

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Juan Gelman y su nieta,
Juan Gelman y su nieta, Macarena, luego de escuchar una declaración en la que el Estado uruguayo asume la responsabilidad por el crimen político contra Claudia García de Gelman (madre de Macarena), asesinada durante la dictadura uruguaya (1973-1985) y el nacimiento en cautiverio de su hija, en el Congreso de Montevideo, el 21 de marzo de 2012. (AFP/Miguel Rojo)

“Dentro de seis meses cumplirás 19 años. Habrás nacido algún día de octubre de 1976 en un campo de concentración. Poco antes o poco después de tu nacimiento, el mismo mes y año, asesinaron a tu padre de un tiro en la nuca disparado a menos de medio metro de distancia. Él estaba inerme y lo asesinó un comando militar, tal vez el mismo que lo secuestró con tu madre el 24 de agosto en Buenos Aires y los llevó al campo de concentración Automotores Orletti (...). Tu padre se llamaba Marcelo. Tu madre, Claudia. Los dos tenían 20 años y vos, siete meses en el vientre materno cuando eso ocurrió. A ella la trasladaron —y a vos con ella— cuando estuvo a punto de parir. Debe haber dado a luz solita, bajo la mirada de algún médico cómplice de la dictadura militar. Te sacaron entonces de su lado y fuiste a parar —así era casi siempre— a manos de una pareja estéril de marido militar o policía, o juez, o periodista amigo de policía o militar. Había entonces una lista de espera siniestra para cada campo de concentración: los anotados esperaban quedarse con el hijo robado a las prisioneras que parían y, con alguna excepción, eran asesinadas inmediatamente después”.

Con estas palabras el poeta Juan Gelman comenzaba la “Carta abierta a mi nieta o nieto”, un texto que publicó el 12 de abril de 1995 en el diario Página 12, quizás con la ilusión pétrea de que todos sus esfuerzos por hallarla, llevaran hasta su abrazo a esa persona fruto de su hijo y su nuera que la dictadura le había arrebatado.

Gelman no lo sabía pero para ese ansiado encuentro no faltaba tanto.

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Era 31 de marzo del 2000, hace exactamente 25 años. Era cruzando el charco, en Uruguay. Lo que el poeta ya había averiguado. Habrá sentido sus vísceras retorcerse de nervios, su estómago hecho un nudo de miedo. Le habrán sudado las manos. La garganta se le habrá sellado, habrá vibrado. O tal vez no.

Cuando a los periodistas se les permitió entrar al despacho del entonces presidente uruguayo Jorge Batlle, donde estaban reunidos, vieron a Gelman con los ojos rojos de emoción. El presidente, con sonrisa de satisfacción, tenía en mano un libro del poeta.

“Yo había pedido una reunión con el presidente Jorge Batlle y él, dando muestras de una sensibilidad y una humanidad que se confirmaron a lo largo de la entrevista, aceptó que esta tuviera lugar”, dijo Gelman a la prensa en un encuentro breve en el que confirmó que, después de más de dos décadas, había encontrado a su nieta, nacida en Montevideo en 1976.

“Hace mucho que estoy en la búsqueda de mi nieta. (...) Y he confirmado que la persona que busco ha nacido en el Uruguay, que está en el Uruguay y que es querida por sus padres, a quienes quiere. Y hasta aquí llego, porque quiero preservar la intimidad de esta persona”.

Por el presidente uruguayo, Gelman supo que su nuera había parido en Montevideo y que su nieta –en ese momento de 23 años– había sido encontrada y vivía en el barrio de Pocitos, en la casa de un policía retirado y fallecido que no había estado vinculado a la represión de la dictadura uruguaya de los años 70.

“Hoy es un día muy importante —dijo Batlle, también emocionado— más allá de posiciones políticas, de matices o de credo o religión, porque se logró que un abuelo se reencontrara con su nieta”.

Después de veinticuatro años de búsqueda Macarena tenía un abuelo poeta y Gelman una nieta uruguaya.

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Juan Gelman y su nieta,
Juan Gelman y su nieta, Macarena Gelman, en una audiencia pública de la Corte Interamericana de Derechos Humanos en Quito, en 2010. Gelman se declaró en contra del Estado uruguayo por la desaparición forzada de su nuera, María Claudia García. (AFP/ Pablo Cozzaglio)

Era 14 de enero de 1977, era la noche, cuando en la casa del matrimonio Tauriño Vivian, integrado por un policía uruguayo y su esposa, en Montevideo, sonó el timbre. Al abrir la puerta, como si fuese una película, se encontraron con un bebé en una canasta con una nota. Era Macarena. Eso es lo que le contaron.

Un día, 23 años después, Macarena volvió a su casa y se encontró con su madre envuelta en un llanto desconsolado. Habían pasado cuatro meses desde la muerte de su padre. Cuando le preguntó qué le pasaba, le dijo que tenía que hablar con ella. La vio tan abatida que decidió faltar a su trabajo y quedarse a escucharla.

“Le preguntaba y le preguntaba y ella sólo lloraba. Casi no podía hablar. Le pregunté si tenía que ver con papá, con ella. Me dijo que con los tres. Y entonces, no me pregunte por qué, yo nunca sospeché, lo cierto es que, ante su silencio y su llanto, le pregunté: ‘¿Es que no soy hija de ustedes?’. Y ella me dijo: ‘¿Quién te lo dijo?’. Ahí fue cuando me di cuenta de lo que había dicho”. Le contó Macarena a la periodista Gabriela Cañas, para El País Semanal, en 2008.

En ese momento su madre adoptiva le dijo que tenía un abuelo que la estaba buscando. Y Macarena comenzó una vida nueva. Una identidad nueva a la que abrazaría para siempre.

“Mis papás biológicos tenían 19 y 20 años. Eran argentinos. Vivían en Buenos Aires. Los secuestran el 24 de agosto de 1976″. “Tanto en ese momento como después —dijo en la entrevista para El País Semanal—, siempre pensé que la verdad era mejor que cualquier otra cosa”.

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Juan Gelman y su nieta,
Juan Gelman y su nieta, Macarena, se reencontraron en el año 2000 después de 24 años de búsqueda intensa por parte del poeta y toda la familia biológica de Macarena

Era 24 de agosto de 1976 cuando un grupo de tareas irrumpió en la casa de Juan Gelman. El escritor les había ganado de mano: ya estaba en el exilio. Pero los militares se llevaron en su lugar a su hijo, Marcelo Ariel Gelman, y a su esposa, María Claudia García Iruretagoyena, embarazada de siete meses.

El mismo año había sido secuestrada su hija, Nora, pero la dejarían en libertad poco tiempo después. Su hijo y familia a punto de expandirse no habían corrido esa suerte.

Desde ese día, la vida del poeta giró alrededor de esa búsqueda irrefrenable de Marcelo, de Claudia, de su nieto o nieta a quien no había llegado a conocer fuera del vientre materno.

Un año antes de que se los llevaran, en 1975, Gelman había sido enviado al extranjero, como parte de las Fuerzas Armadas Revolucionarias que se habían fusionado con Montoneros, para denunciar las violaciones a los derechos humanos perpetradas por la Triple A durante el Gobierno de Isabel Perón. Y siguió vinculado a la organización de lucha armada hasta 1979. Cuando el operativo conocido como “Contraofensiva montonera” fracasó, Gelman decidió alejarse y dedicó todo su tiempo a la búsqueda de su familia, a la escritura, a sus palabras hechas arte en las que drenaba un poco del dolor que le provocaba la ausencia.

La madre de Marcerlo, Berta Shubaroff, ya había iniciado esa búsqueda que compartirían: se había sumado rápidamente a las Abuelas de Plaza de Mayo. También la madre de Claudia, María Eugenia Casinelli, —abuela materna de Macarena— había comenzado de inmediato su lucha por encontrarla: fue una de las fundadoras de las Abuelas.

Habían pasado trece años desde el día en que se los llevaron cuando tuvieron la primera certeza: en 1989 el Equipo Argentino de Antropología Forense identificó los restos de Marcelo Gelman en el río San Fernando, la zona norte del Gran Buenos Aires, dentro de un tambor de grasa lleno de cemento. Había sido asesinado el 14 de septiembre de 1976. Más adelante, el poeta averiguaría que su nuera había sido trasladada a Uruguay, país donde a comienzos de noviembre había parido a una niña.

Desde ese momento, Gelman intensificó aún más su búsqueda: sabía que tenía una nieta en Montevideo y se apoyó en su familia y en escritores y artistas de todo el mundo que se unieron a su reclamo.

Era 1998 cuando decidió llevar el caso a la Justicia federal argentina para que sea considerado en la causa que comenzaba a indagar el robo de bebés durante la dictadura, impulsada por las Abuelas de Plaza de Mayo. Simultáneamente, avanzaba en Buenos Aires otra investigación judicial que brindó más pruebas respecto al destino de los desaparecidos y de unos 200 menores apropiados: la causa conocida como Plan Cóndor, en la que se investigaba el accionar represivo llevado a cabo en conjunto por las Fuerzas Armadas de Argentina y las de países vecinos.

Entre la evidencia reunida, un documento aportó pruebas sobre el funcionamiento del centro clandestino de detención conocido como Automotores Orletti, en el que se registraron varios casos de apropiación de bebés que habían sido secuestrados junto a sus padres o nacidos en cautiverio. Algunos testimonios declararon también que los países que participaban del Plan Cóndor estaban involucrados en el robo de niños y niñas entre los que se encontraba el bebé de Claudia García Iruretagoyena de Gelman.

Al año siguiente, en 1999, Juan Gelman viajó junto a Mara La Madrid, su esposa, a Montevideo para comenzar a tejer una trama de contactos en el país. Y solicitó la colaboración del entonces presidente uruguayo Julio María Sanguinetti. El mandatario negó que su país hubiera estado involucrado en el robo de menores. “En Uruguay nunca hubo casos de niños secuestrados como en la Argentina”, declaró. Gelman no le creyó. Solo un mes después, en mayo, habían logrado averiguar que María Claudia había tenido una niña mientras estaba secuestrada en Montevideo.

A partir de eso, insistieron en el pedido de colaboración del Gobierno para continuar la investigación: su información llegaba hasta el traslado de María Claudia y su hija desde el centro clandestino de detención hasta un destino incierto. Las respuestas oficiales fueron promesas incumplidas.

Luego de ocho meses de buscar hasta debajo de las piedras del suelo uruguayo, Gelman publicó una carta abierta dirigida a Sanguinetti. A partir de ahí su causa se visibilizó aún más y el presidente uruguayo comenzó a recibir cartas de todas partes del mundo. Hubo miles de firmas, 115 poetas de 71 países. Todos pedían respuestas sobre el paradero de la nieta del autor argentino. También los Premios Nobel José Saramago, Adolfo Pérez Esquivel, Dario Fo, Rigoberta Menchú, Günter Grass, Seamus Heaney y Wole Soyinka se plegaron al reclamo.

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Juan Gelman ofrece una conferencia
Juan Gelman ofrece una conferencia de prensa tras escuchar un comunicado en el que el Estado uruguayo se responsabiliza del crimen político contra María Claudia García, esposa de su hijo Marcelo Gelman, asesinada durante la dictadura de este país, y del nacimiento en cautiverio de Macarena, el 21 de marzo de 2012. (AFP /Pablo Porciuncula)

“A mi mamá la trasladan acá, a Montevideo. Era noviembre de 1976, según he podido saber. Nos tienen un tiempo juntas, al menos hasta el 22 de diciembre. El parto fue acá. Se presume que en el Hospital Militar, aunque nadie lo confirmó. Me dijeron que el parto fue el 1° de noviembre. Es la fecha más probable. Además, cuando me dejan en la puerta de mis papás, lo hacen con un cartelito dando esa fecha de nacimiento. Presumo que no es mentira, aunque tampoco tengo toda la certeza del mundo. Después del 22 de diciembre, última fecha en la que nos ven juntas y viva a mi mamá, ya no se sabe nada hasta el 14 de enero, día en que me dejan en la puerta de la casa de mis papás” —contó Macarena en 2008 a El País Semanal.

Macarena Gelman García Iruretagoyena nació en noviembre de 1976, en el cautiverio de su madre, María Claudia García Iruretagoyena. Con dos meses de vida fue dejada como un cachorro, como un regalo, en la puerta del matrimonio Tauriño Vivian, dentro de una canasta. La pareja la nombró Macarena y la anotó como hija propia.

Ella creció mirando al Río de la Plata del otro lado. Caminando la Rambla montevideana, sin imaginarse el vuelco que, a sus 23 años, daría su vida. Estudió Bioquímica en la Universidad de la República —aunque luego cambiaría de rumbo— y se unió a la militancia estudiantil, pero se consideraba algo ajena a los asuntos políticos nacionales, hasta que supo que ella no era quien creía que era. Que su familia no era quien creía que era.

El día que su madre le contó la verdad le dijo que no sabía de dónde había salido, quién la había dejado en la puerta de su casa, hasta que un señor llamado Juan Gelman, que era su abuelo, logró dar y contactarse con ella.

Macarena estaba aturdida. No podía procesar lo que escuchaba. Lo que su madre, que no era su madre, le decía. Corrió a Internet y descubrió que sus padres biológicos eran argentinos, que su abuelo era un poeta conocido mundialmente y vivía autoexiliado en México desde donde reclamaba la recuperación de esa nieta, sangre de su sangre, que le habían robado.

En el mismo momento su madre adoptiva le dijo que fuera a hablar con el obispo Pablo Galimberti, “que era la persona que mi abuelo había contactado para hablar con nosotros”, contaba Macarena en la entrevista de 2008. Gelman había podido averiguar que el matrimonio que criaba a su nieta era muy devoto y que esa era la mejor forma de acercarse a ellos. Como quien tantea un terreno antes de adentrarse en él, Galimberti ofició de intermediario entre Macarena y su abuelo hasta que ellos estuvieron listos para conocerse.

“Cuando me senté a hablar con él [Galimberti], lo primero que me contó fue la historia de la Operación Cóndor, que había consistido en la coordinación de las fuerzas represivas de América Latina. (...) Me contó todo lo que mi abuelo había podido averiguar. Lo que él sabía. Que a efectos de confirmar mi identidad había que hacer una prueba de ADN, cosa que yo manejaba perfectamente (...). Y, bueno, me dijo que lo mejor era ir aproximándome a mi abuelo, al principio, no de forma directa sino con cierta prudencia, durante un tiempo. Siempre a través del obispo. Me consiguió una carpeta con fotos de mi abuelo. Enseguida me enteré de que había habido una gran campaña pública internacional para buscarme que contó con el apoyo de muchísima gente, pero yo no me había enterado de nada”, contó Macarena.

Sobre el primer encuentro con su abuelo dijo que “iba con un miedo terrible”, “pero a partir de ahí todo fue una avalancha. Había decisiones que tomar en un momento histórico y político en el que todavía se negaba la existencia de niños robados en Uruguay. El tema de los desaparecidos siempre se dejaba de lado. Aquí se negaban la mayoría de las cosas”.

Después de conocer a su abuelo, en el 2000, Macarena se realizó la prueba de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos argentino y despejó toda duda: “al 99,99 por ciento de probabilidades era yo”, dijo.

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Después de haber recuperado su
Después de haber recuperado su identidad inició un juicio para cambiarse el apellido y pasó a ser, formalmente, Macarena Gelman García Iruretagoyena

A sus 23 años, Macarena, que se convirtió en la nieta restituida número 67, descubrió una nueva vida que le trajo otros niveles de consciencia respecto al pasado reciente de su país y de la región: se enteró de los crímenes de lesa humanidad, de los secuestros y torturas, de los centros clandestinos. Y se volvió militante de derechos humanos. Se involucró en política.

Esa nueva vida también trajo un montón de familia.

Conoció y disfrutó de su abuela paterna, quien vivió hasta 2020. Conoció primos y tíos en Buenos Aires, por parte de su padre, y en Barcelona, por parte de su madre. Primos de sus padres y amigos que fueron familia para ella. Personas que la abrazaron y la ayudaron a reconstruir su historia.

A quien Macarena no llegó a abrazar fue a su abuela materna que falleció cinco años antes de su aparición, en 1995.

Después de haber recuperado su identidad inició un juicio para cambiarse el apellido y pasó a ser, formalmente, Macarena Gelman García Iruretagoyena. Su nombre, ese que le había puesto su madre adoptiva, lo conservó. Quizás ahí, en la combinación de lo que más hace a la identidad de una persona —el nombre, el apellido— haya encontrado una suerte de síntesis de su vida. De ella misma.

Dedicó esfuerzos en encontrar los restos de su madre pero no hubo respuestas. El pacto de silencio de los militares que participaron de las operaciones de secuestro, asesinato y robo de personas siguió siendo un paredón de hierro grueso. María Claudia García Iruretagoyena permanece desaparecida.

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Apenas asumió la presidencia de Uruguay, el 1° de marzo del 2000, Jorge Batlle tomó los reiterados pedidos del poeta y de todas las personalidades que lo apoyaban en su causa y ordenó dos investigaciones paralelas que llegaron a los mismos resultados que había obtenido Gelman en su búsqueda. En 30 días, el mandatario posibilitó la identificación de Macarena; el encuentro entre ese abuelo que llevaba 24 años de búsqueda, y esa nieta de 23, que nada sabía sobre su verdadero origen.

El 31 de marzo de 2000 Batlle admitió a la prensa que la mayor parte de la información para encontrar a Macarena había sido brindada por el poeta. Él puso la voluntad política para que eso sucediera.

“Cuando le doy un abrazo o un beso es algo que me invade porque siento que en ese abrazo entran ella y sus padres”, diría tiempo después Berta Shubaroff, abuela paterna de Macarena.

Mientras Gelman, ese mismo 31 de marzo, hace 25 años, no cabía dentro de sí mismo: “Podrán imaginarse lo que significa esto para cualquier ser humano. Yo mismo puedo sentirlo; soy abuelo”.

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