
¿Pueden reyes, reinas, princesas y miembros de la realeza y muchas testas coronadas llegar a la santidad canonizada, sea por la Iglesia católica u ortodoxa? La respuesta es sí. La santidad se otorga de acuerdo al estado que cada persona posee: no se le pide lo mismo a una monja, a un estudiante, a una madre o padre de familia que a un miembro de la monarquía dado que para obtener el grado de santidad se requiere vivir las vidas de acuerdo a su estado y en relación a la fe que profesan y dar testimonio de esa fe con su estilo de vida y sus acciones.
Enunciaremos una serie de reyes, reinas y príncipes que fueron canonizados comenzando por una celebración que se realiza en marzo para recordar a la Sierva de Dios Zita de Borbón-Parma, Dama Gran Cruz de Honor y Devoción de la Orden de Malta (admitida el 6 de abril de 1914), viuda del Beato Carlos I de Austria. Nació en Villa Le Piànore, una gran propiedad entre Pietrasanta y Camaiore, en la provincia italiana de Lucca, el 9 de mayo de 1892, hija de Roberto I, duque de Parma y Piacenza, y de su segunda esposa, la princesa Antonia de Braganza. De padres profundamente católicos, Zita fue educada en el amor a Jesús y a la Iglesia, con principios austeros de fidelidad a los Mandamientos de Dios.
Cuando el 21 de octubre de 1911 se casó con el archiduque Carlos de Austria, se prometieron: “Desde hoy debemos ayudarnos mutuamente a ir al Cielo”. Él tenía 24 años, ella no había cumplido los 20. Él era un santo (Juan Pablo II lo beatificó el 3 de octubre de 2005), ella era la digna esposa de un santo. Después de la boda, fueron al Santuario de Mariazell para confiar su vida a la Virgen, tal vez prefigurando las tormentas que pronto se avecinaban no sólo en su patria sino en toda Europa.
El 28 de mayo de 1914, tras el asesinato del archiduque Francisco Fernando, su marido Carlos se convierte en heredero del trono de Austria y Hungría. Estalla la Primera Guerra Mundial y el archiduque Carlos figura entre los altos oficiales del ejército, mientras que Zita se dedica a asistir a la población, a los heridos, a las familias más necesitadas, como una hermana, como una madre. Por su fe ardiente y su caridad incansable, será calificada por el cardenal arzobispo de Viena como “el ángel custodio de todos los que sufren”. El 21 de noviembre de 1916, en pleno conflicto, muere el emperador Francisco José. Carlos, que tenía 29 años, es coronado emperador en medio de la terrible tragedia. En noviembre de 1918, el Imperio se desintegra y la pareja imperial se dirige al exilio.
En medio de estas tribulaciones, con su marido cada vez más frágil de salud, Zita revela su inmenso coraje: apoya a Carlos, que se encuentra en su lecho de muerte y morirá el 1 de abril de 1922, con tan sólo 35 años. Viuda a los 30 años, con ocho hijos que criar, Zita está sola, pobre, exiliada, pero conserva una fe sólida en la Divina Providencia.
Desde 1926 es oblata benedictina de la Abadía de Solesmes. Cuando en 1982 le fue permitido regresar a Austria, decidió ir primero a Mariazell para renovar su consagración, la de sus hijos, la de su nación y la de Europa a la Virgen. Murió en Zizers (Suiza) el 14 de marzo de 1989. El 10 de diciembre de 2009, Monseñor Yves Le Saux, Obispo de Le Mans (Francia), después de haber obtenido el consentimiento del Arzobispo de Chur y de la Congregación para las Causas de los Santos, abrió el proceso de beatificación de la Sierva de Dios Zita de Borbón-Parma, esposa y madre.

En la ciudad de Nápoles, Italia, tenemos otra muestra de santidad: la beata María Cristina de Saboya. Su historia explica cómo se puede ser un ejemplo de servicio, sin importar las circunstancias de la vida. Durante su beatificación en Nápoles, el papa Francisco pronunció unas hermosas palabras sobre su vida: “La reina María Cristina fue una mujer de profunda espiritualidad y de gran humildad. Supo soportar el sufrimiento de su pueblo, convirtiéndose en una auténtica madre de los pobres. Su extraordinario ejemplo de caridad demuestra que la buena vida del Evangelio es posible en cualquier ambiente y condición social”.
María Cristina de Saboya nació en 1812 en Italia. Era la hija menor del rey Víctor Manuel I de Cerdeña y la archiduquesa María Teresa de Austria. En 1832, cuando tenía 20 años, María Cristina se casó con el rey Fernando II, que tenía solo 22 años y gobernaba el reino italiano más grande antes de que Italia se convirtiera en un país unificado.
Fue reina durante solo cuatro años porque murió a los 24 años, pero la corta vida que vivió dejó una gran impresión en todos los que la conocieron. María fue descrita como hermosa pero también tímida y vergonzosa. Usó su poder y posición para ayudar a los necesitados. En una época que era conocida por muchos lujos y crímenes en la corte real, la reina María Cristina era todo lo contrario. Era renombrada por su inocencia, modestia y sacrificios en su propia vida para ayudar a los menos afortunados.
Siempre se acercaba y cuidaba personalmente a los enfermos y a los pobres. Mucha gente se burlaba de ella dado que no respondía a los cánones de lujo y ostentación con los que la realeza vivía en aquellos días. Visitaba los hospitales y más de una vez hizo de enfermera. Iba caminando sola por la calle y nadie la reconocía dada la sencillez con la cual vestía.
Uno de los hechos más conocidos y certificados, es que en cierta ocasión concurrió a un hogar en el que no tenían nada para comer, la reina sin dudarlo fue a la tienda a comprar comida, pero se dio cuenta que no traía dinero, solo una importante cruz. Se la quitó se la dejó al tendero como pago, el hombre pensó que era robada y denunció a “la ladrona” a la policía. La policía llegó rápidamente e ingresando en la paupérrima vivienda encontraron a la supuesta “ladrona” bañando a uno de los niños en un fuentón. Quien concurrió, por esas cuestiones fortuitas, era el jefe de la guardia real y grande fue su sorpresa al ver a la reina haciendo esos menesteres. El jefe de guardia asombrado y sin dar crédito a lo que veían sus ojos, solo atinó a balbucear: “Majestad” e inclinó su cabeza en posición de firmes. El tendero y los demás curiosos, tampoco podían creer e hicieron una profunda reverencia. La reina como si nada le contestó al jefe: “Como está usted? venga y ayude…”.
Murió al dar a luz a su único hijo, que luego sería rey. Era conocida por ser una mujer tan bondadosa y virtuosa que inmediatamente después de su muerte la gente comenzó a rezarle y se produjeron milagros. Fue beatificada el 25 de enero de 2014 en Nápoles, Italia, por el papa Francisco.

Durante la visita del papa Francisco a Bélgica y Luxemburgo del 27 al 29 de septiembre de 2024, este anunció que “a mi regreso a Roma, iniciaré el proceso de beatificación del rey Balduino”. “Que su ejemplo de hombre de fe ilumine a nuestros líderes. Pido a los obispos de Bélgica que asuman esta causa y la impulsen”, agregó el Papa.
Baudouin Albert Charles Léopold Axel Marie Gustave de Saxe-Cobourg et Gotha era hijo del rey Leopoldo III y de su primera esposa, la princesa Astrid de Suecia. Se convirtió en quinto rey de los belgas por la abdicación de su padre el 16 de julio de 1951, y reinó hasta su muerte. El 15 de diciembre de 1960 contrajo matrimonio en la catedral de San Miguel y Santa Gúdula de Bruselas con la aristócrata española Fabiola de Mora y Aragón, la ceremonia fue oficiada por el cardenal italiano Giuseppe Siri.
De ese matrimonio no tuvo descendencia. Durante su reinado se produjo la independencia del Congo (en 1960), Ruanda y Burundi (en 1962) que puso fin al estatus de Bélgica como potencia colonial. Educado en un ambiente católico conservador cuando debía firmar la ley del aborto, abdicó al trono por ese día, y así zanjó el hecho de realizar algo que su conciencia no le permitía.

Al listado de reyes y reinas que fueron consagrados santos se agregan:
Santa Elena de Constantinopla, quien fue la madre de Constantino y encontró la verdadera cruz y los santos lugares en Jerusalén San Eduardo el Confesor, conocido por su gentileza y piedad, se convirtió en rey de Inglaterra en 1042. Gracias a su rechazo a la ambición personal, gobernó con prudencia y con mucha paz.
Santa Adelaida de Italia, vivió en una época tumultuosa de luchas por el poder en Italia. Finalmente reinó como regente de su nieto, Otón. Como gobernante, se destacó por su sabiduría, sus obras de caridad y el establecimiento de iglesias y monasterios.
Santa Isabel de Portugal es quizás mejor conocida como pacificadora. Después de casarse con el rey Dionisio de Portugal, se dedicó a cuidar a los enfermos y a los pobres. Más tarde se le pidió que creara la paz entre los miembros de su familia y las naciones.
San Luis IX de Francia: a diferencia de algunos de los reyes que lo precedieron, consideraba que su función real era la de servir a Dios. Además de ayudar a los enfermos y a los pobres, tenía un gran amor por la justicia y estableció un sistema judicial más justo (y menos violento).
San Fernando III de Castilla: era devoto de la Santísima Virgen María y durante su reinado trabajó por restablecer la fe católica en la región mediante la construcción de iglesias y monasterios. Fue miembro de la Tercera Orden de San Francisco.
San Esteban de Hungría reconocido como el patrono de Hungría. San Esteban trabajó mucho para establecer Hungría como nación cristiana. Construyó muchas iglesias y creó sistemas para apoyar al clero y a los pobres.
Santa Eduvigis fue reina de Polonia. Desempeñó un papel fundamental en la conversión de los lituanos, incluido su marido Jogaila, con quien se casó sólo después de que él fuera bautizado. Es conocida por sus obras de caridad, especialmente en favor de los enfermos y los pobres.
Santa Juana de Arco (sí, Juana de Arco, fue declarada reina de Francia por unas horas).

Y también la iglesia ortodoxa posee santos que pertenecieron a la nobleza, sobre todo rusa. Los más cercanos a nuestra época son: el zar Nicolás II, su esposa Alejandra, y sus hijos Olga, Tatiana, María, Anastasia y Alexei que fueron asesinados por los bolcheviques tras la Revolución de 1917. Fueron canonizados como mártires por la Iglesia Ortodoxa Rusa en el extranjero en 1981 y como portadores de la pasión por el Patriarcado de Moscú en 2000, debido a su fe inquebrantable y sufrimiento en nombre de Cristo.
Santa Isabel Fiódorovna Románova: santa y mártir asesinada por los bolcheviques a causa de su fe ortodoxa y la ayuda que daba a los necesitados. Santa Isabel Fiódorovna, había abandonado toda vida palaciega y fundó una orden monástica, luego de enviudar y toda su fortuna la dio a los más pobres y necesitados.
La santidad no es patrimonio de un sector social, sino de todos aquellos que son llamados a practicar la fe de Jesucristo de acuerdo a su estado porque, como dijo el Señor: “Al que mucho se le dio, mucho se le pedirá…”.
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