Discépolo, el genio de la voz desesperada y autor de Cambalache, que sufrió hasta el final por su adhesión al peronismo

Fue un talentoso letrista que pintó como ninguno la década del treinta del siglo pasado en Argentina. Sus colegas no toleraron sus posiciones políticas. Una descripción de los personajes que nombra en su tango más famoso

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CAMBALACHE - ENRIQUE SANTOS DISCÉPOLO

Entre marzo de 1936 y enero de 1938, Juan Domingo Perón fue agregado militar y aeronáutico en la embajada argentina en Chile. En una de las tantas veladas , cantó “Cambalache”, acompañado en bandoneón por su esposa Aurelia “Potota” Tizón, ante la mirada atenta del presidente chileno Arturo Alessandri Palma, quien conocía el tango por sus años de exilio en nuestro país.

El que también escuchaba atentamente era Enrique Santos Discépolo, el talentoso retratista de la mishiadura nacional de los treinta, el agudo comunicador de las angustias, las broncas y amores desesperados. Estaba en el país vecino en plan de descanso. Entre él y Perón se estableció un vínculo de afecto y afinidades.

Discépolo había nacido en el barrio de Balvanera el 27 de marzo de 1901. Tras la muerte de sus padres, su hermano mayor Armando descubrió su vocación artística y se convirtió en su guía y maestro. Junto a él, dio sus primeros pasos de actor y en 1918 escribió sus primeras obras de teatro: El señor cura, El hombre solo y Día feriado. En 1923 actuó en la obra Mateo, escrita por su hermano. En 1925, compuso la música del tango Bizcochito y la letra y la música de Que vachaché.

Peron y Discépolo se hicieron
Peron y Discépolo se hicieron amigos en Chile, cuando el primero era agregado militar en ese país

Vivía con la española Ana Luciano Divis, una cantante de cabaret que actuaba con el nombre de Tania. En un viaje a México, en 1945, Discépolo mantuvo una fugaz pero intensa relación con una ex actriz y periodista Raquel Díaz de León, y fue padre de un varón que se llamó Enrique Luis Santos Discépolo Díaz de León, nacido en 1947, cuyos padrinos fueron Luis Sandrini y Tita Merello, que en ese mismo momento estaban de gira por México. Nunca pudo conocerlo.

Es el autor de tangazos como Esta noche me emborracho, Chorra, Malevaje, Soy un arlequín y Yira, yira. También se consagraría con Desencanto, Alma de bandoneón, Uno, Canción desesperada, Cafetín de Buenos Aires y Cambalache.

Un retrato de época

En el minuto 57 de la película, “El alma del bandoneón”, de Mario Soffici, estrenada el 20 de febrero de 1935, se dio a conocer el tango “Cambalache”. Lo habían convocado para que escribiese un par de canciones pegadizas. Lo cantó Ernesto Famá con la orquesta de Francisco Lomuto.

Con su pareja Tania. Ella
Con su pareja Tania. Ella era cantante y actriz española, y se conocieron en algún local de la noche porteña

El “cambalache” era el negocio de compra y venta de objetos y prendas de las más variadas, generalmente dispuestas en forma desordenada y caótica, donde el regateo estaba a la orden del día.

La letra de denuncia, desesperanza e indignación que recorre esta composición -seguramente un vívido retrato del inicio de la Década Infame- enseguida caló hondo en el sentir popular, cuando los principales cantantes la incluyeron en sus repertorios y fue increíblemente exitosa.

En un momento del tango, el autor se indigna: “¡Que falta de respeto, qué atropello a la razón! cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón... Mezclao con Stavisky va Don Bosco y La Mignon, Don Chicho y Napoleón, Carnera y San Martín... Igual que en la vidriera irrespetuosa de los cambalaches se ha mezclao la vida, y herida por un sable sin remache ves llorar la Biblia junto al calefón”.

¿Quiénes son estos personajes que repetimos como una suerte de credo?

En el primer trío que arma, incluye a un estafador, a un santo recién canonizado y a una amante: Stavisky, Don Bosco y La Mignon.

Carnera, Stavinsky y Juan Galiffi,
Carnera, Stavinsky y Juan Galiffi, tres de los personajes de aquella época mencionados en el tango "Cambalache"

El ucraniano Alexandre Stavisky era un estafador profesional que defraudó a la comuna de Bayona en 200 millones de francos. Descubierto y acorralado, se suicidó en enero de 1934. El suyo fue un caso resonante que ocupó mucho espacio en los diarios de la época. Don Bosco era un sacerdote italiano, creador de la orden de los Salesianos., mientras que La Mignon, en el lunfardo porteño, referencia a la figura de la amante, a la mujer mantenida.

Luego, relaciona a un mafioso, Don Chicho, con el emperador Napoleón Bonaparte: Don Chicho no es otro que Juan Galiffi, un mafioso siciliano que actuó en Rosario en los treinta; Napoleón es más que conocido.

Por último, une a José de San Martín -el libertador de América- con el italiano Primo Carnera, una estrella del box del momento, campeón mundial en 1933.

El tango encierra otra metáfora, que no es más que una pincelada de la vida cotidiana de entonces. “Igual que en la vidriera/irrespetuosa/de los cambalaches/ se ha mezclao la vida,/y herida por un sable sin remache/ves llorar la Biblia/ junto al calefón”.

Afiche de la película en
Afiche de la película en la que se estrenó el tango Cambalache, en febrero de 1935 (Wikipedia)

En tiempos en que el papel higiénico era un producto que no todos podían adquirir, se encontró un reemplazo. Por entonces, la Sociedad Bíblica repartía biblias en forma gratuita, impresas con un papel extremadamente fino. “El sable sin remache” era un gancho que no tenía cabeza, que colgaba del calefón que solía instalarse en los baños, especialmente de los conventillos. De ese gancho yacía ensartado un ejemplar y solo había que tomar una hoja y arrancarla.

La política

Discépolo era un implacable autocrítico de sus obras, que solo daba a conocer cuando consideraba que estaban realmente listas. El 13 de abril de 1951 estrenó y protagonizó El hincha, su última película como actor, dirigida por Manuel Romero.

Cuando se acercaban las elecciones nacionales del 11 de noviembre, donde el presidente Perón se jugaba la reelección, Discépolo, deslumbrado por su figura, ya era confeso peronista, pero criticaba el nivel de obsecuencia hacia el líder y los hechos de corrupción que se denunciaban. Y estaba en contra de la falta de libertad de expresión de aquellos que se oponían al gobierno.

Perón admiraba sinceramente al artista al considerarlo como el más grande poeta popular que había dado el país.

Discépolo también tenía una buena relación con Evita, con quien tenía largas charlas sobre cuestiones del ambiente artístico. El gobierno lo había puesto al frente del Teatro Cervantes, cargo que ejercía ad honorem.

Osvaldo Fresedo, José Razzano, Francisco
Osvaldo Fresedo, José Razzano, Francisco Canaro y Discépolo rodean a Aníbal Troilo, en una fotografía de 1944

Una tarde de junio Raúl Apold, subsecretario de Prensa y Difusión, le propuso sumarse a la campaña electoral con un micro programa de radio. La idea de instalarse en el candelero político no lo convenció pero era consciente de los peligros de decirle que no al funcionario, que manejaba los medios y la propaganda oficial a su antojo, y que había dado muestras de ser capaz de cualquier cosa.

Cuando Apold percibió la duda, le propuso enviarle todos los días un auto para llevarlo del teatro a la radio o, mejor, instalarle una conexión directa en el camarín con la radio. No pudo negarse. El director de orquesta Francisco Canaro le aconsejó no meterse porque los actores perdían público cuando se involucraban en política.

El gobierno había convocado a figuras populares para que participasen de este ciclo radial de cinco minutos llamado “Pienso y digo lo que pienso”, en donde se leían textos preparados por Abel Santa Cruz y Julio Porter. Participaron, entre otros, Lola Membrives, Tita Merello, Pierina Dealessi y Juan José Míguez.

Cuando Discépolo vio que los libretos eran mediocres, con Apold acordaron que Abel Santa Cruz y Julio Porter intervendrían y que él tendría la última palabra en el toque final.

Entre mayo y junio de 1951 participó del programa que iba de lunes a viernes a las 20:30. Fueron en total 40 emisiones, transmitidas en cadena por la Red Argentina de Radiodifusión.

“Te pasaste la vida tomando mate cocido, pero ahora me planteás un problema de estado porque no hay té. Claro, ahora la flota es tuya, ahora los teléfonos son tuyos, ahora los ferrocarriles son tuyos, ahora el gas es tuyo, pero ¡no hay té!”, señaló en uno de ellos.

Referente de la cultura popular,
Referente de la cultura popular, escribió tangos, obras de teatros y participó en películas

“La almohada es un elemento muy valioso en la vida de la gente, pero la almohada sola, ¿entendés? Sin la noche. La almohada y la noche juntas son un peligro tremendo para la gente que como vos acuna desesperanzado la idea de una rehabilitación que no puede llegarle…”

La gente se sorprendió al escucharlo en el prime time de la radio, a la hora de la cena, defendiendo a capa y espada al gobierno. Muchos se indignaron, pero no dejaban de sintonizarlo cada noche. Era, en si, el contenido de la propaganda peronista pero contada en tono coloquial, ameno, sin agravios. Eran textos cuidados al punto que Perón y Evita solo fueron mencionados en una oportunidad.

El vespertino Noticias Gráficas, integrante de la cadena de medios oficialistas, publicaba su monólogo de la noche anterior.

En uno de ellos, Discépolo incorporó a un personaje imaginario, Mordisquito, que sería su interlocutor. Alguien lo llamó así en una de las cartas insultantes que le mandaban y le gustó el nombre. De ahí en más, Mordisquito fue el personaje que se resistía a reconocer los logros del gobierno peronista.

Discépolo escribía sus propios textos, y desechaba los que le mandaba Apold.

De ahí en más el ciclo tomó un cariz más popular; cada intervención la cerraba con un “¿a mi me la vas a venir a contar?” y las emisiones se transformaron en diálogos que eran seguidos por avidez tanto por peronistas como por antiperonistas. Defendió el cabildo abierto del 22 de agosto de 1951 en el que la CGT pedía que Evita fuera la candidata a la vicepresidencia y a medida que se acercaban los comicios, más se involucraba en la campaña. Los textos eran supervisados por el propio Apold quien se los mandaba a Perón, quien daba el visto bueno final.

“Desde 1949 ¿sabés qué promedio se viene entregando a la niñez o a la juventud? Caéte: una escuela por día. ¿Entendiste? No, no hablo con símbolos, sino con cifras: cada día una escuela nueva. ¡Alpiste Mordisquito!”

El 30 de agosto, cuando se conoció la negativa de Evita de ser candidata, Mordisquito se despidió, pero Apold volvió a convocarlo días antes de las elecciones.

El 28 de septiembre fue el golpe fallido del general Benjamín Menéndez, y la CGT declaró un paro general con una marcha de apoyo a la Plaza de Mayo. Del mundo artístico solo fueron él y Hugo del Carril, y a Perón le dijo que “si mi esqueleto sirve para algo, lo pongo a disposición del gobierno”.

En la campaña electoral, respondió por radio un discurso de Ricardo Balbín, candidato radical a la presidencia. “Reuniste a un pueblo para hablarle de mí. No tenías otra cosa qué decir; a Perón no lo inventé yo, lo inventaron ustedes. Lo inventó el hambre, la enfermedad, la miseria…”

Cuando se conoció el triunfo del presidente, fue a saludarlo. Luego regresó a su casa, y cayó agotado en la cama. Lo despertaron los gritos que venían de la calle. “¡Perón! ¡Evita! ¡Mor-dis-qui-to!” Eran algunos que regresaban de Plaza de Mayo y habían hecho un alto en su casa. Espió por la ventana pero no se animó a hacerse ver.

Con el triunfo electoral, Mordisquito terminó, pero no los padecimientos para Discépolo. Nadie iba a ver su obra teatral “Blum” en el Politeama y le llovieron amenazas que le llegaban a su domicilio, a Sadaic y al teatro. Le dolió que muchos le quitasen el saludo, que algunos se cruzasen de vereda cuando lo veían o cuando debía retirarse de un restorán por los silbidos de los comensales. Rompían los discos con los tangos de su autoría. Le mandaban encomiendas a su casa, con paquetes con los pedazos de esos discos o con excremento. Su teléfono sonaba a todas horas. “Estos hijos de puta me tienen loco. No me dejan descansar con ese maldito teléfono sonando a todas horas”.

Cuando sus amigos le organizaron un banquete para homenajearlo, muchos compraron las tarjetas pero para no ir. La noche de la velada estaba casi vacía.

Perón temía por la agresividad de algunas personas y cuando Discépolo concurría a algún lugar público, lo hacía seguir por dos policías.

Supo que actores como Pepe Arias, Francisco Petrone y Arturo García Buhr estaban enojados con él y le dolió muchísimo cuando su gran amigo Orestes Caviglia lo insultó en plena calle.

Le confesó a Perón que planeaba irse un tiempo al exterior. El presidente intentó convencerlo, le propuso ocupar un cargo importante en cultura, que rechazó. Entonces le ofreció facilidades para viajar, pero insistió en irse en silencio, sin prestar atención a las comodidades. Antes de despedirse quedaron en pasar juntos Navidad en la quinta de San Vicente y luego emprendería ese viaje.

Entró en un profundo cuadro depresivo. Sufría de fuertes dolores de cabeza, tenía accesos de fiebre y mucho cansancio. Le recetaron estreptomicina, remedio que escaseaba en el país y las pocas existencias se las destinaban a Evita, quien luchaba contra un cáncer. Apold le consiguió unas cajas pero las rechazó. “Primero es ella, es esa piba la que tiene que salvarse a toda costa”.

A fines de noviembre de 1951 enfermó. No comía. Hubo días en que solo tomaba whisky, comía apio y se puso extremadamente flaco. Llegó a pesar 37 kilos.

Estaba anémico pero nadie daba en el clavo con lo que tenía. El 22 de diciembre lo vio un médico español, que lo encontró muy débil y le recetó un fuerte antibiótico. Al día siguiente por la mañana volvió a revisarlo.

A la tarde del 23 agravó. Las visitas intentaban levantarle el ánimo pero él no hablaba. Estaba sentado frente a la ventana que daba a avenida Callao cuando falleció a las 23:15. Sus últimas palabras fueron que tenía frío y le pidió a Tania que le alcanzase un pulóver de lana de vicuña.

Fue velado en Sadaic, y al mediodía del lunes concurrió Perón, acompañado por Aloé, Apold y su secretario privado Juan Duarte. Evita no pudo ir porque estaba muy débil, luego de ser operada. En la tarde del 24 concurrieron al velorio una veintena de bailarinas de cabarets que ese día habían cerrado sus puertas en su homenaje.

Discépolo tenía 50 años cuando
Discépolo tenía 50 años cuando murió. Perón dispuso que el teatro Presidente Alvear llevase su nombre

A las cuatro y media el cortejo partió a la Chacarita. Vacarezza y Cátulo Castillo lo despidieron. El presidente dispuso que el teatro Presidente Alvear llevase su nombre.

En su escritorio, entre una montaña de papeles, se encontró una letra inconclusa que había titulado “Fratelanza”: “Me pidió la escalera prestada / pa’ subir hasta donde llegó. / Cuando estuvo afirmado en el techo / me dio una patada en la jeta…y rajó”.

Su vida la terminaba a su modo, con un tango.