
María Marta García Belsunce le tenía terror a Nicolás Pachelo, el hombre al que la Sala V del Tribunal de Casación Penal de la Provincia de Buenos Aires le confirmó a mediados de febrero último la condena a prisión perpetua por haberla ejecutado con seis disparos de revólver calibre 32 largo. Cinco de ellos se incrustaron en su cráneo, y el restante —el famoso pituto—, fue hallado en el piso del baño donde yacía la víctima semisumergida en la bañera. El hallazgo lo hizo Juan Hurtig, uno de sus hermanos, quien, al encontrarlo, lo arrojó por el inodoro, y luego a su pedido ante el fiscal interviniente de entonces, Diego Molina Pico, fue buscado y encontrado en el pozo ciego de la vivienda.
¿Por qué le temía tanto? Porque estaba muy enterada del “prontuario” de Pachelo, tanto interno como externo. La socióloga no solo sabía de los hurtos que le adjudicaban a su vecino en el country Carmel, donde ambos residían, como los ocurridos en las viviendas de las familias Ferrer, Sansuste, Dorignac, Pigoni, Villamil, González Zuelgaray, Zancolli, entre otras. También se había corrido la voz de que los cometía en barrios vecinos.
Por eso, cuando le faltó Tom, su perro labrador, no tuvo dudas de que había sido él. Y sus miedos se potenciaron hasta convertirse en pánico. Para colmo, alguien llamó al día siguiente a su casa, le exigió cinco mil pesos para recuperarlo y prometió volver a comunicarse, todo de manera muy rápida. No fue todo. También le hicieron llegar hasta su vivienda un mensaje anónimo.

Debido al pánico que le generaba cuando lo veía, lo evitaba todo lo que podía, pero su chalet no estaba tan lejos de su casa y siempre sentía su presencia cercana. Así lo confirmó en la causa Alejandro Araoz Castex, integrante de la comisión directiva de Carmel junto al presidente Alberto “Tito” White: “María Marta era una de las personas que más se ocupaba y reclamaba por la seguridad en el club y terminaron matándola. Ella solicitaba insistentemente explicaciones sobre hechos sucedidos en el club. Se había ocupado mucho de investigar la desaparición de su perro y la recepción de los llamados a su casa la inquietó muchísimo”.
Luego del homicidio, un cuidador de perros de la zona, Florindo Cometto, declaró en la investigación que Pachelo le había llevado un perro de características similares al de María Marta con una herida cicatrizada en una de sus patas. La coincidencia sorprendió porque el esposo de la víctima, Carlos Carrascosa, confirmó que el jardinero había lastimado a Tom con la bordeadora en una oportunidad en la que no advirtió que el animal se había acercado corriendo detrás de una planta. Luego, como pasó bastante tiempo y Nicolás no fue a retirarlo, Cometto lo dio en adopción.
“Pachelo se presentó en mi casa y me trajo un labrador negro y me dijo que era de él y que lo iba llevar a la casa de su hermano que estaba en Estados Unidos y que por eso lo quería dejar para que lo cuide por quince días. Pasaron tres o cuatro meses, no lo vino a buscar y no me abonó nada. Lo terminé regalando. Después una persona que era cuidadora me dijo que el perro era del señor Carrascosa”, describió Cometto en el expediente.
Como Romeo y Julieta
En los meses previos al crimen en Carmel venían sucediendo diversos delitos. Varios vecinos denunciaron el robo de sus carritos con palos de golf. Por eso se inició una investigación interna que determinó que Pachelo los dejaba en consignación a su nombre para que los vendieran en un local de Costanera Norte. Pero decía llamarse Nicolás Ryan –para desorientar dejaba el apellido de Silvia, su madre-. Las cámaras de seguridad fueron la prueba fehaciente, ya que se lo pudo ver ingresar al negocio con los palos y salir sin ellos.

La situación en el country Carmel era desesperante no solo para María Marta García Belsunce, también para todos los vecinos. Tanto era el miedo que le tenían que resolvieron en una reunión de consorcio sin su presencia, obviamente, que un agente de la empresa de seguridad Cazadores lo vigilara en forma permanente a veinte metros de distancia para tenerlo siempre controlado.
Pachelo aseguró en una entrevista a este cronista que se terminó enterando de esa medida y mostró indignación argumentando que él mismo pagaba con sus expensas para que lo persiguieran y vigilaran. Más allá de que admitió que se divertía con la situación porque los confundía a propósito con sus movimientos, ya que sabía que a él y a su esposa los habían bautizado “Romeo y Julieta” cuando los vigiladores se comunicaban por handy para referirse a ellos.
Los hurtos no cesaban. A otro propietario del barrio le faltó una notebook de su escritorio, hasta que llegó el asalto al chalet de María Marta y su esposo, Carlos Carrascosa. Ese domingo 27 de octubre de 2002 a Pachelo, que vivía a menos de cien metros de la casa de María Marta, lo vieron a las 18.15 horas trotando en las inmediaciones de la casa de ella, tres jóvenes vecinos, Pedro Azpiroz, Marco Cristiani y Santiago Asorey. Y así lo hicieron saber tanto al comienzo de la investigación y décadas más tarde durante el juicio oral. Es más, uno de ellos aclaró que la llegó a ver pasar a María Marta andando en bicicleta rumbo a su casa.
En la investigación se comprobó que Pachelo mintió cuando dijo que a la hora del crimen, 18.30, estaba en el Paseo Alcorta en la Ciudad de Buenos Aires junto a su madre, Silvia Ryan –quien luego se suicidó-, comprando unos guantes del Hombre Araña para su hijo. No tuvo en cuenta que las antenas de la zona determinaron a través de su teléfono celular que se encontraba en Pilar, zona del country Carmel. Y cuando se chequearon las cámaras de seguridad para verificar ingresos y egresos, se lo ve entrando al barrio privado a las 17.34 en su Ford Ranger y retirándose a las 18.59 por el sector de no socios en un Fiat Siena.
Dos testimonios que se tuvieron muy en cuenta para sospechar de él en el crimen de María Marta, fueron los de dos mozos de la estación de servicio Esso –por entonces- de Pilar, próxima al barrio privado, quienes aseguraron que el día siguiente al homicidio, Pachelo llegó y les preguntó si sabían algo “de la mujer que mataron en el country” cuando aún no se sabía que se trataba de un asesinato.
Huellas por todos lados
Con el correr de los años Pachelo pese a que cargaba con la sospecha del crimen de María Marta García Belsunce siguió con la modalidad de robo ya fuera de Carmel. Entre 2017 y 2018 se le comprobaron hechos como por ejemplo en el country Tortugas. Allí fue identificado cometiendo hurtos a través de las cámaras de seguridad, pero él negó todo. Argumentó que había ido a visitar a una mujer que sería su amante. Y omitió decir cómo se llamaba porque la dama estaba casada y no quería que la descubrieran. Se defendió contando que apenas si entró a una vivienda en construcción para poder orinar.
El tema fue que no le creyeron porque lo habían detenido como sospechoso de cometer cuatro robos ocurridos durante el fin de semana largo de Pascuas de 2018 en viviendas pertenecientes a Jaqueline Ducoté, Lote 472 –hermana del entonces intendente local, Nicolás Ducoté–; Arturo Luis Piano, Lote 253; Sol Bunge, Lote 423 y Osvaldo Horacio Brucco, Lote 329.
La Policía revisó las cámaras y lo reconoció deambulando en bicicleta e ingresando en los jardines de las casas mencionadas pese a tener el acceso prohibido por sus antecedentes de hurtos allí y en la zona. Al allanar su departamento los uniformados encontraron una barreta, una remera camuflada, una gorra y zapatillas iguales a las que usó aquel día del robo, dólares, alhajas y relojes. Las mencionadas viviendas habían sido violentadas. De una no se llevó nada, pero en las otras tres faltaron cajas de seguridad de aproximadamente 40×40 centímetros, pesos, dólares, alhajas, una pistola Glock calibre .40, cargadores, municiones, acciones de empresas, brillantes, anillos, brazaletes y cadenas de oro.
Por esto y otros robos ocurridos también en los barrios privados Abril y El Carmencito de Hudson, recibió la condena impuesta por el TOC N° 4 de San Isidro a nueve años y medio de prisión. Además, sumaba el antecedente de otra causa por robos reiterados cometidos en viviendas de amigos a los que les sacaba la llave del bolso cuando iban a jugar al fútbol, en la que fue condenado a cuatro años de prisión en un juicio abreviado aceptando su responsabilidad penal.
“Trastornos desde la niñez”
Pachelo desde su infancia padecía continuos problemas de comportamiento, según precisó el calificado perito Elio Linares, médico legista y psicólogo de amplísima trayectoria en juicios orales, como por ejemplo el del odontólogo asesino Ricardo Barreda. Linares aseguró que padecía “un trastorno de personalidad desde la niñez que continuará para siempre, basado en simulación, mentiras y ocultamiento de identidad permanente”.
Al respecto, también brindó testimonio Jacqueline Barbará, ex mujer de Roberto Pachelo, padre de Nicolás, con quien tuvo dos hijos, Agustín y Francisco, medios hermanos del condenado. Según ella, Nicolás intentó quemarle la cuna a su hijo Francisco –apodado Pancho. Aseguró que lo llamaban Chucky y que robaba desde que era niño y mucho más de adolescente. Contó que a ella le había sustraído alhajas y, en la calle, hurtaba ruedas de auto, estéreos y lo que encontrara en su interior. Fue por más cuando expresó que, a su juicio, tuvo algo que ver con el suicidio de su padre, ocurrido en 1996 en la tosquera que éste tenía en Pilar. Y además en el de su madre, Silvia Ryan, quien según ella le tenía temor y se quitó la vida el 29 de mayo de 2003 al arrojarse por la ventana de su departamento del piso 11 de avenida Libertador al 100, en Retiro, en plena investigación del crimen de María Marta. Ambos suicidios fueron tenidos en cuenta para el desarrollo de la investigación de la causa por los fiscales Patricio Ferrari, Andrés Quintana y Federico González.
Otro familiar que lo castigó fue su ex esposa de Nicolás, Inés Dávalos Cornejo, quien lo definió en el expediente como ladrón, mentiroso, violento y peligroso. Y afirmó que la amenazaba. En una ocasión, dijo, “casi me mata” cuando lo demandó por alimentos. Ella declaró todo eso en la Fiscalía 2 de Pilar cuando la justicia la investigaba como sospechosa de acompañar a su ex marido en el crimen de María Marta. De hecho la familia García Belsunce hizo circular un identikit con su rostro asegurando que se encontraba en la casa cuando fueron llegando los familiares luego de la noticia de la muerte y la definieron como “La dama de rosa”.

Lógicamente puso en duda que haya sido capaz de matar a la socióloga. Por todo esto los fiscales Ferrari, Quintana y González, quienes lo venían investigando de manera pormenorizada leyeron y releyeron los informes psicológicos y psiquiátricos del imputado que indicaban que en su adicción al juego se fundamentaba el motivo de sus continuos asaltos, lo que le provocaba cambios permanentes en su estado de ánimo, irritabilidad y poca tolerancia. La licenciada María Elena Chicatto describió en la causa que “la configuración de su personalidad adquiere las siguientes características: implementa mecanismos defensivos de tinte disociativo, negador, oposicionista, con marcados componentes de agresividad, omnipotencia de pensamiento y control de las situaciones que lo involucran. Tendencia a conductas de acción de tinte transgresor con velada actitud de dominio, control y triunfo en contextos compatibles con la conducta que se investiga (juegos de azar). Ansiedad persecutoria de alerta y rigidez constante”.
Las licenciadas María Eugenia Cariac y Liliana Patricia Rodríguez agregaron: “Sus características de personalidad psicopáticas y narcisistas permiten inferir que ante un mínimo estímulo podría reaccionar desproporcionadamente con lo cual no se requiere un gran motivo para el pasaje al acto, siendo en estos casos suficiente la oportunidad (ver sola a la víctima) más un mínimo gesto que atente contra su narcisismo (ejemplo, indiferencia ante un saludo). Y fueron lapidarias con él cuando sostuvieron: “reúne todas las características de personalidad que poseería el autor material del crimen”.
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