La leyenda del pescador que pasó 36 horas dentro de un cachalote y el “castillo inflable” que esconde el interior de una ballena

El joven chileno que navegaba en su kayak y fue engullido por un cetáceo pudo no haber sido el único: la historia de una fake news sobre un hombre que sobrevivió días en la boca de un cachalote en las Islas Malvinas en 1896. Las opiniones de los especialistas y por qué las ballenas escupen los humanos y no los devoran

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“Fue una experiencia increíble y
“Fue una experiencia increíble y aterradora a la vez”, comentó Dell Simancas, padre del joven engullido por una ballena, tras el episodio

El texto dice que desapareció en las aguas de las Islas Malvinas. Que se llamaba James Bartley, que formaba parte de la tripulación de un barco ballenero y que lo habían dado por muerto después de que un cachalote —la especie de ballena que inspiró Moby Dick— volcara su barca, en respuesta al arpón que el marinero le había clavado para cazarlo.

El 22 de noviembre de 1896, The New York Times recogió esta historia, la historia de Bartley. No lo hizo por las similitudes con la novela del escritor Herman Melville sino por una paradoja. Bartley era un hombre muerto que estaba vivo en un lugar impensado.

Según el relato escrito, dando por supuesto que Bartley se había ahogado, el resto de la tripulación siguió con la caza. En unas horas, la ballena fue arrastrada junto al barco. Mientras la cortaban en partes, “los marineros se sorprendieron al descubrir algo doblado de dolor [en el estómago del animal] con signos de vida espasmódicos. Arrastraron la enorme bolsa del estómago a cubierta y la abrieron; dentro encontraron al marinero desaparecido, inconsciente pero vivo, después de pasar 36 horas dentro de la ballena”, cita la periodista científica Mary Roach, en su libro Glup, aventuras en el canal alimentario.

Roach también aclara: “1896 fue un año estupendo para engullir humanos, o para el periodismo amarillo”. Y destaca que semanas después de dedicarle una página a la historia de Bartley, The New York Times reprodujo otra noticia, esta vez la de un padre y su hijo encontrados vivos en el estómago de un tiburón. Hallados en el momento justo: afilando un hacha, preparándose para abrirse paso fuera de las entrañas del animal.

En la novela Moby Dick
En la novela Moby Dick de Herman Mellville, una de los protagonistas es la ballena perseguida por el barco pesquero (Wikimedia Commons)

Pero la segunda historia no sobrevivió como la primera, quizás por ser demasiado fantasiosa. Durante décadas, la crónica de Bartley se contó y replicó en diarios y revistas, panfletos y sermones religiosos. Lo ocurrido con el marinero funcionaba como testimonio. La historia bíblica en la que Dios salvó a Jonás de terminar ahogado —al ser tragado por una ballena en cuyo vientre permaneció tres días y tres noches hasta ser devuelto a la costa— era posible. La realidad lo evidenciaba. A Bartley se lo presentó como “un Jonás moderno”.

En 1990, casi 100 años después de la publicación en The Times, el profesor e historiador Edward Davis se propuso chequear la noticia. Primero encontró que había sido publicada originalmente en 1891 en un diario local de la ciudad inglesa de Great Yarmouth. De Estados Unidos, donde vivía, viajó a Inglaterra, donde consultó la biblioteca pública de Yarmouth y los archivos de la hemeroteca de la British Library en Londres. Encontró otros datos: el barco de la historia existía pero no era un ballenero, en esa época no se cazaban ballenas en las aguas de las Islas Malvinas y ningún marinero llamado James Bartley formaba parte de la tripulación. Pero más importante dio con un documento en el que la mujer del capitán de aquel barco aseguraba que nadie se había perdido en el mar, muchos menos había sido tragado por un cachalote.

Todo era un invento. Una fake news del siglo XIX.

Pero a esa noticia le siguieron otras —algunas muy actuales— y las dudas siguen: ¿puede una ballena tragar a una persona? ¿Puede alguien sobrevivir a algo así?

La periodista Mary Roach lo pone en estos términos: “Si la supervivencia es una simple cuestión de tamaño y espacio, cualquiera de nosotros podría arreglárselas bien. La primera parte del estómago de una orca, una criatura mucho más pequeña [que una ballena], mide, sin estirar, entre metro y medio y dos metros y medio, más o menos es tan grande como la habitación de un hotel cápsula de Tokio y con una escasez de instalaciones semejante”.

La anatomista Joy Reidenberg —una figura central de la serie Al interior de los gigantes de la naturaleza, que se emitió entre 2009 y 2012 y fue un éxito televisivo en Inglaterra y Estados Unidos— establece otra comparación: “Entrar en la boca de una ballena es como meterte en un coche pequeño [un Volkswagen Escarabajo, por ejemplo] pero sin sillas. Cuando estás en un espacio como ese, el área de la garganta y la lengua es muy elástica, así que debe ser muy parecido a saltar en un castillo inflable”.

La habitación de un hotel cápsula, un auto chico, un castillo inflable, no suena tan incómodo. Pero imaginá esa succión, el inmenso volumen de agua arrastrándote hacia el interior, un espacio completamente oscuro. Si terminás ahí se trata casi seguro de un accidente, porque los humanos no somos la comida habitual de las ballenas.

Las ballenas, como la jorobada o la azul, tienen unas láminas elásticas de queratina —la misma proteína que tenemos en el pelo y las uñas— en lugar de dientes. Cuando se alimentan, abren sus bocas a casi 90 grados, tragan una cantidad enorme de agua y usan esas láminas o barbas como colador para retener plancton y krill (crustáceos marinos diminutos). Sus gargantas son muy angostas. “Diseccioné muchas ballenas y apenas puedo meter mi brazo en esa garganta —dijo Reidenberg a la revista digital Salon en junio de 2019—. Es una abertura demasiado estrecha y eso se debe a que estos animales no tragan presas de gran tamaño sino muchas cosas pequeñas”.

Existen relatos recientes de buzos y pescadores que sobrevivieron a ser engullidos por una ballena jorobada. Lo más probable es que no hayan sido tragados —porque es físicamente imposible que alguien pase por esa garganta— sino capturados por el animal por error e inmediatamente escupidos por este.

De las 92 especies de
De las 92 especies de ballenas, el cachalote es la única con una garganta lo suficientemente grande como para ingerir a un humano

De las 92 especies de ballenas, el cachalote es la única con una garganta lo suficientemente grande como para ingerir a un humano. A diferencia de las otras, tiene dientes —aunque no los usa para masticar— y come presas grandes como peces, pulpos, rayas y calamares. Que una persona y un cachalote se crucen en el océano es poco probable: este tipo de ballena vive en mar abierto y bucea entre los 300 y los 1.200 metros de profundidad. Pero supongamos que eso ocurre, que alguien termina en la boca de una ballena, qué probabilidad hay de salir sano y salvo.

La persona tiene que primero sobrevivir a ser tragada y después a ser masticada. El cachalote tritura la comida con las paredes musculares de la primera parte de su estómago.

“¿Un hombre en la primera parte del estómago de la ballena sería aplastado o simplemente se llevaría unos cuantos vuelcos? —se pregunta Mary Roach en su libro Glup— ¿La fuerza es letal o sólo incómoda?”. No existen estudios científicos que puedan responder a esas preguntas, tampoco testimonios. Nadie volvió aún del estómago de un cachalote.

Podemos especular con que las posibilidades de supervivencia son mínimas. Pero si alguien hasta ahí lo lograra, tendría que enfrentar inmediatamente después la falta de oxígeno y ser macerado por los jugos gástricos de la ballena. Los científicos y las científicas afirman que es imposible.

Habló el kayakista que fue engullido por una ballena en el sur de Chile: "Vi algo azul y blanco".

Abrir pestañas

* Las ballenas están comiendo nuestro plástico: la basura que contamina los océanos causa la muerte de aves, peces y tortugas, y se presume que de cachalotes también. En la última década se suceden las noticias sobre encallamientos de este tipo de ballenas en las costas del mundo. Los animales son encontrados con 6, 10, 22 kilos de plástico en sus estómagos.

* Mierda que vale oro: el cachalote traga presas enteras y de tamaño grande, como calamares gigantes, que tienen picos en el cuerpo y no se pueden digerir. Para poder procesarlos y proteger a sus órganos internos, la ballena segrega una sustancia cerosa que después elimina como materia fecal o vómito (los hombres y las mujeres de ciencia no se ponen de acuerdo respecto a si es una o la otra).

Esa sustancia flota sobre las corrientes oceánicas, oxidándose y endureciéndose en fragmentos que a veces todavía conservan pedazos de picos de calamar, hasta que el oleaje la deposita en alguna costa. Encontrar “ámbar gris”, como se conoce popularmente a este resto digestivo, trae fortuna. En algunos casos, vale más que el oro. Se precia tan alto porque es un ingrediente fundamental de la perfumería. Se usa como un fijador de olores y muchas veces se lo menciona en la descripción de las notas de perfumes, la de los más exclusivos.

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