“Pensábamos que se había caído una pared, no el edificio entero”: el dolor de los padres de Dana, una víctima del derrumbe en Gesell

A tres meses del colapso del Apart Hotel Dubrovnik, Marcela Lertora y Mariano Desimone hablan por primera vez: del llamado fatídico en la madrugada del 29 de octubre a la angustia de los nueve días de búsqueda hasta hallar el cuerpo de su hija

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Marcela Lertora (51) y Mariano
Marcela Lertora (51) y Mariano Desimone (49), los padres de Dana, una de las nueve víctimas que dejó el colapso del hotel Dubrovnik en Villa Gesell (Foto/Maximiliano Luna)

A las 0.25 del martes 29 de octubre de 2024, los cimientos del Apart Hotel Dubrovnik —ubicado en la ciudad de Villa Gesell— colapsaron, provocando el desplome de la construcción de diez pisos. El trágico incidente dejó un saldo de nueve víctimas, entre ellas Dana Desimone, una joven de 28 años que trabajaba en el lugar.

Aquella madrugada, a casi 400 kilómetros de la ciudad balnearia, los padres de Dana —Marcela Lertora y Mariano Desimone— regresaban a su departamento de la calle L.N. Alem, en la localidad bonaerense de Lomas de Zamora. Volvían de festejar el cumpleaños número 20 de Nicolás, el segundo de sus tres hijos. “Él pensaba que Dana iba a venir desde Gesell sin avisar, porque a ella le gustaba mucho hacer sorpresas. La habíamos invitado, pero estaba cansada de ir y venir y un poco agobiada por el tema de la obra en el hotel. Así que se quedó allá”, repasa su mamá.

Aunque optó por no viajar, Dana se hizo presente en el festejo de su hermano. “Nosotros estábamos en la casa de mi suegra en Capital Federal. Estuvimos mandándonos fotos toda la noche al grupo de WhatsApp de la familia. En un momento, Nicolás le mostró la torta que yo le había comprado en una panadería y ella me cargó: ‘Siempre la misma torta de chocolate’. Es que si no, las hacía ella. Le gustaba la repostería”, sigue su madre.

Ese 29, antes de ir a acostarse, Marcela dice que sintió “una especie de temblor” en su departamento, un detalle que, con el diario del lunes, podría interpretarse como un presentimiento de lo que estaba por ocurrir. Mientras tanto, la charla con su hija mayor seguía y ella le mandó un video de una persona haciendo cerámica. “Había arrancado a tomar clases y hacía unas cosas hermosas”, explica. “Al final no me contestó nada y yo me fui a dormir”, cuenta.

Horas más tarde, a eso de las tres de la madrugada, el celular de Marcela comenzó a sonar con insistencia. “Hola Mariana, te habla la mamá de Sol”, le dijo una voz de una mujer. Sobresaltada, ella miró la pantalla de su teléfono: no tenía agendado el número. Además, preguntaban por “Mariana”. Marcela cortó. El llamado volvió a repetirse, hasta que, la tercera vez, le contestó: “No soy Mariana, soy Marcela”. Lo que escuchó la dejó en shock: “Perdoname por lo que te voy a decir, pero se derrumbó el edificio donde estaban los chicos”. Marcela se desesperó. “Dana, Dana”, gritaba. No sabía qué pensar.

El apart hotel contaba con
El apart hotel contaba con 10 pisos y 43 habitaciones. Estaba ubicado a una cuadra y media del mar y tenía una estructura inusual, diseñada con la forma de un barco que se integraba al entorno playero (Reuters/Pablo Funes)

Hoy se cumplen 90 días desde que el Dubrovnik colapsó, y la justicia, a esta fecha, tiene a 14 personas imputadas por estrago culposo agravado. De ellas, solo 6 estuvieron detenidas y fueron excarceladas poco después. Todavía no se pudo confirmar el motivo de esta tragedia y tampoco se identificó a los responsables. Por ahora, nadie está preso. El caso, que lleva adelante la fiscal Verónica Zamboni, está en etapa de investigación.

Según confiaron fuentes judiciales a Infobae, la funcionaria aguarda medidas de prueba pendientes, entre ellas, un listado que debe proveer el Colegio de Ingenieros con los nombres y apellidos de todos los que alguna vez trabajaron en el histórico apart geselino; y un análisis estructural de lugar, pericia a cargo del Instituto Nacional de Tecnología Industrial (INTI). Asimismo, se está analizado la eventual responsabilidad de los dueños del edificio: la firma “Parada Liniers S.A.”. Mientras tanto, su presidente, Antonio Manuel Arcos Cortés, y los miembros del directorio, Nahuel Eduardo Castilla, Mariana Arcos Cortés y Mariana Alicia López, tienen prohibido salir del país.

En este contexto, los padres de Dana recibieron a Infobae en su casa para hablar por primera vez: desde las semanas previas al desplome, pasando por el llamado fatídico de la madrugada del 29 de octubre y los nueve días que estuvieron en Villa Gesell, esperando a que encontraran el cuerpo de su hija, que había quedado enterrado bajo los escombros.

"Cuando nos avisaron del derrumbe,
"Cuando nos avisaron del derrumbe, pensamos que se había caído una pared, no el edificio entero”, cuentan los padres de Dana (Foto/Maximiliano Luna)

Entre el campo, la ciudad y la playa

Marcela y Mariano se conocieron en Juan Nepomuceno Fernández, un pueblo rural ubicado a unos 80 kilómetros de Necochea. Ella tenía 22; él 21. Empezaron a noviar, se casaron y, al tiempo, llegó Dana. Más adelante, cuando su primera hija cumplió ocho años, dejaron el campo y se vinieron a vivir a Lomas de Zamora. Con los años, ese hilo rojo que unía a Dana con el interior de la provincia hizo que la joven volviera, solo que en vez de irse al campo se fue a la playa.

La decisión de mudarse a Villa Gesell la tomó después de la pandemia. “Ella había pasado dos años viviendo con un novio en Lanús. En ese momento empezó a hacer cursos online de pastelería. Mientras tanto, también se puso a estudiar la carrera de Magisterio, pero abandonó enseguida. Yo siempre le decía que estudiara, pero bueno… Dana era muy libre. Hacía lo que quería. Finalmente, después de esos años de tanta quietud, se fue con una propuesta de trabajo en el Dubrovnik, que le había hecho su amiga de la infancia, Solange”, cuenta Marcela.

Su primera experiencia en el hotel fue durante el verano 2022-2023. Estuvo esos meses de temporada y después volvió a Lomas de Zamora. “Regresó, pero no quería irse definitivamente. Es que, en Villa Gesell, tenía como una relación de amor y odio con Nahuel, el sobrino de Rosa Stefanic (NdR.: la dueña del apart), que también trabajaba en el lugar”, explica la madre de Dana. Como aún no definía su situación laboral, en ese momento, Mariano le propuso trabajar en la escribanía con él. “Estuvo una semana y no quiso saber más nada. No le gustaba estar encerrada”, cuenta su papá.

Tiempo después, Dana recibió una oferta para trabajar en una pastelería en Villa Gesell. Sin dudarlo, armó otra vez sus valijas y regresó a la ciudad. Sin embargo, las cosas no salieron como lo había planeado: el local cerró y el dueño jamás le pagó, al igual que al resto del personal. Para mantenerse, pasó aquel invierno trabajando en un bazar y, gracias a la buena relación que tenía con la dueña del hotel, pudo quedarse a vivir allí. Al promediar el fin de año, decidió que durante el verano 2023-2024 iba a hacer su segunda temporada en el Dubrovnik.

Dana asistió al colegio Nuestra
Dana asistió al colegio Nuestra Señora del Huerto en Temperley (Foto/Maximiliano Luna)

En 2024, luego de aquel verano de intenso trabajo, Rosa decidió vender el hotel fundado por sus padres, inmigrantes croatas, en 1986. El nuevo dueño, Antonio Arcos Cortés, compró el lugar con la idea de renovarlo. Además, les propuso a Dana, Rosa y Nahuel quedarse a cambio de un puesto fijo. Los tres aceptaron.

Con la obra en marcha —cuentan ahora sus padres— a Dana comenzaron a “hacerle ruido” algunas modificaciones, por ejemplo, el recambio de las aberturas de las ventanas y de uno de los ascensores. Por otro lado, le molestaba el polvo y el hecho de tener que lidiar con los problemas generados por los albañiles, como la rotura de caños. Marcela y Mariano no eran ajenos a esto: su hija les mandaba fotos y videos casi a diario. “Antonio, muy habilidoso para los negocios, los tomó de ‘perejiles’ porque los tenía de porteros y supervisando a los obreros. Un día mi hija me mostró su recibo de sueldo y la categoría era la de ‘Lavacopas’. Pero el tipo le prometía que, cuando eso terminaran las refacciones, ella iba a ocupar el puesto de Gerente. Incluso le ofreció abrir una pastelería en Mar del Plata”, cuenta el papá de Dana.

Durante los años que Dana trabajó en el Dubrovnik, los Desimone visitaron el hotel solo una vez. “Fue en abril de 2022. Entramos, caminamos hasta el fondo donde estaba la pileta y nos fuimos. Era un edificio antiguo, pero yo no noté nada fuera de lo común”, recuerda Marcela. Mariano, en cambio, sí observó algo que le llamó la atención: las cocheras. “Me sorprendió lo delgadas que eran las columnas para sostener una estructura de ese tamaño”, dice.

Los albañiles trabajando en el hotel antes del colapso

El último abrazo

El 4 de octubre fue la última vez que Marcela y Mariano estuvieron con Dana. Ese día, se reencontraron en Aeroparque minutos antes de que ella tomara un vuelo hacia Mendoza, donde pasó diez días con amigos. “Llegó de Gesell, pero decidió quedarse en la casa de la abuela paterna en Capital. No quería venir hasta Lomas”, recuerda Marcela. “No íbamos a ir a despedirla al aeropuerto, porque Mariano se sentía mal; pero Rosario, mi otra hija, insistió: ‘La quiero ver a Dana. Vamos, vamos’”.

En el camino, Marcela recibió un llamado de Dana: “‘Má, me olvidé el documento en lo de la abuela. ¿Me lo podrán alcanzar?’. Yo no lo podía creer. Siempre dejaba el DNI en cualquier lado. Fuimos a buscarlo y se lo llevamos. Esa fue la última vez que la vi, la última vez que la abrazamos”, dice Marcela.

Dana volvió de Mendoza exaltada. “En el avión se cruzó con el elenco de la película La sociedad de la nieve. Estaba contenta. Había cruzado a Chile, se compró ropa y utensilios de pastelería. Tenía que venir para Lomas, pero justo un amigo viajaba para Gesell y ofreció llevarla. Ella quería volver rápido: estaba ansiosa por todo lo que estaba pasando en el hotel. No sabía con qué se iba a encontrar”, cuenta su madre.

Unos días más tarde, los Desimone intentaron reencontrarse con su hija aprovechando un viaje a Mar del Plata que tenían planeado para el fin de semana del Día de la Madre. El plan no prosperó. “Se confundió mirando los horarios de los pasajes y perdió todos los colectivos”, lamentan.

Dana en un acto escolar
Dana en un acto escolar (Foto/Maximiliano Luna)

Un viaje en ruta y 9 días de angustia

La madrugada del 29 de octubre, después de recibir aquel llamado, Marcela y Mariano juntaron algunas prendas y salieron “volando” para Villa Gesell. Rosario, su hija menor, viajó con ellos. A Nicolás decidieron no avisarle porque tenía un examen en la facultad y, además, estaba en la casa de su abuela. Por otro lado, ambos creyeron que se trataba de algo “menos grave”. “Pensamos que se había caído una pared, no el edificio entero”, coinciden.

En el trayecto por la Ruta 2, la información les llegaba a cuentagotas por la radio. Mientras Mariano manejaba, Marcela intentaba comunicarse con Dana una y otra vez, sin éxito. “La llamaba y la llamaba, pero nada. Mirábamos la hora de su última conexión a WhatsApp y tratábamos de averiguar con quién había estado hablando”, cuenta su madre.

Llegaron a Villa Gesell alrededor de las 7 de la mañana. “Fuimos para el hotel y había un retén policial. Cuando les dijimos que éramos los padres de Dana, nos hicieron dejar la camioneta y un oficial nos acompañó hasta unas carpas que habían montado para brindar asistencia psicológica a los familiares. Ahí me quedó claro que la situación era mucho peor de lo que imaginábamos”, dice Mariano, que terminó de confirmar sus sospechas, luego de hablar por teléfono con la mamá de Solange: “‘No quedó nada. Hacé de cuenta que se los tragó la tierra’, me dijo”. Marcela, en cambio, esperaba un milagro: “Pensaba que capaz había logrado salir y andaba perdida por ahí, qué sé yo…”.

Operativo de rescate tras el derrumbe en Villa Gesell

Durante los nueve días que siguieron, la incertidumbre y la angustia fueron insoportables. “Prácticamente, no dormimos. No queríamos alejarnos del lugar, por si surgía alguna novedad”, cuenta Mariano que, en plena búsqueda, recuerda haberles hecho algunas sugerencias a quienes lideraban el operativo. “Del lado de las cocheras había una segunda entrada al hotel. Yo la conocía porque en algunos de mis viajes le había llevado cosas a Dana. Les marqué la zona, pero lo único que hicieron fue poner una custodia para que no entrara nadie”, dice.

“Del primer día, lo que más recuerdo es que cerca del mediodía empezaron a aplaudir. Después nos enteramos de que habían rescatado con vida a María Josefa Bonazza, una jubilada de 79 años que estaba en el edificio lindero y estuvo ocho horas atrapada bajo los escombros (NdR.: la única sobreviviente falleció un mes más tarde). A la noche siguiente, nos llevaron a una carpa con un tubo fluorescente porque, aparentemente, habían encontrado a una mujer. Nos preguntaron por el color de pelo de Dana, pero no nos dieron más información. Después supimos de que se trataba de Rosa”, sigue Mariano.

Dana en su viaje a
Dana en su viaje a Mendoza (Foto/Maximiliano Luna)

El lapso entre el 29 de octubre y el 7 de noviembre se hizo “eterno” para los Desimone. Como si fuera poco, a medida que pasaban las horas, iban apareciendo objetos personales de las víctimas, pero ninguno era Dana. ”El séptimo día nos avisan que habían encontrado una de sus pertenencias: era el documento”, dice Marcela.

Finalmente, nueve días después, el 8 de noviembre, el equipo de rescatistas halló los restos de la joven de 28 años. “Había quedado atrapada entre dos losas cerca de una salida: estaba intentando salir del edificio”, cuenta su papá.

Hoy, los restos de Dana descansan en un cementerio en Tandil junto a su abuelo paterno. En Lomas de Zamora, en el living del departamento, sus padres le armaron una especie de altar: hay un portarretratos con una foto suya, flores y una vela con una imagen de la Virgen del Rosario. En la imagen ella sonríe en algún lugar de Mendoza, entre montañas nevadas y un cielo celeste.

Fotos/Maximiliano Luna.

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