El primer día de octubre de 1975, tuvo lugar una de las peleas de boxeo más intensas de la historia. Por el campeonato mundial de los pesos pesados se enfrentaron Muhammad Ali y Joe Frazier. Habían peleado dos veces, con una victoria cada uno. La histórica rivalidad de ambos boxeadores le daba un clima dramático.
Al ser en Manila, Filipinas, se terminó realizando a las 10:45 de la mañana, un horario totalmente atípico para una pelea, con el objetivo de que pudiera ser vista por los televidentes de Estados Unidos. Sin embargo, a esa hora del mediodía, en el Coliseo Araneta, hacía algo más de cuarenta grados de temperatura.
El combate fue tremendo y se estiman que se pegaron más de cuatrocientos cincuenta golpes entre ambos.
Cuando termina el undécimo round, Mohamed Ali no puede más. En su rincón, tan pronto le sacan el protector bucal y le terminan de dar agua, le dice a su manager, que no puede más, que no quiere seguir. El mítico Angelo Dundee lo tranquiliza, lo contiene, lo inspira a continuar.
El doceavo round no es la excepción y ambos pugilistas siguen golpeándose con fiereza. Al finalizar, Mohamed Ali insiste en que no puede más. No tiene fuerzas para seguir peleando. Nuevamente Angelo Dundee lo calma y lo motiva a que cuando suene la campana, salga y siga peleando.
La pelea está pactada a catorce rounds así que solo faltan dos más. Solo seis minutos. Pero seis minutos que con más de cuarenta grados de temperatura y más de doscientos golpes recibidos resultan una eternidad.
Mohamed Ali hace un esfuerzo sobrehumano tratando de ver si puede evitar que lo noqueen, y mejor aún, liquidar a su adversario. No lo logra. Después de otro round que es una carnicería y un esfuerzo sobrehumano, regresa maltrecho a su esquina.
Está determinado a no seguir. Deshidratado, golpeado, le cuesta hablar. Así y todo, le pide a su manager que tire la toalla, que en el boxeo significa abandonar.
Angelo Dundee nuevamente lo contiene como puede, a estas alturas de la pelea, una misión prácticamente imposible. Mientras tanto, levanta la vista y observa el rincón del rival.
Luego vuelve con su pupilo, le agarra ambos antebrazos con fuerza, y mirándolo fijo a los ojos, le dice:
-Te voy a pedir un solo favor más. Cuando suene la campana solo ponte de pie, y dirígete al centro del ring.
Mohamed Ali no puede más. Está extenuado. Quizás teme por su vida. No está seguro de que su manager lo esté manipulando para que pelee este último round, cuando hace rato que él ya no sabe de dónde más sacar fuerzas. Es fácil ser valiente desde afuera y dar consejos, cuando es uno quien recibe los golpes.
Al sonar la campana Muhammad Ali se para tambaleante, y arrastrando los pies va hacia el centro del ring. No está en condiciones de seguir peleando; si alguien le sopla, se cae.
Sin embargo, ahí se produce el milagro.
En la otra esquina, el equipo de Joe Frazier impide que su boxeador continúe la pelea. Lo obligan a abandonar porque no está en condiciones de seguir.
Mohamed Alí es el nuevo campeón mundial.
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A veces la vida nos golpea duro. Sin clemencia. Sentimos que estamos agotados, que no tenemos más fuerzas, que nada tiene sentido. Necesitamos tirar la toalla, abandonar, liberarnos de tanta adversidad, de tanto sufrimiento, de tantos golpes recibidos.
Estamos extenuados, pero así y todo tenemos una fuerza que ni nosotros mismos sabemos que tenemos. Como Alí, tenemos que ser capaces de pararnos una vez más.
¿Y vos? ¿Vas a entregarte, o sos capaz de pararte una vez más?
* Juan Tonelli es speaker y autor del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. https://linktr.ee/juan.tonelli