
Corría el año 1993 y Nelson Mandela estaba en plena campaña presidencial de Sudáfrica, después de haber estado preso 27 años en un calabozo de dos metros cuadrados, solo por tener piel de color negra.
Un día, él y su grupo más estrecho de colaboradores volaban en un pequeño bimotor hacia un distrito en el que tenían uno de los innumerables actos de campaña.
Durante el vuelo, una hélice empezó a fallar hasta que el motor finalmente se detuvo. Al mirar por la ventanilla se podía observar la hélice quieta, mientras el avión perdía altura dramáticamente.
Adentro de la pequeña aeronave, era el caos. Todos estaban en pánico, incluyendo al piloto que se volteaba permanentemente para mirar a Mandela, sentado en la primera fila de asientos. ¿Después de haber sobrevivido a la persecución y la cárcel por 27 años, se vendría a morir de esta forma estúpida en las puertas del acceso a la presidencia, justo cuando él estaba piloteando el avión?
El líder seguía leyendo el periódico tranquilamente, como si nada. El piloto lo miró varias veces, quizás preguntándose si Mandela era un héroe, un loco, o un estúpido.
Después de varios minutos de máxima angustia, el piloto logró hacer un aterrizaje de emergencia. En la pista esperaban bomberos, ambulancias y varias fuerzas de seguridad.
Al bajar por la escalera del avión, Mandela agradeció especialmente al piloto por su valentía y destreza, y también a todo el personal movilizado por la eventual emergencia.
Junto a su secretario privado subió al auto que lo trasladaría al acto de campaña. Después de veinte minutos en silencio absoluto, su asistente pudo balbucear las primeras palabras.
-Usted es un héroe, Mandela. Allá arriba estábamos todos aterrorizados y usted estaba tan tranquilo... Su serenidad sostuvo al piloto, que estaba muerto de miedo y se daba vuelta a mirarlo todo el tiempo. Verlo a usted seguir leyendo el periódico como si nada, lo inspiró a mantenerse calmo y encontrar la forma de aterrizar de emergencia, que en estado de pánico hubiera sido imposible.
Después de pensar unos instantes, Mandela le contestó:
-No se equivoque. Yo también estaba muerto de miedo. ¿Cómo no estarlo si se nos rompió un motor a miles de metros de altura y el avión perdía altura en forma vertiginosa? ¿Usted cree que no me afectaba mirar por la ventanilla y observar la hélice inmóvil, mientras el avión se movía como una coctelera? Sería un enfermo mental si no hubiera sentido miedo. Pero estoy a cargo de todos, incluyendo al piloto. Mi responsabilidad era mantenerme tranquilo, especialmente en un contexto tan adverso y desafiante. El coraje no es la ausencia de miedo sino la capacidad de trascenderlo.
***
Con frecuencia pensamos que somos unos cobardes, que nunca vamos a poder con las dificultades de la vida porque somos muy miedosos. Y que las cosas buenas solo les pasan a los valientes, que no sienten miedo, que no son como nosotros.
Nada más alejado de la realidad. Los valientes también sienten miedo. Pánico. La única diferencia es que aprendieron que es una parte inevitable de la vida, y que pese a sentirlo, se puede seguir adelante. Lo podemos sentir, pero elegimos hacer las cosas igual.
La clave para salir de ese estado de parálisis es dejar de esperar que el miedo desaparezca. Eso puede ocurrir o no, y no es lo importante. La central es nuestra determinación de avanzar aunque sintamos miedo. Especialmente cuando es un miedo no justificado, desproporcionado, irracional.
Tenemos que aprender a dejarnos atravesar por el miedo, pero seguir adelante pese a sentirlo. Lo sentimos, pero no nos paraliza ni nos define.
¿Y vos? ¿Hasta cuándo pensás seguir esperando a que se te pase el miedo? ¿No sería mejor ponerte en marcha, aunque lo sientas?
* Juan Tonelli es speaker, escritor y autor del libro “Un elefante en el living, historias sobre lo que sentimos y no nos animamos a hablar”. https://linktr.ee/juan.tonelli
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