Diez grandes momentos de Lanata en video: confesiones, polémicas y su último monólogo

Jorge Lanata nació en Mar del Plata el 12 de septiembre de 1960. El primer dolor de su vida llegó pronto: cuando tenía cuatro años, a su madre le descubrieron un tumor cerebral. Quedó con medio cuerpo paralizado y serios problemas en el habla. “Toda mi vida pensé que mi vínculo —¿mi necesidad?— con el periodismo tenía que ver con una enfermedad de mi madre, víctima de un tumor cerebral que lesionó su centro del habla: ella no podía hablar. Mamá no podía responder, yo preguntaba. Ahora sé que ella no era ella, o sí lo era pero de otro modo, y que mis preguntas intuían un secreto que busqué sin proponérmelo, casi toda mi vida”, escribió en su libro autobiográfico “56″. Precisamente hasta los 56 años (o 55: a veces decía una edad, a veces otra), creyó que sus padres eran Angélica y Ernesto. Entonces, se enteró que era adoptado. Angélica había muerto en 2004. Nunca le dijo nada.

Lo supo después de someterse a un trasplante de riñón en el 2015. Se lo contó una prima suya llamada Liliana. Y se lo confirmó su tía Carmen. Angélica había perdido un embarazo. Su madre, le dijo, era una chica rica del interior de la provincia de Buenos Aires, soltera y con un embarazo a cuestas. Lanata jamás la buscó. “No sé sinceramente si en mi caso vale la pena buscar: la mayoría deben estar muertos. Tal vez, finalmente, sea yo quien viene de ningún lugar, o, para decirlo de otro modo, sea el camino que fui”.

“¿Qué comiste ayer a la noche?”, le preguntó la periodista María Julia Oliván a Barbarita Flores, una niña tucumana.

“Nada”, le respondió la niña de guardapolvo blanco. Tenía 8 años entonces, pesaba menos de 20 kilos y le “dolía la panza del hambre”. Barbarita comenzó a llorar sin consuelo. Sus lágrimas se reprodujeron en el programa de Jorge Lanata “Detrás de las noticias”. Era 2002 y el país estaba sumergido en la crisis que había dejado el 2001. La escena conmovió primero e indignó después: en el “granero del mundo”, muchos chicos no comían y sufrían desnutrición.

Ese fue el germen de “Deuda”, el documental que llevó a Jorge Lanata a Tucumán, pero también a viajar a Washington, Punta del Este y el Foro de Davos, además de hacer notas en Buenos Aires, para indagar sobre el origen de la herencia que llevan sobre la espalda millones de argentinos, generación tras generación.

En octubre del año 2008, Lanata demostró que no le temía a ningún desafío. En lo que pareció un salto al vacío, fue parte del grupo de guionistas de la revista “La Rotativa del Maipo”, en ese mítico teatro porteño. Se anunció sin medias tintas: “Lanata se pone el conchero”. Como vedette lo acompañó Ximena Capristo, que se había hecho popular luego de participar en Gran Hermano, la cantante Cecilia Milone y el coreógrafo Jean Francois Casanovas, el grupo Miranda!, además de una orquesta en vivo con 14 músicos y la dirección de Mike Ribas, y 30 artistas en escena.

La idea era instalar una suerte de periódico, con sus diferentes secciones: por eso decían que el espectáculo era “un diario, más que una revista”. Durante la primera media hora, nadie hablaba una sola palabra sobre el escenario, sólo había números de baile y canto. Hasta que aparecía Lanata con su editorial, su monólogo. A veces hacía un repaso de la historia argentina, algo que lo apasionó toda su vida. Otras, presentaba la tapa de los diarios del día para comentarla. Los críticos dijeron que le faltaba un humorista. A muchos los ganó la solemnidad: un periodista “serio” no podía estar sobre las tablas del Maipo. Como sea, el interés por la obra se diluyó rápidamente, y en pocos meses el espectáculo se levantó.

Lanata confesó que tomó drogas durante diez años. Y que fue por su propia decisión que dejó de tomarlas. Hasta contó situaciones terribles de los tratamientos, como que lo tenían que agarrar entre cuatro para atarlo y así poder ponerle las vías para inyectarle antibióticos. Jamás hizo apología ni aconsejó drogarse. Pero tampoco lo avergonzaba haberlo hecho.

Con Mirtha Legrand contó cómo dejó de consumir: fue a la escuela de Medicina de Harvard en los Estados Unidos, donde hizo “un detox”. En realidad, fue dos veces. La primera abandonó y la segunda pudo alejarse de las drogas. Luego, durante un tiempo, soñaba que tomaba cocaína. La única adicción que no pudo dejar, dijo, fue el cigarrillo, aunque en los últimos tiempos había moderado su consumo. “De las adicciones, la del cigarrillo yo creo que es la peor. Mirá que tomé drogas por diez años, y a la cocaína la dejé”, resumió.

A lo largo de su larga carrera, Lanata ganó 26 premios Martín Fierro, incluido el de Oro en 2015. El primero de ellos fue en la edición de 1996, que transmitió Telefé y condujeron Fernando Bravo y Andrea del Boca. Lo obtuvo por el programa Rompecabezas, que emitía la FM Rock’n’Pop, y la terna se completaba con Puntos de Vista, por Radio Del Plata; y Protagonistas, por Radio América. Entre otros, lo acompañaban Marcelo Zlotowiazga y Alfredo Castello.

Quizás el momento más insólito lo protagonizó en el 2014, cuando llegó a la alfombra roja junto a su hija Lola y un bidón de nafta. En ese ocasión ganó la estatuilla por Mejor programa periodístico con Periodismo para todos. Enfrente estaban Bajada de Línea (Canal 9) y 678 (TV Pública). Cuando recibió el galardón, explicó porqué había llevado el combustible: “Los que se preguntan qué es esto, yo había prometido que si ganaba 678 me iba a prender fuego. Le agradezco a APTRA que me lo haya evitado”

En el año 2012, el diario Página/12 cumplió 25 años. Y para estupor de todos, durante la celebración del aniversario -que se hizo en la exESMA- no hubo una sola mención a Jorge Lanata, su mentor, fundador y director durante los primeros años del periódico. Tampoco la hizo en su discurso la entonces presidenta Cristina Fernández de Kirchner, aunque nombró a varios periodistas del diario. Por supuesto, nadie esperaba que Lanata permeneciera en silencio sobre esa omisión. Y no lo hizo.

En Periodismo para todos, para empezar, mostró la tapa de Página/12 del día que el presidente Carlos Menem dictó los indultos a las cúpulas militares. Y comenzó así su descargo, hablandole directamente a ella: “Yo fundé el diario Página/12 el 26 de mayo de 1987. Tenía 26 años. Lo dirigí durante los primeros 10 años de los 25 que festejan ahora. Y el miércoles sufrí algo que conocía, pero nunca había sufrido en carne propia. Fui víctima de cómo el gobierno reescribe la historia como quiere. Y pone personas y las saca de la foto a su antojo, como hacían los soviéticos en las purgas, que borraban a Trosky. Me parece señora patético y triste que me hayan convertido en el primer desaparecido de Página/12. Usted se llena la boca hablando de identidad, de origen y de derechos humanos. Y no respetó ni mi identidad, ni origen, ni mis derechos humanos”

Fue un capítulo más de su enfrentamiento con el kirchnerismo.

Si hubo un programa de televisión fundacional en la carrera de Jorge Lanata, ese fue Día D, que estaba los domingos por la noche en América TV. Estuvo al aire desde 1996 a 2003, a excepción de tres años: en 1998, el espacio lo ocupó La noche del domingo, con Gerardo Sofovich. Y en 2001 y 2002, el propio Lanata lo hizo pero con un envío que se llamó Detrás de las noticias. Entre otros, lo acompañó un sólido equipo, con Adrián Paenza, Ernesto Tenembaum, Marcelo Zlotogwiazda, María O’Donnell, Andrés Klipphan, Reynaldo Sietecase, Maximiliano Montenegro, Martín Caparrós y Gisela Marziotta entre otros. Con él ganó los Martín Fierro de 1996, 1997 y 1999 como Mejor programa periodístico.

En 1997, mientras conducía Día D, fue agredido por un hombre que le pegó una trompada en la cara mientras estaba detenido en un semáforo con su automóvil y en compañía de su hija Bárbara, por entonces de 7 años. El atacante huyó luego en una moto. Para Lanata, la agresión fue por su trabajo como periodista.

Que Lanata fue periodista es una obviedad tan grande que esta línea merecería ser borrada. Pero este rol, que fue su pasión y su razón de ser, no fue lo único que hizo a lo largo de su inmensa trayectoria. Ya se mencionó su participación en el teatro de revistas. También dirigió un video musical de Bersuit Vergarabat: La argentinidad al palo. Pero quizás lo que pasó más desapercibido fue su aparición como actor. El primer papel fue como extra en la película El lado oscuro del corazón (1992), del director Eliseo Subiela. No fue difícil: tenía que estar sentado en un cabaret.

Pero en 2011 debutó oficialmente en un rol secundario de la película Medianeras, una coproducción con España con guión y dirección de Gustavo Taretto. Película de culto del cine independiente con Javier Drolas, Rafael Ferro, Adrián Navarro, Alan y Romina Pauls entre otros. Allí, Lanata encarnó a un traumatólogo que debe interpretar una radiografía para su paciente. Mientras lo hace, enciende un cigarrillo dentro del consultorio médico. La gracia es que el protagonista, mira insistente al detector de humo y todos esperan que éste se accione mientras Lanata fuma. La película se presentó por primera vez en el Festival Internacional de Cine de Berlín.

Cuando en 2013 ganó su primer Martín Fierro por Periodismo para todos -frente a Calles Salvajes y a “Seis en el Siete a las Ocho” (que luego fue 678)- Lanata inauguró un término que luego fue utilizado hasta el infinito para explicar la división de la sociedad argentina de -entonces- la última década. Y, como solía suceder, acertó: la llamó “la grieta”. Todavía no tenía la profundidad que supo alcanzar en años posteriores, pero la supo definir.

Al subir a recibir la tercera estatuilla de la noche, dio un discurso que llevó anotado y caló hondo: “Hace más de 20 años que vengo a estas fiestas de Martín Fierro, y nunca vi en ninguna antes lo que acá se puede percibir un poquito, no mucho. Que cuando alguien dice algo alguno silbe, o que otro diga ‘Viva Tal’, o ‘Viva tal otro’. No es muy violento, es casi imperceptible, pero está pasando. Yo creo que hay como una división irreconciliable en la Argentina, y a esa división yo la llamo ‘La grieta’. Y realmente creo que la grieta es lo peor que nos pasa. Y creo que incluso va a trascender al actual gobierno. El gobierno en algún momento se irá. Vendrá Florencia, Máximo, Iván y después se irán, y la grieta igual va a permanecer. Porque la grieta ya no es política, es cultural. Es una grieta cultural en sentido extenso, tiene que ver con cómo vemos el mundo. Ha separado amigos, hermanos, parejas, compañeros de laburo... Antes había más gente que yo saludaba acá. Ahora hay menos... También antes había más gente que me saludaba a mí, ahora hay menos. Ha provocado una grieta, una división. Esta idea de que quien está en contra es un traidor a la patria. Y se debe poder estar en contra sin ser un traidor a la patria. La última vez que algo así pasó, fue en los años 50. Y esa grieta duró cincuenta años, cuarenta años. Yo creo realmente que todos somos la patria, creo que todos somos el país. Creo que nadie tiene el copyright de la patria. La Argentina no es una marca registrada de nadie, de ningún partido, de ningún movimiento, sea quien sea. La verdad tampoco. Nadie tiene el copyright de la verdad. Y ojalá alguna vez podamos superar esta grieta. Porque, ¿saben qué? Dos medias argentinas no suman una argentina, son dos medias argentinas...”

El domingo 29 de noviembre de 2023, Jorge Lanata inició así su último programa de Periodismo para Todos por canal 13. Se lo notó cansado, sin esa chispa habitual en los ojos, sin esos gestos que hacía con la boca. Por supuesto, habló de Milei, reciente ganador en el ballotage: “Como están. Una cosa es la teoría y otra es la práctica. Lo aprendimos en el colegio o en la facultad. Milei nunca gobernó y representa a algo que llama la Escuela Austríaca de Economía, de mediados del siglo XX. Ludwig Von Mises y Friedrich Hayek. Ellos dicen que la única forma de entender los fenómenos sociales es a través de la comprensión de las acciones individuales. O sea, proponen dejar hacer en la economía, lo que implica que el Estado no intervenga en ninguna función. La novela La rebelión de Atlas, de Ayn Rand, es su libro de cabecera, y lo que dice Rand es que el interés propio es preferible al altruismo. Milei se define a sí mismo como un anarquista de mercado. Si Milei lo logra, va a hacer el cambio cultural más importante desde la época de Menem. Y esto lo digo no estando a favor, sino describiendo lo que pasó con Menem y lo que pasaría ahora con Milei. Pero una cosa es la teoría y otra es la práctica. El principal problema de este año y del que viene para Milei va a ser la calle. La calle y las corporaciones. Ahora, formando gobierno, vemos que abandonó su idea de la casta y que por lo menos postergó su idea del Banco Central y la dolarización. Hay que reconocer que Milei siempre dijo lo que iba a hacer. El problema es si puede hacerlo. Justamente porque una cosa es la teoría y otra es la práctica”. Esa noche, la de su despedida definitiva de uno de sus productos más exitosos, el programa de Jorge Lanata midió 9,2 puntos de rating. Quedó segundo en el día, tres décimas detrás de GOT Talent Argentina.