“Cómo llegué hasta aquí” con Hernán Casciari: por qué empezó a escribir y la noche en que una lapicera le enseñó el camino

Su primer juguete fue una máquina de escribir, la misma que a los trece años usó para redactar sus primeros textos como cronista de partidos de básquet de la liga regional de Mercedes. Pasaron cinco décadas desde ese comienzo y hoy es un escritor consagrado, fundador de una comunidad autogestionada. El ocaso y el éxito de un hombre siempre soñó con escribir

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Cómo llegué hasta aquí - Hernán Casciari

Hernán Casciari descubrió el poder de la escritura a través del miedo. Aprendió que las letras escritas y ordenadas forman palabras, escenas, mundos, alegrías y temores en su primera infancia. El gato negro, un cuento de Edgar Allan Poe, fue su bautismo. La primera vez que conoció el pánico fue después de conocer esa historia. Ese sentimiento de terror visceral le parió, en ese insomnio de madrugada, una revelación: “Pero ya no pude dormir. Y la primera cosa que pensaba en esas madrugadas en que no me podía dormir es que Edgar Allan Poe había escrito eso en 1890 y yo me estaba cagando de un susto en 1981. Más de 100 años después de algo que alguien había tecleado en ese juguete llamado máquina de escribir”.

Eso fue la máquina de escribir para él: el único juguete importante que había en su casa. La tenía su papá arriba del escritorio: “Era una Lexicon 80 gigante con un montón de teclas que yo no sabía para qué eran porque no sabía ni leer ni escribir y lo veía a él muy divertido, muy concentrado en algo que para mí era un juguete. Y fue mi primera fantasía aprender a usar esa cosa”.

A los tres, cuatro años comprendió que su juego favorito era escribir, que su sueño era escribir. Advirtió que las letras eran una herramienta capaz de generar un efecto, de provocar cosas. El miedo como en el cuento de Edgar Allan Poe o las risas: “Quería utilizar ese recurso para hacer cagar de risa a mi abuela, a mi viejo, a mi hermana, a mis compañeros de la primaria. Me gustaba ser el que hacía las redacciones. Se cagaban de la risa todos, hasta la maestra. Y eso a mí me generaba un ego muy poderoso también. Y eso me generó una especie de altura de prestigio dentro del pequeño círculo de mi sociedad”.

Chiri, su mejor amigo, escribió una breve biografía de él que está publicada en su página personal, junto a la autobiográfica -la estándar-, la que escribió su mamá que lo adora, un troll que lo odia y un abuelo al que defraudó. El primer recuerdo que Chiri tiene de Hernán es él en el centro de la escena, cautivando a sus amiguitos. “Siempre fue igual -dice-. Ya en la primaria las maestras elegían sus redacciones para leer en voz alta, y nosotros esperábamos ese momento porque nos divertía”.

"Soy Hernán Casciari. Soy escritor.
"Soy Hernán Casciari. Soy escritor. Tengo 53 años y de chico mi sueño era escribir a máquina", así se presentó (Candela Teicheira)

Mercedes era su espacio. La década del setenta, su infancia. Nacido en 1971, a los 18 años ya había sido presidente del Centro de Estudiantes del colegio secundario y director de un diario. “Escribir ya era mi vida”, acredita. Pero a su papá le costaba verlo todo el día sentado frente a la máquina de escribir, su viejo juguete. “Entonces un día le dijo a un amigo de él, Raúl Bustos Berrondo, que era el director del diario El Oeste de Mercedes, que me diera trabajo. Así empecé a escribir crónicas de partidos de básquet de la liga regional de Mercedes”.

Así empezó: tenía trece años. Hoy tiene 53 y sigue escribiendo. Pero sus cincuenta años al servicio de su pluma tuvieron intermitencias. “Hubo una época oscura o más de una, pero la quiero encerrar en una misma bolsa, de entender la literatura como un escondite, como un lugar en donde nadie tenía que molestarme. ‘Estoy escribiendo, soy escritor’. Una época muy psicobolche de la primera juventud, donde quería ser como esos escritores malditos que tienen cirrosis a los 50 y se mueren”, define y afirma que el alcohol y las drogas lo podían llevar, falsamente, a un lugar legendario.

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Messi es un perro / La valija de Lionel

Por Hernán Casciari

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“Hoy lo miro hasta con ternura. Son ideas muy adolescentes, infantiles, ridículas, pero en ese momento casi me hacen derrapar. Pero la verdad de la milanesa de todo eso, es que escribir también me salvó de derrapar. Porque cuando estás cada vez más metido en cosas oscuras, porque te crees legendario, los ratos de escritura van siendo cada vez menos, por lo menos los lúcidos. O te levantas al otro día y te encontrás con que el poema que creías que era fantástico eran un montón de garabatos que no entendías. Entonces escribir no es eso. Y a mí me parece que la enorme necesidad de escribir. A mí me ayudó un montón”, describe.

Salió de ese pozo tras una epifanía: cuando descubrió los usos que le daba a una lapicera. “Hubo una metáfora que me hice a mí mismo, en unas épocas donde tomaba muchísima merca, mucha merca y ya casi no escribía y estaba pálido y dormía de día y vivía de noche y hablaba de merca. En los poquitos ratos de lucidez me daba cuenta de que el cuaderno estaba vacío, que se me había ido de las manos y que estaba todo el tiempo en eso. Y yo tomaba merca con la BIC. Le sacaba la tinta y la tomaba con lapicera. Y un día tuve como una pequeña lucidez que decía ‘sí está la lapicera sin la tinta, podés tomar merca y no podés escribir. Y si está con la tinta podés escribir y no podés tomar marca. Elegí’. Pero esa metáfora fue tan literal, tan literal, que la elección es como que me vino ‘tengo que ponerle la tinta a la lapicera ya’. Y dejé de tomar ese día. Ese día pedí ayuda y lo corté. Pero fue tan literal la metáfora que todavía me sigue sorprendiendo ese ratito de lucidez que me generó una metáfora llena de literalidad. Y dejé de tomar, ese día literal”.

Nació en Mercedes, Buenos Aires,
Nació en Mercedes, Buenos Aires, el 16 de marzo de 1971. Desde el año 2000 hasta 2016 vivió en Barcelona y luego se radicó en Buenos Aires. En 2015 tuvo un infarto en Montevideo (Candela Teicheira)

Su carrera profesional acumula hitos. Fundó la Editorial Orsai, donde se desprenden una revista y una productora audiovisual. Creó y dirigió revistas y publicaciones. Ganó premios. Publicó decenas de libros, novelas e historietas. Trabajó en radio, televisión y teatros. Llegó hasta aquí, para comprender que el éxito es su casa. “Estoy convencidísimo de que el éxito es la casa que tengo y quienes la habitan. El éxito es llegar a ese lugar y saber que estás más feliz ahí que en cualquier parte del mundo, que no hay lugar en el mundo mejor que ese que construí, en mi caso, con mi mujer, con otra persona, con la persona con la que elegís vivir el resto de la vida y que todas las otras personas que entran a esa casa, la hija que tenemos, mi hija grande que llega a veces, los padres de mi mujer, mi vieja, los perros. Todo está en sintonía. Para mí eso es el éxito”.

Pero no siempre fue así. Atravesó tempestades para descubrirlo. “Si vos me preguntabas a los 35 años, ni en pedo te iba a decir que el éxito era mi casa. Cualquier cosa que no fuera mi casa iba a ser mejor. En 2013 yo estaba deprimido, pero si vos me preguntabas qué es el éxito, yo te hablaba inmediatamente de lo laboral. Inmediatamente. ¿Por qué? Porque me guarecía en lo que me estaba yendo bien para no tener que mirar el resto, que es casi todo”.

Fundó Orsai mientras vivía en Barcelona. El nombre es una derivación argentina del “offside”, la sanción futbolera por quedar fuera de juego. Él se sentía así. “Yo estaba viviendo en un lugar que no quería, con una persona que no quería solamente porque quería estar cerca de mi hija. No quería ser un padre ausente. Mi hija tenía 10, 11, 12 años. Yo no quería estar en España ni de casualidad. Me resultaba cada vez más aburrido esa sociedad. Estaba viviendo sin estar en pareja y viviendo como primos con la mamá de mi hija. Y yo sabía que me tenía que ir de ahí y que no tenía los huevos para irme de ahí porque quería estar con mi hija bajo el mismo techo. Y era obvio que si me iba no me iba con mi hija. Entonces me quedé. En ese momento me iba espectacularmente bien en todo lo demás, que era un poquito lo laboral. Entonces me preguntaba ‘¿qué es el éxito?’. Y yo decía que el éxito es que está Gasalla haciendo ‘Más respeto que soy tu madre’ en la calle Corrientes. El éxito es que las cosas que escribo empiezan a explotar en no sé dónde. Y la repregunta perfecta hubiera sido. ¿Y por qué tenés esa cara de mierda? Entonces, yo creo que me mentí a mí mismo frente a esa pregunta hipotética”.

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