Pablo Candahosa se pone en la piel de un almirante español a cargo del Real Cuerpo de Artillería, enviado por el Rey de España, para controlar la línea marítima del Río de la Plata, durante las batallas por la independencia. Desde hace unos quince años, cada vez que un evento patrio lo amerita se calza el uniforme, toma su artillería y allí va, dejando de ser el empresario de servicios para empresas y dar paso a Rudesindo Tilli, el almirante que arribó al puerto de Buenos Aires con 148 hombres. Pero, asegura, que puede ser cualquier otro almirante.
El pasado sábado 24 de junio, junto al Real Cuerpo de Artillería N° 1 del Río de la Plata fue parte de la recreación de la histórica conquista de la Isla Martín García, ocurrida en 1814. El evento se realizó en Casa Amarilla, réplica de la casa donde vivió el Almirante Guillermo Brown.
“Es hermoso lo que se siente durante estos eventos, que no son una obra de teatro porque no somos personas disfrazadas sino recreacionistas”, diferencia y cuenta sobre todo el trabajo previo que realizan antes de una representación de este tipo, que no cuenta con sponsors ni subvenciones.
Cuando está de “civil”, Pablo trabaja en la empresa que presta servicios de diferentes rubros a empresas privadas, desde maestranza hasta logística. “Trabajo en esto desde los 14 años porque comenzó como una empresa familiar, con mi viejo, y lo seguí”, cuenta el hombre de 45 años.
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Hacer la historia
“Hace 20 años, un grupo de personas que recorrió Europa trajeron a Buenos Aires la idea de recrear las batallas y combates que se realizaron en el Río de la Plata, donde sucedieron los principales hechos en la época del Virreinato. Estas personas no se disfrazaban para hacer un papel protagónico de una persona en especial, la palabra disfraz no va con esto, sino que se vestían y uniformaban en función a la época y empezar a desempeñar papeles protagónicos y, con el transcurso de los años, se fueron sumando muchas personas”, resume.
Pablo se sumó hace 15 años como invitado a un evento realizado en el Tiro Federal de Quilmes. Quedó impactado y su expresión ante lo que veía hizo que un hombre se le acercara y preguntara: “¿Vos querés participar?”, le dije que si y ahí arranqué en un grupo que se llama Corsario del Plata, que sigue activo y estuvo también en el evento realizado en Casa Amarilla”, cuenta.
“Comencé como una especie de soldado raso y con el tiempo formé el Círculo Argentino Recreacionista, que trata de comprender los batallones o aquellos recreadores independientes, porque no todos están relacionados con algún batallón específico o con alguna sección de la historia específica”, detalla sobre los que hoy suman quince grupos sólo en la ciudad de Buenos Aires y todos recrean a uno que en verdad haya existido, no hay nombres de fantasía, por eso la investigación histórica es sumamente importante.
Cada grupo puede estar formado por unas diez o pocas más personas. “Es muy lindo cada vez que se realiza un evento porque somos los mismos de siempre y nos conocemos. Estamos hermanados un poco con la cultura militar porque, esto tiene que ver sólo con los hechos acontecidos en la época del Virreinato, entonces lo que sucedía era de esa índole y nosotros tratamos de recrear exactamente lo mismo y lo que pasaba es que hay como una cabeza de mando, que baja órdenes, y así armamos los batallones. Y nos ayudamos entre todos, tenemos una especie de organización en cada sección y de ahí nos vamos acomodando para lo que surja en cada evento”, especifica.
A medida que les llegan las invitaciones para ser parte de un evento, generalmente organizados por escuelas o instituciones, se comunican entre esos grupos para saber quienes puede ser parte y armar la recreación de la que, además, participarán “civiles”.
“Ninguno de todos los grupos, al menos los que conozco, estamos subvencionados. Ponemos dinero de nuestros bolsillos, en algunos eventos nos dan refrigerio, y eso lo destacamos, pero la mayor carga la tiene el recreacionista que se uniforma, que tiene su armamento y eso es algo personal que lleva una inversión. Detrás de todo eso, la mejor paga es el aplauso del público”, asegura.
La recreación puede llevar hasta unas cuatro horas porque no se trata solamente de las batallas sino que se invita a los espectadores a ser parte del convite. “Hay damas antiguas, caballeros, gente que se pasea por el espacio y que es parte de la tertulia, que son quienes se ocupan de entusiasmar al público y mientras les cuenta lo que pasará se escucha de fondo el sonido de las tropas que avanzan. Es todo una puesta en escena que realmente hace que la gente reviva el hecho histórico que se recrea”, asevera.
La batalla puede durar unos 20 minutos. “Llevamos los cañones, que son réplicas de los que en verdad se usaron en esos combates y que no hacen ningún daño sino que sólo tienen un cartucho de pólvora para hacer estruendo y fogueo, y también vamos con nuestra artillería”, señala.
Los uniformes también son réplicas exactas a los usados por los diferentes batallones o cuerpos en esos años de conquista de la Independencia. “Con las telas de hoy, son confeccionados por una sastre, Dora Pérez, que además es una estudiosa que investiga al detalle cada uno de ellos y los confecciona. No hay un lugar específico donde comprarlos”, explica.
Pablo destaca que muchas veces, para que el despliegue y la recreación sea perfecta, algunas personas se mimetizan con el prócer que recrean. “Somos cuasi actores uniformados que nos convertimos en el papel que nos toca en ese momento, hay personas con un nivel de pasión tan alto que trata por copiar al prócer que quiere recrear de la mejor manera que, a veces, pasa meses dejándose el bigote, la patilla, se deja crecer el pelo para poder hacerse un peinado y hasta tratando de cambiar su contextura física y paga para mandarse a hacer un uniforme que si lo ves hasta crees que vivió hace 200 años. Su vida contemporánea la acomoda para cuando llega la recreación”, describe.
Entusiasmado y si dejar de resaltar las bondades de lo que lo apasiona, sigue: “Todos los que hacemos esto, lo hacemos por amor a la recreación, con mucha voluntad y poniendo dinero. Es toda una inversión, pero te puedo garantizar que reemplaza, al menos para mi, a una terapia, porque es muy lindo hacerla”.
“Cuando estamos haciendo la recreación de una batalla, así fuese que hay ganadores y perdedores, heridos y victoriosos, para nosotros es increíble porque detrás de todo eso estamos nosotros mismos y eso, acompañado por el aplauso de quienes lo ven, no tiene precio ”, finaliza.
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