
El paisaje de una alfombra de flores colorida como un arco iris y los picos andinos nevados del cerro Gorsedd y Cwmwl detrás es tan estupendo que hasta los holandeses, los más grandes expertos en tulipanes del mundo (en sus granjas crecen tres mil millones de bulbos por año), quedan extasiados cuando visitan las tres hectáreas y media que cultiva Juan Carlos Ledesma (50) de esa flor. Y eso que la primera vez que los invitó dijeron “pero nosotros ya tenemos tulipanes…”. Sucede en Trevelin, provincia de Chubut, donde durante octubre tiene lugar la temporada de crecimiento de los bulbos. Dura poco, apenas un mes, y es otro espectáculo maravilloso que ofrece la Patagonia argentina.
El cultivo de tulipanes tiene un fuerte arraigo en el sur de nuestro país. El pionero fue un habitante de apellido Sharrig, que comenzó con una pequeña plantación al estilo holandés en la región de Cholila hace 60 años. Lo siguieron, en Esquel, René y Carmen Eggman y un señor de apellido Gualco. Pero no fue hasta 1976 que se inició la producción comercial de los bulbos en Trevelin.
La temporada de tulipanes, explica Ledesma, comienza con precisión de relojería el 1 de octubre y se extiende hasta el 6 de noviembre. Es en ese breve lapso donde se puede ver la explosión de colores que dan las 30 variedades que cultiva. Las hay -entre otras- en rojo, con nombres como Sevilla, Ile de France, Kingsblood o Viking; rosadas, bautizadas como Madison, Renown, Rococó, Leen Van Der Mark o Barcelona; blancas llamadas Insell, Zilentia y Maureen; violetas, nombradas como Shirley o Purple Flag; granates, como Queen of the Night; amarillas, como Mr. Sheepers, Yokohama, Yellow Flight, Sancerre y Montecarlo; naranjas, como Ad Rem, Menton y Dordogne; y de dos colores, como Rosario, Angelique, La Courtine y Abracadabra.

Pero Ledesma se encarga de aclarar que no todo ese lapso es igual: “Siempre se recomienda no venir la primera semana, porque es en la segunda cuando esto se llena, y la última, ya no hay tantas”. Según él, la zona cordillerana de la Patagonia es óptima para el cultivo de esta flor “porque las temperaturas son ideales para la producción de bulbos. Pero las flores dan bien en cualquier zona. Nosotros lo que hacemos es hacer crecer el bulbo para que después la flor de bien, por ejemplo, en Misiones”.
Para que esto se logre, se deben seguir algunos pasos, indica. Didáctico, explica que los bulbos se deben poner en una heladera un mes antes de plantar; luego plantarlos a cierta distancia y profundidad; y brindarles humedad constante. “Lo complicado es hacer crecer el bulbo -explica-. Después la floración depende de la zona: en Misiones pueden haber florecido hace un mes, y en Ushuaia quizás falten dos meses para que suceda”.
Ledesma no nació en Trevelin, pero está en contacto con los tulipanes desde que era chico. Y defiende la pertenencia de esta bellísima flor en la zona: “En la Patagonia siempre hubo tulipanes. Puede llamar la atención, pero en cada jardín, en octubre, hay una flor. En Esquel hasta había una hostería con ese nombre. Si bien la flor es originaria de Turquía y los holandeses la llevaron y obtuvieron nuevas variedades, también es algo bien patagónico. Desde hace más de 60 años que hay plantas de tulipán en esta región”.

La historia familiar de Juan Carlos se remonta a la llegada de los pioneros galeses a la provincia de Chubut, empujados por el hambre que había en su país y las leyes impuestas por los ingleses. El 28 de mayo de 1865, a bordo del velero Mimosa, los colonos zarparon del puerto de Liverpool. Fueron 153 hombres, mujeres y niños los que desembarcaron en Chubut el 28 de Julio del mismo año y bautizaron a ese lugar como Puerto Madryn, como homenaje a Love Jones Parry, uno de los dos galeses que tuvo la idea de poblar la Patagonia, que era oriundo del castillo de Madryn en Arfon, país de Gales.
Antes de dedicarse al cultivo de tulipanes, Ledesma trabajaba en una empresa que se dedica a traer pescadores norteamericanos ávidos de truchas de los ríos patagónicos. Pero su familia ya trabajaba la tierra. “Soy la cuarta generación de agricultores -enumera orgulloso Juan Carlos-. Por parte de madre, mis antepasados se apellidan Darwin. Richard Darwin, mi tatarabuelo, fue el primer maestro del Chubut. Mi bisabuelo compró la tierra en donde estoy para producir trigo. Después mi abuela tuvo tambo. Mi madre no trabajó la tierra, y seguí yo. Pero la ganadería nunca me gustó. Fue como romper un paradigma, me decían ‘¿cómo no vas a hacer ganadería como todo el mundo?’. Pero no quería”.
Finalmente se estableció en las tierras de la familia, a 12 kilómetros del centro de Trevelin por la ruta 159, en un paraíso que atraviesa el río Nant y Fall, afluente del Río Grande. Cuando empezó estaba junto a su esposa y sus dos hijos, Matías y María. “Me separé, pero mi mujer amaba esta producción y comenzó una plantación de tulipanes en Córdoba, en la zona de las Altas Cumbres. Mi hija es farmacéutica y se alejó del campo. Y Matías estudió cine, también se alejó pero está volviendo”.
Cuando en 1996 empezó a producir con su marca Tulipanes Argentinos, se dio cuenta que en el país había un gran desconocimiento sobre el tema. “Entonces empezamos a viajar, a buscar técnicos. Yo sigo yendo a Holanda, porque allí está todo el conocimiento sobre los tulipanes. Ellos tienen miles de hectáreas plantadas, y les sorprende que haya un loco en la Patagonia que está en la misma actividad. Pero les impacta ver las montañas atrás. Bueno, a todos les impacta…”, cuenta.
Por el momento, toda la producción se vuelca al mercado interno. El volumen no da para exportar. Y de los tres millones de bulbos producidos, sólo se venden los que se desarrollan. El resto se vuelven a plantar.
El cultivo de tulipanes de Ledesma está abierto al público. Eso sí: Ledesma advierte que no vende flores, y que los bulbos se comercializan a partir de febrero. Pero durante octubre y la primera semana de noviembre, se pueden visitar las plantaciones en el horario de 9 a 19 horas abonando $1.500 por persona (los menores de 12 años no pagan). Además, la granja posee una Casa de Té al estilo galés donde también se puede almorzar, que está abierta hasta el 30 de abril. Y la yapa son las visitas guiadas nocturnas cuando hay luna llena.
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