
Investigadores del King’s College de Londres confirmaron la presencia del morbilivirus de cetáceos en aguas del Ártico. Es la primera vez que este agente patógeno, capaz de causar la muerte de ballenas, se detecta tan al norte.
El hallazgo se logró gracias a una técnica innovadora de muestreo del aliento de ballenas vivas mediante drones, lo que representa un avance en la vigilancia no invasiva de la salud de los animales marinos.
El morbilivirus de los cetáceos es un virus altamente patógeno que infecta a ballenas, delfines y marsopas, y puede causar graves daños respiratorios, neurológicos e inmunológicos. Es un virus que ha desencadenado eventos de mortalidad masiva desde su descubrimiento en delfines, en 1987.
El estudio, impulsado por el King’s College de Londres en conjunto con la Universidad Nord de Noruega, la Royal (Dick) School of Veterinary Studies, la Universidad Ártica de Noruega, la Universidad de Islandia y BIOS-CV en Cabo Verde, se centró en el Atlántico nororiental, poniendo especial atención en regiones situadas al norte del Círculo Polar Ártico.
Entre 2016 y 2025, los científicos recolectaron muestras de soplo de ballenas jorobadas, cachalotes y rorcuales comunes en el norte de Noruega, Islandia y Cabo Verde, empleando drones equipados con placas de Petri esterilizadas para capturar las microgotas respiratorias expulsadas por los animales.
Drones y técnicas no invasivas para estudiar la salud de los cetáceos
El profesor Terry Dawson, del Departamento de Geografía del King’s College de Londres, explicó la trascendencia de esta metodología: “El muestreo por soplado de drones es revolucionario. Nos permite monitorear patógenos en ballenas vivas sin provocarles estrés ni daño, lo que proporciona información crucial sobre la evolución de enfermedades en ecosistemas árticos”, sostuvo en declaraciones recogidas por la casa de estudios.
El análisis en laboratorio de las muestras permitió identificar la circulación del morbilivirus de cetáceos en grupos de ballenas jorobadas del norte de Noruega, en un cachalote con signos de mala salud y en un calderón piloto que quedó varado.
Este virus, detectado por primera vez en delfines en 1987, ha causado numerosos episodios de mortalidad masiva entre ballenas, delfines y marsopas en todo el mundo.
El patógeno provoca daños severos en los sistemas respiratorio, neurológico e inmunológico de los cetáceos, y su presencia en el Ártico despierta preocupación debido al posible riesgo de brotes, sobre todo durante las agregaciones invernales en las que coinciden ballenas, aves marinas y humanos en espacios reducidos.
Qué es el morbilivirus
El morbilivirus, al igual que otros virus del género, se transmite por vía respiratoria y contacto directo. Los animales infectados excretan el virus a través de secreciones oculares y respiratorias, orina, heces y piel desprendida. La transmisión entre focas suele ocurrir cuando grandes grupos se agrupan en la orilla, mientras delfines, marsopas y cetáceos dentados pueden contagiarse al compartir el aire exhalado durante la salida sincronizada a la superficie.

El diagnóstico se realiza mediante aislamiento viral, técnicas moleculares como PCR o inmunohistoquímica, pero no existe tratamiento específico, solo cuidados de apoyo.
Además del morbilivirus, los investigadores detectaron herpesvirus en ballenas jorobadas de Noruega, Islandia y Cabo Verde. Las pruebas no revelaron la presencia ni del virus de la gripe aviar ni de la bacteria Brucella, ambos patógenos previamente asociados a varamientos de cetáceos.
Estos resultados evidencian la complejidad de los riesgos sanitarios que enfrentan las poblaciones de ballenas y subrayan la necesidad de mantener una vigilancia constante y avanzada.
El King’s College de Londres destacó que la vigilancia epidemiológica debe continuar en el Ártico, ya que la interacción de patógenos emergentes con factores ambientales estresantes podría ocasionar consecuencias graves para la salud de los cetáceos y la estabilidad de los ecosistemas marinos.
La investigación recibió financiación del propio King’s College, del Consejo de Investigación de Noruega y contó con la colaboración de instituciones de Islandia y Cabo Verde, reforzando tanto el carácter internacional como el enfoque multidisciplinario del trabajo. De cara a los próximos años, los equipos científicos consideran fundamental seguir utilizando técnicas no invasivas como el muestreo con drones para anticipar el impacto que los cambios ambientales emergentes pueden tener sobre la salud y la supervivencia de las ballenas en el norte del planeta.
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