Los científicos buscan cámaras ocultas dentro de la pirámide maya de Chichén Itzá

La colaboración internacional y la aplicación de técnicas innovadoras prometen esclarecer misterios centenarios

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Las investigaciones arqueológicas y científicas en El Castillo de Chichén Itzá han dado un giro trascendental con la próxima aplicación de la imagenología por muones, una avanzada técnica que prevé indagar las entrañas de la mayor pirámide de la antigua ciudad maya.

El empleo de esta herramienta puede resolver incógnitas persistentes sobre el interior de la estructura, después de casi un siglo de aproximaciones convencionales y nuevos indicios de posibles cámaras ocultas.

El Castillo de Chichén Itzá será escaneado con muones

La singularidad del proyecto radica en el uso de muones, partículas subatómicas generadas por la interacción de los rayos cósmicos, capaces de atravesar grandes volúmenes de piedra.

Esta técnica permitirá, según el investigador principal, Edmundo García Solís de la Universidad Estatal de Chicago, obtener una radiografía completa del interior de la estructura.

“Las profundidades a las que puede llegar la imagenología de grandes volúmenes utilizando muones son ilimitadas, lo que permitiría obtener una tomografía de toda la superficie de la pirámide”.

El reto implica adaptar los sensores a un entorno casi saturado de humedad y con temperaturas cercanas a los 32 ℃.

La imagenología por muones redefine la exploración de El Castillo en Chichén Itzá

La historia del acceso al interior de El Castillo se remonta a excavaciones realizadas en los 30 por los arqueólogos Eduardo Martínez Cantón y José Erosa Peniche, quienes abrieron un túnel que condujo al descubrimiento de dos espacios internos: la llamada Sala de Ofrendas, donde apareció una escultura de Chac Mool, y la Sala de Sacrificios, con un trono de jaguar rojo.

En la actualidad, los equipos científicos aprovecharán dos túneles de acceso ya existentes para situar en ellos los detectores de muones y explorar nuevamente estas cámaras.

El precedente más cercano en el uso de tecnología no invasiva para analizar la pirámide fue en 2016, cuando el Instituto de Geofísica y la Facultad de Ingeniería de la UNAM aplicaron una tomografía de resistividad eléctrica mediante electrodos planos.

Este estudio apuntó a la presencia de un espacio en la subestructura identificada en las excavaciones de los años treinta.

Para la nueva fase, el equipo ha construido dos detectores gemelos que se desplegarán en los túneles norte y sur. Cada detector mide 1,40 metros por 68 centímetros en base y 1,50 metros de altura, y está constituido por componentes electrónicos de tres planos abatibles.

El diseño tuvo que ser modificado para ajustarse al reducido espacio y altos niveles de humedad interna: “Trabajamos de forma inversa a como estamos acostumbrados en la física experimental, ajustándonos a un espacio ya existente, reducido en dimensiones, y donde prevalece una humedad de casi 100 por ciento”, explicó García Solís.

El funcionamiento del experimento se centra en la detección de diferencias de densidad a través de los muones.

Sobre este punto, García Solís matizó: “El extremo de la diferencia de densidad es el vacío. Si queremos corroborar la existencia de una tercera cámara, es probable que esta se encuentre con rellenos, como indican los arqueólogos. Por lo que tomará más tiempo localizarla, dado que la cantidad de datos necesarios para ubicar una cámara es inversamente proporcional a la diferencia de densidad entre la cámara y el resto de la pirámide”.

Durante seis meses de trabajos se espera delimitar con precisión las cámaras conocidas y, en función de los resultados, detectar posibles anomalías que permitan inferir la existencia de una tercera cavidad.

De confirmarse este hallazgo, el equipo instalaría nuevamente los sensores para medir sus dimensiones. El propio García Solís puntualizó que esta sería la máxima contribución posible con la metodología propuesta.

El grupo cuenta con la experiencia previa en experimentos similares, como el realizado bajo la Pirámide del Sol en Teotihuacan.

En aquel caso, la existencia de un túnel a ocho metros de profundidad abrió nuevas perspectivas de estudio lideradas por el físico Arturo Menchaca Rocha, quien ahora participa también en la investigación de El Castillo.

Este avance tecnológico puede resultar fundamental para probar teorías sobre la función y origen de las estructuras internas.

Así lo sugiere la profesora emérita Virginia E. Miller de la Universidad de Illinois, especialista en arquitectura de Yucatán, quien ha planteado la posibilidad de que una subestructura previa en El Castillo fuera utilizada para un entierro real.

La iniciativa, respaldada por el Consejo de Arqueología del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), congrega a especialistas de la propia institución y de centros académicos como la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la Universidad Estatal de Chicago, la Universidad Dominican, la Universidad de Virginia y el Laboratorio Nacional Fermi de Estados Unidos.

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